Rafael Agredano, la pintura como disfrute y provocación

Rafael Agredano fue un «enfant terrible» o mejor uno de ellos, de aquellos pintores que en los inicios de los años 80 decidieron reivindicar la pintura por encima de todo. Se constituyeron como el «grupo de Sevilla» porque todos estudiaban en la Facultad Hispalense de Bellas Artes. Ellos eran, además de Agredano, Guillermo Paneque, Patricio Cabrera, Pepe Espaliú, Ricardo Cadenas, reunidos entorno a la galería «La Máquina Española», creada por Pepe Cobo.

El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo inauguró anoche la primera exposición individual de Rafael Agredano en un museo, bajo el título «Prólogos» y que ha comisariado Esther Regueira.

Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC, puso de manifiesto la importancia de esta generación en el desarrollo pictórico de Sevilla. En la exposición, en lugar prioritario, los números de la mítica revista «Figura», creada por Paneque y Agredano, «yo creo que la revista contribuyó a la revitalización de la plástica contemporánea andaluza. Y la subvencionaba la Consejería de Cultura. Entonces la administración era mucho mas atrevida», asegura Agredano.

D El pintor siempre ha permanecido cercano a las manifestaciones culturales y contraculturales que se produjeron en momentos de profundas transformaciones socio políticas en el estado español, desde finales de los años setenta hasta los noventa, «siempre he creído que la pintura es un disfrute. Me tocó vivir aquella España feliz que se abría a la democracia, y nosotros, que veníamos de correr delante de los “grises”, abandonamos la reivindicación política para reivindicar la pintura», afirma. Pero fundamentalmente desarrolló su labor en la efervescente década de los ochenta, dirigiendo su interés hacia el arte, música, moda y literatura. Sobre este aspecto, el artista escribió en su manifiesto «Titanlux y moralidad», publicado en el primer número de la revista «Figura», en 1982: « ...los estudios no están para clavarse puñales, sino para pintar. Dejadnos abrir ventanas para que entre la contaminación artística y dejadnos ser frívolos, eclécticos, dialécticos: que conciliemos el internacionalismo con el localismo, la tradición con la innovación…». «Yo sólo tenía una idea, que a la pintura le faltaba cabaret y le sobraba espíritu conventual, moralidad, trascendencia».

En ésta, su primera exposición individual en un museo, se puede apreciar cómo Rafael Agredano, recurriendo a la parodia y a la sátira, a la crítica y a la ironía —y en ocasiones haciendo de la provocación un ritual— lleva años abordando en su trabajo, cuestiones de actualidad sobre el género y la identidad, «algo que ahora está muy en boga pero que Agredano hizo hace casi treinta años», afirmó Regueira, «su aproximación a estos debates puede considerarse como pionera y visionaria».

Como capítulos de una novela, se presentan varias series de la obra de Agredano como «L'esprit de l'escalier en Andalousie», en la que el artista pasea su mirada por la iconografía kitsch de la muerte en los cementerios de Andalucía; «Los sucesos de Avignon» según la narración del marinero, revisión personal de una «obra maestra» de la historia del arte; «La belle excentrique», dibujos realizados sobre una partitura de Satie, y, finalmente, las «Escenas pastorales del sur galante», fotografías nocturnas del Polo Químico de Huelva, «donde antes estuvo el vergel de Juan Ramón, de cuyos libro yo tomo varios textos».

Estas obras comparten sala con otras de nueva producción, así como una serie de dibujos eróticos presentados con la música a piano compuesta especialmente para la muestra por el grupo sevillano Taller Sonoro.