LUIS FRONTELA CARRERAS, CATEDRÁTICO DE MEDICINA LEGAL
«Sé cosas del caso Mariluz que no puedo desvelar si no me autoriza un familiar»
Las investigaciones criminológicas de Luis Frontela no pasan inadvertidas. A menudo descubre cosas que otros colegas no ven y eso le ha dado prestigio, pero también le ha granjeado enemigos

—Con miles de de autopsias hechas y habiendo participado en múltiples investigaciones criminológicas, imagino que tendrá material para una amplia autobiografía.
—No lo descarto en un futuro. Ahora escribo «Luces y Sombras de la Medicina Legal», donde expongo casos de mi experiencia profesional relativos a inocentes que estaban en prisión y de asesinos descubiertos cuando parecían crímenes perfectos.
—¿En su biografía contestará a las críticas que recibió de otros colegas?
—Han querido y quieren maltratarme, pero yo no me siento maltratado porque me resbalan las críticas. En segundas autopsias he descubierto datos que no se habían visto en la primera autopsia y eso ha originado que cuando yo intervengo teman que halle algo no visto antes. Para que yo hiciera una segunda autopsia, otros forenses han llegado a mandarme cadáveres sin vísceras o mutilados.
—¿Hubiera sido muy diferente su vida de haberse marchado a EE. UU?
—Totalmente. Me pesa no haberme ido porque creo que he quemado inútilmente muchos años de mi vida. En el extranjero se ayuda a la persona que tiene méritos, que es emprendedor... Aquí a veces surge el deporte nacional: la envidia. Cuando yo volví a España después de formarme en el extranjero hubo gente muy relevante que me criticó por poner fotografías en un informe. Decían: ¡Qué asco poner fotografías de muertos!
—¿Cuál es la investigación de la que se siente más satisfecho?
—La que originó la detención de Manuel Villegas, uno de los mayores asesinos en serie de España, al que se le achacan al menos 35 muertos. Todo comenzó cuando se halló un cadáver en el río. Se pensó que se había ahogado. Cuando hice la segunda autopsia descubrí que lo habían estrangulado, pero de una forma tal que demostraba que lo había matado un asesino con experiencia en artes marciales acostumbrado a matar y que seguiría matando. Eso nos llevó al asesino.
—¿Y cuál es el caso que que más absorto le tuvo?
—El de una niña hallada muerta en un pozo de Ayamonte. En la primera autopsia se concluyó que murió de muerte natural. Yo hice la segunda autopsia. No vi violencia, pero encontré una fibra de algodón en la boca, que una vez analizada tenía éter. Se descubrió que en una farmacia de Huelva una pareja alemana de amantes había comprado éter y lo habían utilizado para matar a la hija de ella porque no se le dejaban hacer sus cositas por la noche. Se creía que era una niña gitana, pero por el estudio antropológico descubrí que era de Centroeuropa. Se comunicó a la Interpol y apareció un padre en Alemania que dijo que su hija había desaparecido en un viaje de su mujer a España. Era su hija.
—¿Qué caso no resuelto le ha dejado un regusto amargo?
—El de Los Galindos. Uno o dos meses antes de prescribir el delito, con un moderno láser que acababa de recibir de EEUU, vi en la escopeta una huella que podría ser del asesino. Hubiera hecho falta mandar esa escopeta a Scotland Yard. Se lo dije a la acusación particular, pero dejaron prescribir el asunto.
—Imagino que a lo largo de su carrera ha vivido situaciones curiosas.
—En Valencia llegó un hombre a un hospital con un infarto. A los veinte minutos lo dieron por muerto, metiéndolo en una cámara de cadáveres. Por la tarde se presentó el juez con el médico forense. Cuando abrieron la cámara, el supuesto muerto está roncando y tenía buen color. Estuvo en la UCI un mes. Murió por una septicemia provocada por haber estado en la cámara de cadáveres.
—Usted afirmó que el síndrome tóxico no se debió al aceite de colza, sino a la ingesta de plaguicidas. ¿Por qué no le hicieron caso?
—No sé por qué, pero puedo decir que llamé al profesor Vetorazi, secretario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando descubrí que no era el aceite de colza. En esa conversación, que tengo grabada, él me contestó que ya lo sabía. ¿Ah?
—Los letrados de José Ortega Cano intentan invalidar la prueba de sangre argumentando que se ha roto la cadena de custodia de esta prueba.
—Desconozco el caso pero sí puedo decir que por desgracia a veces en España no se cuida esa cadena de custodia y eso es peligroso.
—Respecto al Caso Mariluz, hubo dos informes de autopsia muy diferentes. ¿Sabemos realmente las causas de la muerte?
—De este caso no puedo hablar porque prometí a un familiar de la niña secreto total. No puedo hablar salvo que esa persona me autorice a revelar lo que sé o me lo pida el juez.
—¿Cree que el o los asesinos de Marta del Castillo destruyeron el cuerpo para destruir pruebas?
—No lo sé, pero para descubrir la verdad hay técnicas de interrogatorios y no digo que se emplee la tortura física ni siquiera el detector de mentira o el suero de la verdad.
—¿Qué opina de las denuncias de robos de bebés?
—Hace tres meses realicé la exhumación del cadáver de un bebé ante su madre. Esa madre enterró a su hija bebé y cuando se abrió la tumba no había nada. ¿Por qué? Muy sencillo. Los recién nacidos tienen cartílagos, en lugar de huesos. Los cartílagos se pudren, se convierten en líquido, luego se evapora y no queda nada. Que no se molesten con la vía de exhumación de cadáveres de bebés porque no van a encontrar nada. La vía acertada para buscar presuntos bebés robados son las pruebas de ADN.
—¿Por qué pide una mayor formación y especialización de los médicos forenses?
—En España hay médicos que han podido acabar la carrera sin haber hecho una autopsia y después presentarse a las oposiciones para ser forenses. Yo no concibo que no se exija la especialidad de Medicina Legal para ser médico forense o que existan médicos forenses interinos, es decir, que haya médicos que puedan ejercer la Medicina Legal sin ser especialistas ni sacar una oposición.
—¿Es creyente?
—Sí. Sería una injusticia biológica que no hubiese algo en el mas allá.
—Después de haber tratado tanto con la muerte, ¿cómo la definiría?
—La muerte es el cese de la vida y no es un instante, es como adentrarse en un túnel, donde hay diferentes estadíos: muerte aparente, relativa, intermedia y absoluta. Dicen que hay personas que han vuelto de la otra vida, pero no es eso. Lo que pasa es que han venido de una muerte relativa.
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