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JOSÉ FERRERO, TENOR

«Este “Oro” es como la guerra de las Galaxias»

El cantante, nacido en Albacete, interpreta el rol de «Froh», uno de los dioses wagnerianos de la producción de la Fura dels Baus, «El oro del Rhin», que se estrena hoy en el Teatro de la Maestranza

NIEVES SANZ

MARTA CARRASCO

Se le ve venir de lejos. Tiene una altura y envergadura «wagneriana» por la que a veces no creen que es español. José Ferrero nació en Albacete (1972), estudió en Valencia y vive en Chinchilla. Estos días interpreta a uno de los dioses del «Oro del Rhin», en el teatro de la Maestranza. Está casado con otra cantante de ópera, es un apasionado de las hierbas medicinales y del arte, y en cuanto a otras músicas elige la de «Queens».

—Es usted joven aún en esto de la ópera y ya está cantando Wagner.

—La verdad es que sí, tenga en cuenta que Kraus debutó con 35 años, y yo he cantado Wagner incluso con divas como la Obrasova, y es una «pasada». Son sueños que se van cumpliendo.

—¿Triunfar es duro?

—Lo de triunfar es relativo, porque tu cantas, te aplauden pero luego te vas a tu casa o a un hotel... y estás sólo. Todo es efímero no te lo tienes que creer. Eres una persona corriente, lo único bueno es que te aplauden por tu trabajo y tienes esa suerte. Bueno, y también te abuchean.

—¿El público sigue abucheando? Porque da la impresión de ser generoso.

—¡Uf, no puede imaginar! (se ríe). Mucho. Hice el año pasado «Maestros Cantores» en el Liceo y al público no le gustó nada la puesta en escena de la producción de la Ópera de Dresde, y cuando salió a saludar el director de escena, en mi vida he oído un abucheo y pataleo como ése.

— ¿Cuando pasó a pensar: ya he llegado?

—Tuve una suerte tremenda de estudiar con Ana Luisa Chova, que es la mejor que hay en España, y ella hasta que no terminé a estudiar no me presentó a nadie. Un día me presentó a un agente, y me cogió. A partir de ahí supe que me iba a dedicar a cantar y no a ser profesor o cantar en un coro.

—Por cierto, creo que ha elegido evitar las grandes ciudades para vivir.

—Sí, vivo en Chinchilla, al lado de Albacete. Lo elegí hace diez años. No quería vivir en una ciudad grande. Los cantantes de ópera estamos siempre viajando y es una vida muy estresante y quería tener mi refugio.

—Yo siento en los últimos tiempos en el mundo de la ópera que hay más cantantes y menos divos, ¿desde dentro ocurre igual?

—Si, gracias a Dios, si. Eso de los divos está muy anticuado. Lo de los divos es algo pasado, con lo que está todo globalizado ahora, ya no hay nada inaccesible en el mundo de la ópera y en avión llegas en un momento a cualquier teatro del mundo, aunque es más estresante. Eso sí, ahora hay muchos más cantantes pero duran menos tiempo.

—¿Qué le diría usted a una persona que sólo con oír la palabra Wagner huye de la ópera?

—Wagner para mí es casi lo más, además soy miembro de honor de la Asociación Wagneriana, y sólo lo son personas como Victoria de los Ángeles y Montserrat Caballé. A Wagner hay que conocerlo, no sólo escuchar las voces, que a veces son sólo el acompañamiento de la orquesta. La ópera de Wagner es increíble.

—Pero a veces son tan largas...

—Porque antiguamente se hacían otras cosas. Por ejemplo, entre acto y acto del «Tristán» se hacía una merienda, se salía a un jardín..., era otro ritmo de vida.

—¿Los directores de escena son como una losa para los cantantes?

—Hoy en día, sí. Antiguamente eran los directores musicales quienes mandaban. Hoy mandan ellos porque siempre estamos buscando algo nuevo en la ópera, algo espectacular, porque si no, es aburrido o estamos anticuados, algo en plan Hollywood y no sabemos dónde buscar. No sé hasta dónde vamos a llegar, porque va a más. ¿Qué grado de certidumbre tiene eso con lo que querían los libretistas? No lo sé.

—Este «Oro», ¿cómo es?

—Este Oro es espectacular, es como una guerra de las Galaxias, y entiendo que para el público sea así. La gente se queda alucinada. Para mí al principio fue un poco complicado porque al estar suspendido en el aire en una grúa, no es fácil cantar y tener al director abajo. Posturalmente no es fácil, y miro al director de reojillo. Pero trabajar con la Fura es una pasada, y no va a ser la primera vez, voy a trabajar más. Seguro.

—Hace de dios y parece que le han parido para eso, tanto por su voz como por su físico.

—¿Usted es medio bruja? Eso me lo dijo también alguien muy importante hace unos años. Estudiaba canto y me lo dijo Victoria de los Angeles. Me dijo, con su físico y voz, cantará usted Wagner, seguro. Y acertó.

—Pero creo que también pone su voz a músicas no tan mediáticas, como la Música Antigua.

—Si, en efecto. Creé hace unos años un grupo llamado La Capilla Antigua de Chinchilla. En España tenemos ciertos prejuicios, y muchos clichés:como canto ópera no puedo cantar otra cosa, y yo quería cantar música antigua. Es cuestión de técnica. Pero aquí, si cantas esto lo otro no, y nos gusta encasillar a la gente. Y eso me fastidia. Por eso lo creé y ahora acabamos de grabar con Naxos un disco de música sefardí. Además de cantar, toco el arpa medieval y el salterio.

—¿Cree que en España habría ópera sin estar subvencionada?

—Complicado, sería un problema. Pero lo peor son las orquestas, que están muy acomodadas. En el extranjero incluso se va a taquilla. De todas formas en España la ópera funciona bien, muy bien.

—¿Qué papeles le faltan?

—Muchos, pero por ejemplo, «La Bohème» nunca la he hecho, y de Wagner me van a salir cosas, lo sé. Y luego está el Festival de Bayreuth que eso sí sería el culmen de mi carrera.

—¿Tiene problemas de paro?

—No, gracias a Dios, no. De momento tengo contratos hasta el 2014.

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