Toros

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Jaime de Armiñán: «Las cámaras también tienen las patas negras y dan cornadas»

Alma del mítico «Juncal», da la alternativa a su hijo Álvaro con la película «La soledad del triunfo»

Día 04/05/2011 - 04.55h

No suena el Gato Montés. Ni hablan Juncal ni Búfalo frente a la Maestranza. Pero el ambiente está impregnado de torería. Jaime de Armiñán, alma de la serie taurina con más solera de la historia, cede los trastos a su hijo Álvaro. «Más que alternativa, sería confirmación. Y a mí lo que se me cede es haber nacido en una familia de artistas. Esa sensibilidad es la que heredo», aclara el vástago. ¿Qué impulsa en pleno siglo XXI a echar la pata p'alante y hacer una película de toros entre tanta embestida anti? «Ha sido pura casualidad, por encargo —cuenta Álvaro—. La idea es del productor, Rogelio Delgado, que pensó que yo sería la persona idónea por haber trabajado en la parte técnica de “Juncal”. El tema de los antis no me preocupa, nunca nos pondremos de acuerdo. Ellos dan sus razones; nosotros, las nuestras». Al quite el progenitor: «Ellos tienen menos razón. Y si no, fíjese en esa hipocresía de la prohibición de las corridas y no de los corre-bous...»

Esta tv movie, que comenzará a rodarse en junio en Sevilla y espera ver la luz en septiembre en televisión —aunque no cierran la ventana al cine—, será bautizada con el nombre de «La soledad del triunfo», basada en la novela de Rafael Moreno, apoderado de Espartaco. Producida por Teyso Media Ficción y con ayuda de Canal Sur y la Junta de Andalucía, la obra pretende huir de tópicos y centrarse «en una figura, manejada por su padre, que se da cuenta de que ha pagado un precio muy alto por llegar arriba, dejando grandes cosas en el camino».

En capilla ya y rezando a su particular estampita, la de San John Ford, hablamos de la jindama. Juncal decía que el torero tenía miedo al de las patas negras, ¿y el cineasta? «A las cámaras, que también tienen las patas negras y dan cornadas», responde Jaime con la naturalidad que admiró siempre en la casa Bienvenida.

¿Es complejo llevar al cine una Fiesta en la que se muere de verdad? «Eso es lo difícil, que alguien se juegue la vida. Hay que poner un toro de verdad y no una cabeza disecada. Lo demás es literatura. Hay que hacerlo real como en “Juncal”, donde Luis Miguel Calvo tomó la alternativa y se llevó una cornada», advierte el padre. Entra al trapo Armiñán júnior: «En “Hable con ella”, las imágenes de Rosarillo están muy conseguidas». Dice las cosas por su nombre don Jaime: «Sí, claro, pero no es lo mismo una cornada de verdad frente a un toro que Rosarillo con un becerro...»

Medio millón de euros

Cuenta el director de «La soledad del triunfo» que en el filme no habrá escenas en el ruedo: «Eso cuesta mucho dinero. Necesitaríamos mínimo 500 extras para llenar una parte del tendido, más cuadrillas, monosabios... ¡Una ruina!». Los presupuestos son breves: medio millón de euros. «Es muy poco, con lo que tenemos que espabilar con talento y creatividad», comenta. Preguntamos al padrino de la ceremonia si con esos dólares se puede conquistar Hollywood. «Claro que sí. Se puede hacer una película tópica y horrorosa o una obra de arte».

[El hilo de la actualidad nos conduce al paso de la Fiesta de Interior a Cultura. Genio y figura la opinión del capitán Armiñán: «Yo creo que eso es una cursilada, pura burocracia. Lo que hay que hacer es arrimarse». ¿Mejor en el de los delincuentes? Ya decía Juncal que las prisas pa los ladrones y los malos toreros... «¡Hay mucho torero ladrón! Un cursi no puede ser torero». Echa un capote Álvaro: «Hay gente pa tó. El toreo es un arte especial, un mundo extraño y maravilloso». «Claro que es un arte, pero también una fiesta cruel —replica el padre—. Hay sangre y se puede morir. Es la vida misma».

¿Se ha perdido esa pasión que despertaba otrora el traje de luces? Toma la palabra el hijo: «La película trata también esa faceta del torero mediático que está manejado por la prensa del corazón. Si el muchacho es guapo y va vestido de luces y con tirantes, claro que atrae. Si levantaran la cabeza otros toreros, se quedarían asustados al verlos en vallas publicitarias anunciando colonias y otros productos». Y remata Armiñán I: «Ahora gustan más los futbolistas, que están forrados. El toreo, salvo para cuatro figuras, es una ruina. Como el cine...»

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