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Tras el sacrilegio...

Sevilla volvió a abrazar al Gran Poder

El besamanos extraordinario con el que se repuso al culto la imagen fue un testimonio de devoción y fe de miles de fieles que acudieron durante todo el día a la basílica

Sevilla volvió a abrazar al Gran Poder FOTOS: J.M. SERRANO / Vídeo: r. sánchez

fernando carrasco

Se aferró a su brazo, a su rostro, a todo su Ser. Sevilla volvió ayer a abrazar al Señor del Gran Poder. Con las claras del día ya dijo que quería ver su semblante de sufrimiento y a la par de misericordia, ese que quiso alguien arrebatárnoslo por un sinsentido y una sinrazón. Pero ayer volvió el Señor del Gran Poder a ofrecerse a todos los suyos, incluso a aquellos que lo denostan o vituperan . Ahí radica la grandeza y el poder del Señor que habita en San Lorenzo, que habita en el corazón de toda una ciudad y traspasa fronteras para instalarse en el de todos, absolutamente todos.

Por eso, cuando faltaba media hora para las ocho de la mañana, la plaza de San Lorenzo ya era un hervidero de fieles y devotos. Y desde ese momento en el que se abrieron las puertas de la basílica y hasta que se cerraron, pasadas las diez de la noche, el río humano fue incesante para contemplar de nuevo su rostro y besar sus benditas manos.

Niños y mayores, sanos e impedidos; sevillanos y extranjeros. Una cola que fueron conformando, durante todo el día, miles y miles de personas , miles y miles de almas ávidas de saber, por sus propios ojos, que el Señor estaba bien, que la locura que se vivió el domingo por la tarde en aquel mismo lugar era ya parte de una pesadilla que no se borrará de la mente de quienes estuvieron presentes, pero que ahora es un mal recuerdo que se irá, al menos difuminando con el paso del tiempo. Una cicatriz que restañaron las manos de Luis Álvarez Duarte y que ahora hay que esperar a que seque.

Por fortuna, Sevilla comprobó, una vez más cuán grande es el Poder de Jesucristo . No hubo un solo momento, a lo largo del día, en que las colas no llegasen a la calle Conde de Barajas, cuando no casi ocupándola entera. Río que traía la devoción sincera de un pueblo que, ayer más que nunca, volvió a dar una lección de religiosidad popular.

El Señor, en el presbiterio, maniatado, como perdonando una y otra vez a quien osó alzarle la mano, recibió el calor, la devoción y el sentimiento de todos y cada uno de los que hasta Él se acercaron. Y la fe de toda una ciudad, todavía consternada por unos sucesos que cuesta creer que hayan podido pasar.

Vigilancia

Junto a la imagen, varios miembros de la junta de gobierno y un vigilante de seguridad privada, casi al lado de la puerta que da acceso al camarín del Señor. En un segundo plano pero que venía a recordarnos que lo sucedido hace seis días no es algo para estar tranquilos de ahora en adelante.

Enrique Esquivias, hermano mayor del Gran Poder, situado a la entrada de la basílica, no paró en todo el día de recibir el apoyo y, sobre todo, la felicitación de los feligreses, de los fieles y de los devotos . Decenas de ramos de flores que traspasaban el umbral de la puerta basilical para postrarse a los pies del Señor. Espera de entre cuarenta y cuarenta y cinco minutos para besar la mano del Gran Poder. Y llantos al volver a verlo, a contemplarlo bien. Rezos entre susurros en los bancos del templo. Así hora tras hora, como si nadie quisiese que el día acabase.

Misa de acción de gracias

A las seis de la tarde se interrumpió el besamanos extraordinario para la celebración de una misa extraordinaria, presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo . A la misma acudieron, además de la junta en pleno del Gran Poder, la delegada de Fiestas Mayores del Ayuntamiento, Rosamar Prieto; el presidente del Consejo de Cofradías, Adolfo Arenas, las hermandades de la Madrugada y de otros días, entre otros.

El prelado se congratuló del «feliz retorno» y la reposición de la imagen del Gran Poder «después de la agresión incalificable», precisando que se enteró estando en Burguillos y señalando que la noticia «corrió como la pólvora primero en Sevilla y después por el resto de España».

Precisó que si el hecho es incalificable, «también se puede decir, como dijo San Pablo, que lo que sucede es para bien. En todos se ha fortalecido nuestro amor . ¿Por qué veneramos las imágenes del Señor, de la Virgen y de los santos? Ciertamente no por el valor de lo que están construidas sino por lo que representan».

Añadió el arzobispo que las imágenes «son como un lazarillo que nos guía y nos lleva a contemplar aquello que representan». Tras recordar que «por eso nos arrodillamos, las besamos y las sacamos a la calle en estación de penitencia» y que «hacéis muy bien», dejó claro que el Señor está en otros modos, como la Palabra. «En el Evangelio. Dios quiere que cada día crezcamos en amor y respeto en la Palabra de Dios». También está en los hermanos — «una ofensa a un hermano nuestro es una ofensa al Señor» —. Y, sobre todo, en el Sagrario, «el corazón de nuestros templos». «Ocurre que nuestros sagrarios, a veces, son profanados y la reacción de los fieles es más que tibia. Comprendo vuestra pena y vuestro dolor, pero infinitamente es más grande nuestra pena y nuestro dolor cuando es profanado un sagrario. Más importante que una sagrada imagen». Pidió perdón para el agresor y que Dios «le toque en su corazón para traerlo hacia Él».

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