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Martes, 29-07-08
LOS ecos de la última estancia de Chávez en Mallorca han llegado hasta Nueva York, donde la comunidad latina y la oposición venezolana piensan que Chávez ha neutralizado la imagen ejemplar y solemne de la Corona de España con el compadreo, las risitas, los arrumacos y las camisetas. Cualquiera que entre en el terreno de Chávez queda distorsionado, porque su imagen y sus maneras lo contaminan todo.
La prensa del régimen venezolano ha vendido la visita de Chávez como un triunfo diplomático, porque ha dejado caer que el Rey se disculpó, que Chávez y don Juan Carlos van a repartirse los beneficios de las camisetas con la foto de la Cumbre de Chile y que para sellar la reconciliación Venezuela ha garantizado el abastecimiento de petróleo para España por cien años. ¿Será que Chávez piensa que estará un siglo en el poder?
Después del rescate de Ingrid Betancourt y de los golpes infligidos a las FARC, Chávez precisaba un lavado de imagen. El gobierno americano ha filtrado fotos de algunos ministros de Chávez posando con los jefes de las FARC en plena selva amazónica y ya se conoce el contenido de los correos electrónicos que el comandante guerrillero Raúl Reyes intercambiaba con narcotraficantes y políticos y militares venezolanos y ecuatorianos. Así, Chávez ha tenido que buscar un balón de oxígeno y lo ha encontrado en el gobierno socialista, pues Zapatero precisaba el petróleo barato para capear el temporal que se avecina y Chávez necesitaba una foto con el Rey de España, que es la única figura de la escena política española que todavía tiene prestigio internacional.
Cuando el Rey le preguntó a Chávez por qué no se callaba, su gesto abrió en canal todo el espectro político de habla hispana. Por un lado, quienes celebraron y aplaudieron su gesto y —por otro— quienes lo censuraron recurriendo a subterfugios como la soberanía, el protocolo y otras zarandajas. ¿Debería recordar que Izquierda Unida y algunos dirigentes del PSOE condenaron la reacción del Rey en nombre de sus convicciones republicanas? En cualquier caso, aquel «¿Por qué no te callas?» martilló la imagen de Chávez hasta que Chávez decidió convertirla en otra cosa.
El cineasta venezolano Alex Branger me ha mostrado en su casa de Manhattan uno de los famosos muñecos de Hugo Chávez. Se trata de un muñeco de juguete que es una mezcla de Chávez, Action-Man y el Kent de la Barbie, vestido con la boina y la camiseta roja del comandante. Sin embargo, lo más alucinante es que el muñeco suelta discursos grabados por el propio Chávez y que no se calla porque no es posible apagarlo. Es decir, el muñeco se calla cuando le da la gana y los venezolanos lo compran, lo regalan y lo encargan desde el extranjero, porque no deja de ser una caricatura de Chávez y el personal quiere reírse de Chávez. ¿Y quién produce y comercializa el muñeco de marras? Pues el mismo gobierno venezolano, que así ha convertido la populista verborragia de Chávez en otra cosa. Por lo tanto, ¿quién fabricará, distribuirá y comercializará por toda América Latina las camisetas con la foto del «¿Por qué no te callas?»? Para la oposición venezolana es obvio: el propio gobierno de Hugo Chávez.
Me pregunto si estas cosas se ignoran en nuestra cancillería, donde me consta que hay profesionales capaces de aconsejar al gobierno sobre la oportunidad de estrechar relaciones con Chávez en plena crisis de las FARC y en la víspera de unas elecciones norteamericanas donde nos jugamos el futuro de nuestras relaciones con Estados Unidos. ¿Por qué Obama no visitó España hace unas semanas? Porque Obama y sus asesores saben que el electorado americano jamás entendería que el candidato demócrata tendiera puentes con los aliados de Fidel Castro, Hugo Chávez o Daniel Ortega. Y mucho menos entendería que hubiera compadreo, arrumacos e intercambio de camisetas.

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