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Juan Pablo II reposa frente a la tumba de San Pedro a la espera de su beatificación

La religiosa que escuchó sus últimas palabras asistió al desplazamiento del féretroMañana se trasladará junto al altar de la Confesión para ser venerado por el Papa y los fieles

JUAN VICENTE BOO

El último viaje de Juan Pablo II —el Papa que recorrió el equivalente a 29 veces la vuelta al mundo— empezó ayer a las nueve de la mañana con un desplazamiento de tan sólo quince metros hasta reposar frente a la tumba de San Pedro en espera de la ceremonia del domingo. Sor Tobiana Sobotka, la religiosa y enfermera que escuchó sus últimas palabras —«Dejadme ir a la casa del Padre»— asistió al traslado del féretro.

Fue un momento de gran emoción, que reunió de nuevo en las Grutas Vaticanas a toda la «familia» de Juan Pablo II: su fiel secretario durante casi cuarenta años, Stanislaw Dziwisz, ahora cardenal de Cracovia; las seis religiosas que cuidaban el apartamento papal a las órdenes de Sor Tobiana; el discreto mayordomo Ángelo Gugel; e incluso el maestro de ceremonias, Piero Marini, testigo del sepelio bajo una losa blanca que pronto viajará a Cracovia pues ha sido regalada como recuerdo para la nueva iglesia del beato Juan Pablo II.

De modo espontáneo, «don Estanislao» se adelantó a besar el féretro de madera, gesto repetido por el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone, Sor Tobiana, las demás religiosas y otros asistentes bajo la mirada conmovida de los operarios de la basílica así como los jefes de la Gendarmería Vaticana y la Guardia Suiza. En realidad se trata de un triple ataúd, construido en torno al primer féretro de madera de ciprés —forrado en su interior de terciopelo carmesí—, que el mundo entero vio durante los funerales que se celebraron el 8 de abril de 2005. Ese féretro fue introducido en un segundo, de plomo, perfectamente sellado, introducido a su vez en un tercero, de madera de nogal, visible durante el traslado y que se encontraba en buen estado de conservación.

Una vez trasladado ante la tumba de San Pedro, los operarios lo cubrieron con un gran paño blanco bordado en oro que seguirá recubriéndolo por completo los días uno y dos de mayo cuando reciba el homenaje de los fieles frente al altar central de la basílica de San Pedro. La ceremonia duró un cuarto de hora y fue acompañado por el canto de las letanías y del «Regina Coeli».

Poco después, el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, anunciaba que a la misa de beatificación del domingo a las 10 de la mañana —concelebrada exclusivamente por el Papa y los cardenales— se sumará el actual arzobispo latino de Lviv, en Ucrania, Mieczyslaw Mokrzycki, más conocido como «Mietek», quien fue secretario personal adjunto de Juan Pablo II durante los últimos diez años de Pontificado.

Un itinerario diferente

Para mayor solemnidad, el itinerario de los concelebrantes será distinto al habitual. Saldrán por el Portón de Bronce y recorrerán el pasillo central de la plaza de San Pedro para subir después la rampa de piedra hasta el altar, cuyos alrededores están ya espléndidamente adornados con flores, setos, cipreses y olivos regalados por la región de Puglia.

El Papa celebrará con el cáliz que Juan Pablo II usaba habitualmente en los últimos años de su pontificado y utilizará también una casulla y una mitra usadas con frecuencia por su predecesor. El hermoso relicario de Juan Pablo II, con forma de ramos de olivo, contiene una ampolla de sangre extraída algunos días antes de su muerte con vistas a estudiar una posible transfusión. Será llevado hasta el altar por dos religiosas, sor Tobiana Sobotka, que era el «ángel custodio» del Papa, y la hermana Marie Simon-Pierre, cuya curación repentina de un párkinson fue declarado como el milagro requerido para la beatificación.

La imagen de Juan Pablo II que será descubierta en la fachada de la basílica cuando Benedicto XVI lea la fórmula de beatificación no es un cuadro o acuarela, como suele ser habitual, sino una fotografía de Juan Pablo II tomada en 1995.

A pesar de su tamaño resultará pequeña comparada con la foto gigante, alta casi el doble de la columnata de Bernini, que adorna el lado sur de la plaza de San Pedro junto a las palabras «Abrid las puertas a Cristo» de su primer mensaje como Papa. Entre los peregrinos que ayer se hacían fotos de recuerdo frente a esa gran imagen había un numeroso grupo de estudiantes de la Universidad de Lublin, en la que Karol Wojtyla fue profesor de Teología Moral y Ética Social. Los jóvenes cantaban en polaco el «Pescador de hombres» de Cesáreo Gabaráin, una canción que gustaba mucho a Karol Wojtyla y cuyo estribillo venía a su cabeza en el momento de la elección papal: «Señor, me has mirado a los ojos/ sonriendo has dicho mi nombre / en la arena he dejado mi barca / junto a ti buscaré otro mar».

A su alrededor y en el resto de la ciudad continuaban los preparativos frenéticos para recibir a un millón de peregrinos y 87 delegaciones oficiales, lógicamente menos que en los funerales por tratarse esta vez de un acto exclusivamente religioso y no de Estado. La beatificación será narrada al mundo por 2.300 periodistas acreditados, procedentes de 101 países.

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