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El artista pintó en un estudio sevillano

La Infanta Doña Elena inauguró ayer en Granada esta muestra que reúne 35 obras del maestro francés más un centenar de piezas

EFE

S. C. GRANADA

La muestra «Matisse y la Alhambra (1910- 2010)» quedó ayer oficialmente inaugurada por la Infanta Doña Elena. A lo largo de este recorrido, que parte con la firma del pintor (descubierta hace algunos años) en el libro de visitas de la Alhambra, pueden contemplarse, por primera vez juntos, los tres cuadros que Matisse pintó en España («Bodegón Sevilla I», «Bodegón Sevilla II» y «Joaquina») junto a los tres que realizó su amigo, el pintor Francisco Iturrino, en el estudio que compartieron en Sevilla.

La inspiración de Andalucía en general fue una fuente inagotable para numerosos pintores, sobre todo desde que a partir del romanticismo comenzaron a viajar a España. En el caso de Matisse, esa fascinación por la Alhambra deja claro el atractivo que suponía para un artista de su calibre unas arquitecturas tan exóticas.

S. C.

Decía Henri Matisse que «la revelación me llegó de Oriente. Oriente nos ha salvado» tras su fascinante visita a la Alhambra. A pesar de que el cuaderno de viaje del maestro está en paradero desconocido, el Museo de Bellas Artes de Granada se ha convertido en sede de la reconstrucción más fidedigna posible del viaje que hizo a España el pintor francés en 1910. Un viaje que marcó sus futuras creaciones pues el arte musulmán, sus formas decorativas y la luz filtrada a través de las celosías influyó en su concepto de belleza. María del Mar Villafranca, una de los comisarios de la exposición, recordó en la apertura de ésta que el gran Matisse «tenía la necesidad de estar emocionado para poder pintar».

Precisamente, el testimonio del pintor da fe de ello pues quedó tan fascinado tras su visita a Granada que admitió «la Alhambra es una maravilla, sentí allí una gran emoción». Un total de 35 obras de Matisse y más de un centenar de piezas conforman esta singular exposición que está dividida en cinco secciones: Lección de Oriente; El viaje a España: Matisse y la Alhambra; De Marruecos a Niza; Odaliscas: paisaje interior; y Luz y armonía.

La exposición que ayer inauguró la infanta Elena, ubicada en la Alhambra, está comisariada por María del Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra y Generalife, y por el catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia, Francisco Jarauta. Junto al Patronato, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en colaboración con Fundación la Caixa han organizado esta muestra abierta hasta el 28 de febrero de 2011. María del Mar Villafranca ha resaltado en la apertura la necesidad que tenía Matisse por conseguir un estado emocional que le permitiera crear. Por su parte, Jarauta explicó que la exposición «tiene la eficacia de dejar en evidencia los convencionalismos de otras muestras que han negado los contextos y que privilegian la autoría y la genialidad del artista». «Aquí ocurre lo contrario. Queda claro que el autor vive de su mundo visual», recalcó añadiendo que aquí «se aportan elementos críticos».

Vinculación con Picasso

Origen de las odaliscas La exposición ofrece una serie de odaliscas inspiradas en la fascinación oriental que el artista sentía por la Alhambra

Un gran coleccionista Matisse coleccionó mantones de Manila, telas hispano-musulmanas y tapices de la Alpujarra que se observan en la muestra

D Óleos, dibujos, litografías, una cerámica y una escultura, piezas de arte islámico de gran valor (celosías, tapices, miniaturas. . . ) así como objetos personales del pintor (cartas, postales y fotografías procedentes de los archivos familiares) además de otros objetos que coleccionó a lo largo de su vida, como manteles de Manila, telas hispanomusulmanas y tapices de la Alpujarra, demuestran la atracción que sintió el artista por el patrimonio artístico musulmán. Hasta el momento, sólo otras dos muestras monográficas se han podido ver en España en torno al artista, una en el Museo Thyssen y la otra en el IVAM, Valencia. Ahora, y después de un trabajo «complejo» que ha llevado tres años largos a sus responsables por fin se puede disfrutar de una recopilación tan amplia. Algo que ha sido posible gracias a 30 instituciones, como el Museo del Hermitage, el MOMA de Nueva York, el Metropolitan, el Louvre, Victoria and Albert o Pushkin de Moscú así como colecciones privadas como la de la

Baronesa Thyssen o los propios herederos del pintor francés.

Apropiación de otras obras

D Por otra parte, el comisario Jarauta apuntó que el maestro francés de apropiaba de la esencia de otras obras, «en el sentido de que reproducía en sus pinturas modelos de cerámicas o telas que compraba». También hizo referencia al último cuadro llegado de Moscú que a su juicio «es el más importante por su superposición maravillosa de elementos». Asimismo, resaltó la trascendencia de la sala dedicada a las odaliscas, «donde se concreta la tesis de la exposición» y que cubre un periodo que va desde 1920 a 1927. «La esclava blanca», la «Odalisca con pantalón rojo» o los cuadros «Odalisca sentada» y «Odalisca recostada», procedentes ambos del Metropolitan. se mezclan aquí con celosías del Museo de la Alhambra o yeserías del Palacio del Generalife que arropan este conjunto. Los tejidos fueron otra de las fascinaciones de Matisse que tantos lienzos le inspiraron. «El cuadro más bello del mundo es un tapiz persa», llegó a decir. A la composición y los colores de estas telas

nazaríes, marroquíes o de inspiración islámica, se unen algunas de sus litografías que le permitieron «ejercitarse».

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