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palomares del río

El crimen de la casa embrujada

¿Puede un fantasma ser testigo de un asesinato? Para muchos vecinos de la localidad sevillana de Palomares del Río, la pregunta tiene una clara respuesta afirmativa

El crimen de la casa embrujada JOSÉ GALIANA

josé luis garcía

¿Puede un fantasma ser testigo de un asesinato? Para muchos vecinos de la localidad sevillana de Palomares del Río, la pregunta tiene una clara respuesta afirmativa , pues no son pocos los que creen que la casa a medio derruir que se alza junto al pueblo, en un camino rural, todavía es residencia de “la loca” y que su espectro se pasea de noche por la vieja edificación, entre cuyas paredes, cuenta la leyenda, fue encerrada una joven cuyos amores con el guardián de la finca prohibieron sus padres . La joven perdió el juicio y murió sin haberlo recobrado

La casona ha sido tanto objeto de curiosidad como de temor popular. Pero también refugio de indigentes y drogadictos de la zona, que han ocupado sus estancias para dar rienda suelta a su adicción, ajenos a que sobre la casa pesa la leyenda de un fantasma que se niega a abandonar el lugar donde Gabriela murió loca de amores y de razón.

Uno de esos esporádicos visitantes de “la casa de la loca” , como pronto la bautizó el imaginario popular a partir de los extraños fenómenos paranormales que allí comenzaron a darse, fue José Antonio Cordero Garrido, alias “el Chato”, a quien, el 26 de julio de 2010, mató a golpes en la propia casa Juan Lara Gómez, un vecino de Coria del Río con el que había estado consumiendo drogas junto a una prostituta que poco después del crimen desapareció y de la que no ha vuelto a saberse absolutamente nada.

Para el fiscal, fue la sospecha de que “el Chato” y la mujer habían mantenido relaciones sexuales lo que llevó al asesino a pertrecharse de un martillo con el que destrozó la cabeza a su víctima , aprovechando para ello que se había agachado para atarse los cordones de los zapatos, una vez que lo vio regresar de su propio coche, donde había estado junto a la mujer. Tras los primeros golpes de martillo, el homicida se aseguró de que acababa con la vida de su víctima aplastándole la cabeza con una piedra.

José Antonio, por cuya muerte Juan Lara pasará doce años en prisión, se convertía así en una nueva víctima de “la casa de la loca” .

No faltará ahora quien diga que sobre el viejo edificio pesa una maldición desde que Gabriela Ciaurriz , que así se llamaba, murió entre sus paredes, tras ser primero encerrada en vida y luego, al fallecer sus padres, dejarse morir, loca, en la que había sido la casa donde se le negó el disfrute de sus amores juveniles con el guardián de la finca.

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