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La antigua esclusa se jubila

En unos días las máquinas romperan sus muros tras 61 años de actividad. La nueva esclusa jubila una instalación que ha visto pasar miles de barcos, guarda múltiples anécdotas y ha sido vital en el desarrollo de Sevilla

m. d. alvarado

A falta de culminar la reurbanización de su entorno la nueva esclusa está ya en funcionamiento. Sin embargo, la entrada de los barcos en el puerto no se agilizará hasta que se elimine la antigua . Esa operación es cuestión de días. Cuando las máquinas rompan sus muros se dará paso a un nuevo tiempo para la actividad portuaria , aún pendiente del dragado del Guadalquivir, y al mismo tiempo se echará abajo una infraestructura que ha sido fundamental en el desarrollo de Sevilla en las últimas seis décadas . Su historia habla de retrasos y de barcos que se convirtieron en hitos y también de cómo aquella obra que se pensó para ampliar la actividad del puerto se quedó chica.

La construcción de la esclusa hay que incluirla dentro de un ambicioso proyecto de modernización que perseguía por una parte facilitar la navegación e incrementar el tráfico portuario y, por otra, salvaguardar a la ciudad de inundaciones. Eso supuso la puesta en marcha de los que han pasado a la historia con el nombre de los ingenieros que los desarrollaron, el «Plan Moliní», ejecutado entre 1903 y 1926, y el «Plan Brackembury». El primero incluyó la excavación del canal de Alfonso XIII con máquinas de vapor, grúas manuales y animales de carga, y la ejecución de los muelles de Tablada y Delicias; el segundo supuso la apertura del nuevo cauce entre la Cartuja y San Juan de Aznalfarache y el cerramiento del canal de Alfonso XIII mediante la esclusa, con la que el río se convierte en dársena.

El proyecto se aprobó en el año 1927 . Se convocó un concurso para la realización del plan. El Puerto había realizado estudios y proyectos para determinar tanto la ubicación de la esclusa—se determinó en base a la capa de arcilla del terreno—como sus dimensiones. Así se tuvo en cuenta por una parte el calado que tenían los buques de vapor de entonces y la profundidad del canal de navegación del río, que llegaba hasta los 22 pies, 6,70 metros, con lo que se fijó que la esclusa tendría una profundidad mínima de 8 metros de forma que pudieran navegar por ella, en cualquier estado de la marea, buques de hasta 7,7 metros de calado, y que los que superaran esa medida tuvieran que esperar a que la marea facilitara su acceso. Se estableció asimismo que la anchura sería de 24,38 metros y su longitud 200, ocho veces la anchura, la proporción que guardaban la esclusa King George V del muelle de Londres o la del canal de Kiel (Alemania).

La obra se adjudicó en 1929 a «Vías y Riesgos» por 15,8 millones de pesetas (más de 90.000 euros). En el proyecto definitivo colaboró un ingeniero holandés, Josephus Jitta, responsable de la gran esclusa de Ymmiden.

La obra no estuvo ajena a los problemas y dificultades de los tiempos. Sufrió paradas en su ejecución por huelgas, retraso en la recepción de materiales. .. y en 1936 la Guerra Civil estalló sin que estuviera terminada . Luego se fueron produciendo prórrogas —un total de 11— para si finalización, la última hasta el 28 de febrero de 1949. Desde que se había adjudicado la obra habían pasado 20 años. En junio de ese año, con motivo se la jubilación de Brackenbury, una draga del Guadalquivir, que llegó hasta Coria, sería la primera en pasar por una esclusa que salva desniveles en dos sentidos, en bajamar para entrar en el puerto y en pleamar para bajar, con puertas, de dos hojas, que funcionan mediante el principio de los vasos comunicantes y sin bombeo. Tras aquella draga los primeros barcos que pasaron por la esclusa fueron el «Flaostaff Victory» y el «Ciudad de Alicante» el 6 de agosto de 1949. La obra no se recepcionó hasta el 4 de diciembre de 1951 . De los 15,8 millones en los que se presupuestó costó 20,1, es decir se incrementó un 30% respecto al presupuesto inicial.

En estos 61 años han pasado por ellas miles de barcos, en 1960 lo hizo uno de los más grandes, de 22,96 metros de manga y 166 de eslora, aunque fue el «federal Agno» el buque de mayor eslora que entró en el puerto, en 2009, con 182,80 metros. Su utilidad ha quedado demostrada pero ahora los barcos superan en mucho a aquellos buques de vapor y sus medidas limitan la entrada —en 1974 hubo que desmontar las defensas de madera de la esclusa para que pasara el «Marcoazul», construido en Astilleros; la nueva esclusa salvará ese problema.

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