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Maigret en Sevilla

Uno agradece que Alfredo Jiménez Núñez nos haya regalado la aventura sevillana de un detective razonador

Día 18/05/2011 - 07.21h

Conocí a Alfredo Jiménez Núñez en 1985, cuando dirigía el antiguo departamento de Historia y Antropología de América de la Hispalense. Sin embargo, la obra que ahora procedo a comentar no es una investigación científica como tantas que ha publicado sobre Guatemala o los hispanos de Nuevo México, sino una novela policial de genuino linaje literario porque «Asesinato en primavera» (Paréntesis, Sevilla, 2011) es una aventura apócrifa del célebre comisario Maigret que el propio Simenon habría leído honradísimo, ya que la escritura es impecable, los desarrollos de la trama irreprochables y la solución del misterio absolutamente respetuosa del «modus operandi» del comisario Maigret.

En estos tiempos de novelas negras y policías canallas, uno agradece que Alfredo Jiménez Núñez nos haya regalado la aventura sevillana de un detective razonador. Y como resulta muy complicado hablar de una novela policial que debería ser leída sin arruinar la sorpresa, prefiero hacer hincapié en otro de los grandes méritos de «Asesinato en primavera», cual es la reconstrucción de la Sevilla de mediados de los años cincuenta, con sus bares, sus decires y sus criaturas. Aquí la maestría del narrador se funde con la sabiduría del antropólogo, pues Alfredo Jiménez Núñez nos conduce por las calles del casco antiguo de Sevilla hasta una finca de Constantina a través de unos personajes a quienes el narrador dota de una voz singular.

Otro rasgo que retrata muy bien a la sociedad sevillana de «Asesinato en primavera» es la edad de sus personajes y las responsabilidades que asumen. Así, el traductor López tiene apenas 20 años, la viuda Jacqueline Leblanc 31 y el bilingüe inspector Galván 35. Esos tres personajes serían —por su juventud y madurez— inverosímiles en una trama contemporánea, pero Alfredo Jiménez Núñez ha sido capaz de infundirles temores, deseos y pensamientos con una sencillez tal, que de ninguna manera el escéptico lector de nuestros días —más acostumbrado al fracaso, el infantilismo y la irresponsabilidad de los jóvenes de hoy— encontraría chirriante. Y me permito recordar que además de escritor el autor es antropólogo y por lo tanto sabe que los rituales de iniciación de los jóvenes de nuestra época transcurren en «Second Life» y los juegos de la Play-Station.

No quiero concluir sin proclamar mi entusiasmo por la galana escritura de Alfredo Jiménez Núñez. Con honrosas excepciones, la prosa de los historiadores y demás científicos sociales propende a la aridez y el acartonamiento, pero en «Asesinato en primavera» la escritura es tersa, exacta y austera, sin renunciar a la miniatura primorosa o al pudor elocuente, relámpagos que restallan luminosos y sensuales cada vez que el comisario Maigret contempla Chantal Plon o en Jacqueline Leblanc.

Como Holmes, el padre Brown o Hércules Poirot, el comisario Maigret le pertenece a sus lectores, y gracias a Alfredo Jiménez Núñez siempre recordaremos que también vino a Sevilla a resolver un crimen y disfrutar de la primavera.

www.fernandoiwasaki.com

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