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Una democracia de valores

El descuido de los valores con los que se debe nutrir una democracia ha propiciado una anemia ética que pone a España ante un futuro plano

LOS esfuerzos colectivos que exige la superación de la crisis económica son también una oportunidad para poner a España bajo una observación crítica que detecte las carencias del sistema social y político. Sería un grave error reducir la actual situación a un período de declive puramente económico e ignorar el empobrecimiento de otras estructuras no menos necesarias para el desarrollo de la nación que la economía. Se ha llegado a un nivel de abatimiento y resignación de tal envergadura que si en lo económico no se han ahorrado calificativos como depresión, hundimiento o colapso, en lo social y político se roza la decadencia. En efecto, la crisis ha desnudado —y en parte, pero sólo en parte, las ha agravado— las debilidades de recursos esenciales para una sociedad moderna, como la justicia, la educación, el sentimiento nacional y la ética política, sin los cuales la recuperación de la actividad económica no sólo es más lenta, sino que cuando se alcance será incompleta en esas facetas.

ABC quiere invitar a sus lectores semanalmente a una reflexión sobre los principales problemas de la sociedad española, en su deseo de promover una opinión pública interesada en el debate acerca de nuestro presente y nuestro futuro. Hoy, la propuesta se centra en la necesaria regeneración de España, sin juicios dramáticos ni alternativas demagógicas, pero sin ocultar la cabeza bajo el ala ante una realidad que se impone por sí sola. Mientras la economía era boyante, los problemas estructurales quedaron velados por la euforia del consumo y del crédito. Y así no hubo verdadero compromiso para hacer frente a la crisis permanente de la Justicia, al declive de un sistema educativo sin excelencia, a la progresión de una acción política desnacionalizada en lo político y nihilista en lo moral, y a la extensión de una clase política mediocre, tanto en capacidades personales, como en altura de objetivos. Es innegable que la facilidad con que estos fallos sistémicos se han expandido se debe en buena medida a la falta de respuesta crítica en la sociedad y a la ausencia de minorías intelectuales activas. El descuido de los valores con los que se debe nutrir una democracia ha propiciado esta anemia ética que pone a España realmente ante un futuro plano, que podrá evitar si hay un compromiso colectivo por un modelo de sociedad más exigente consigo misma.

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