Se le esperaba en estado puro, como en sus mejores años de alcaldesa. Rosa Aguilar jugaba en casa y lo tenía todo a favor: recibía el Potro de Oro de la Federación de Peñas y se esperaba un baño de masas en las que se mueve como nadie. En parte la ceremonia fue así, y aún más, porque consiguió eclipsar al resto de galardonados y aún a toda la concurrencia; pero hubo algo más.
Quien esperara ver a la depredadora política que pesca en todos los caladeros a base de sonrisas y populismo también encontró a una mujer que se emocionó recordando a sus padres y a su familia y que tuvo que interrumpir su discurso varias veces con la voz entrecortada por la emoción.
La máxima distinción la habían recibido antes la peña Los Jazmines, la peña Galguera y Flamenca del Campo de la Verdad y la Brigada de Infantería Mecanizada Guzmán el Bueno X, todas por su 25 aniversario. Ningún momento fue tan especial como aquel en que la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino subió al escenario y recibió la distinción de manos del alcalde, Andrés Ocaña, y después se fundió en un largo abrazo con el presidente de la Federación de Peñas, Francisco Castillero.
«Quien está hoy aquí es sencillamente Rosa», comenzó, para después avanzar que hablaría de sus «sentires y sentimientos» en «un día muy especial, de los que te acompañan y te dan fuerzas en los malos momentos». La ex alcaldesa afirmó que el Potro de Oro era un motivo para hacer mayor su «compromiso con las peñas, los peñistas y la federación», y comenzó la parte más emotiva de su intervención.
Recordó a su padre, que fue fundador y secretario del Club de Pesca Ciudad Jardín y recordó los tiempos que pasó allí de niña junto con él y su madre. Y en un tono confidencial poco habitual en su discurso, habló de una tía fallecida hace muy poco, quien al conocer que recibiría el Potro de Oro, exclamó: «Si tu padre viviera, qué feliz estaría», le dijo, a lo que ella respondió: «Conmigo se lo imponen también a él».
Afición taurina
Fue un día en que la ministra de Medio Ambiente desveló su vinculación con la peña taurina Chiquilín y su condición de socia o presidenta de honor de casi una veintena de estas formaciones sociales. El auditorio estaba entregado a Rosa Aguilar: le gritaron «guapa» muchas veces, respondieron con «oles» a sus promesas de trabajar «con Córdoba y por Córdoba» y contestó tirando besos y accedió sin cansancio y sin quitarse la sonrisa a las decenas de fotos que los peñistas se hicieron hacer con ella al terminar el acto. Una verdadera reina, y no las chicas monas que coronan todos los años.
No le faltó el abrazo de su sucesor, Andrés Ocaña, quien tuvo palabras de felicitación para todos los premiados pero no pudo exhibir la misma expresión de comodidad que tuvo la ex alcaldesa. Nada quedaba de las críticas de Izquierda Unida a Aguilar, a la que acusaron de «chaquetera» por recoger un premio ganado por sus méritos como alcaldesa. Para el regidor, como si no hubiera pasado nada.
Y si sus antiguos compañeros de grupo político la recibieron como si no hubiera pasado nada, los nuevos quisieron presumir de líder de masas. Con ella estaban el actual portavoz municipal socialista, Rafael Blanco, y el candidato, Juan Pablo Durán. Pero todos ellos, los pasados y los futuros, se vieron eclipsados por la figura de Rosa Aguilar, que volvió a demostrar que ella es sólo Rosa Aguilar y que su marca política no se subordina a ninguna sigla.




