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Caso Bretón: coartadas que se resquebrajan

La mayoría de los testigos que ha comparecido hasta ahora en el juicio al presunto infanticida han desmontado la versión del acusado sobre la desaparición de sus hijos

Caso Bretón: coartadas que se resquebrajan V. MERINO

davinia delgado

Uno tras otro, los testigos (más de 60) que han comparecido en el juicio a José Bretón, procesado por el presunto asesinato de sus dos hijos el 8 de octubre de 2011, han ido dilapidando, a lo largo de las nueve sesiones celebradas, los endebles cimientos de su verdad, de una historia que ya apenas se sustenta. La versión que defiende el encausado es diametralmente opuesta a la prestada por los declarantes. A priori, el hecho de que se siembre la duda es beneficioso para el inculpado de acuerdo al principio jurídico «in dubio pro reo». Sin embargo, existen múltiples indicios más que consistentes que hacen tambalear la presunción de inocencia del progenitor, aunque no sea posible aseverar por métodos empíricos que haya sido el autor del crimen.

Antes de la desaparición

Relación de pareja

La premisa que explica, según las acusaciones, la presunta comisión del infanticidio fue la venganza. José Bretón quiso dar un escarmiento a la que había sido su mujer durante nueve años, Ruth Ortiz, después de que ésta decidiera separarse, dañando lo que más quería: sus propios hijos. Sin embargo, el encausado defendió en su declaración que no sentía animadversión por su exesposa, cuya relación definió como «normal, sin altibajos. Me considero una persona cariñosa y no he hablado nunca mal de mi mujer». Versión muy diferente fue la prestada por algunos testigos, amigos del matrimonio, que coincidieron al señalar el desprecio con el que el inculpado trataba a Ortiz, a la que insultaba con frecuencia. «Ya no queríamos quedar con él porque rozaba el maltrato», dijo una testigo. Otro relató cómo el mismo día que iba presentársela a su pandilla, en una caseta de la Feria de Córdoba, la levantó de la silla, se acomodó él y dejó a Ruth de pie.

Compra de gasoil

Las pesquisas apuntan a que, entre el 19 de septiembre y el 7 de octubre, el procesado adquirió 270 litros de gasoil que, según la investigación, sirvieron para quemar a los niños en una hoguera que alcanzó 1.200 grados y sobre la que arrojó combustible para mantenerla a esa temperatura. El acusado justificó la compra en que su coche gasta mucho, que por eso llevaba garrafas llenas la tarde anterior a los hechos y que lo adquiría de ese modo porque se ahorraba ocho euros cada vez. Algunos de los empleados de la gasolinera declararon que «sólo con el depósito lleno tiene para ir y volver de Huelva a Córdoba».

Visitas a Las Quemadillas

El procesado siempre ha negado que hubiera visitado Las Quemadillas poco después de la separación. Las acusaciones argumentan que estuvo allí, al menos, una decena de ocasiones donde «comenzó a idear la posibilidad de causar un daño grave a su esposa», según el juez instructor. Bretón manifestó durante su comparecencia que eso es totalmente falso. Pero varios vecinos aseguraron haber visto luces encendidas en la casa del acusado. «Nuestros perros ladraban sin parar, como suelen hacer cuando vienen los padres del encausado a la parcela», dijeron.

La jornada previa

¿Un padre ejemplar?

En su declaración, Bretón se mostró como un padre ejemplar, que se encargaba siempre de los menores y a los que «quiero con locura. Son lo más importante de mi vida», afirmó. Incluso se negó a que el fin de semana de autos Ruth se quedase con los niños, pese a que él tenía una boda. Sin embargo, el 7 de octubre, llegó a Córdoba, dejó a los menores -con los que tantas ganas tenía de estar- en casa de su hermana y se fue a Las Quemadillas.

Llamada a una antigua amiga

La razón por la que se desplazó hasta la parcela fue, según relató, para buscar el teléfono de una amiga a la que no veía desde hacía más de quince años. «Me acordé de ella», dijo. Pero la propia mujer, que declaró en la vista, aseguró que Bretón la llamó hasta tres veces (el 7, el 16 y el 17 de octubre) para tratar de quedar con ella. La explicación que la testigo dio a esta inusitada insistencia es que intentó utilizarla de coartada.

El día de los hechos

Mañana en la parcela

El 8 de octubre, el acusado acudió con sus hijos a casa de su hermana sobre las 10.30 horas. Ésta y su marido aprovecharon la visita para dejarle sus hijos a Bretón e ir a comprar a Carrefour. El procesado asegura que se quedó con los menores hasta que regresó Catalina y José Ortega, pero existen varias pruebas testificales y periciales que lo sitúan en Las Quemadillas hacia las 11.15 horas. En concreto, un vecino de la localidad de El Carpio aseguró en el juicio que vio al supuesto infanticida esa mañana cerca de la parcela.

Por otro lado, diez minutos antes, una cámara de seguridad grabó un coche idéntico al de su hermana, un Kia Picanto gris metalizado, estacionando 20 metros antes de la entrada de la finca familiar, a la izquierda, algo que ratificó en la vista el comisario a cargo de la investigación, Serafín Castro: «Se corroboró nuestra teoría», dijo el responsable del caso.

Quedada con unos amigos

Las acusaciones mantienen que a su regreso a casa de su hermana, esperó su llegada y le recriminó su tardanza porque había quedado con unos amigos para almorzar. Durante el juicio, Bretón dijo que «tenía pensado» presentarse en casa de estos conocidos, pero que no los llamó para concretar nada. «No lo hice porque no sabía si iba a quedar con ellos o con otra pareja», manifestó. Sin embargo, tanto los unos como los otros desmontaron su versión, asegurando que no habían acordado verse ese mediodía. Además, lo que no se explican los investigadores es que si el encausado tenía la intención de ir al domicilio de esos amigos, ¿por qué tomó el camino contrario con su coche? ¿Y por qué no rectificó cuando tuvo la oportunidad?

Objetivos indiscretos y hoguera

El procesado afirmó ante el tribunal que, tras decidir que no iría a almorzar con sus conocidos, se dirigió hacia la finca. Al llegar, dejó a los niños durmiendo en el coche y él estuvo quemando recuerdos y otras cosas de Ruth Ortiz en una hoguera que hizo. Después, sobre las 17.15 horas salió de la parcela para ir al Parque Cruz Conde, donde había quedado en verse con sus hermanos. Las cámaras que se encuentran en la Ciudad de los Niños -tal y como pusieron de manifiesto algunos de los investigadores que han comparecido en el juicio- grabaron a Bretón en su coche. E iba solo. Los agentes del caso aseguran que los menores nunca salieron de Las Quemadillas.

En cuanto a la fogata, Bretón no explicó por qué la hizo en un lugar de paso, inusual (los investigadores apuntan que ésa es una de las zonas más escondidas de la finca). Incluso, poco después de la desaparición, ocultó a los agentes que la había hecho. Tampoco dijo por qué colocó una mesa de metal en medio ni cómo es posible que las llamas alcanzaran tal virulencia que hasta quemaron los naranjos cercanos. Negó haber utilizado acelerante, pero los análisis demuestran que sí usó algún tipo de combustible.

Tiempos que no cuadran

Por otro lado, tal y como puso de manifiesto, entre otros, el inspector jefe de la Brigada de Policía Judicial de Córdoba, las reconstrucciones sobre cómo se produjo la pérdida, siguiendo las indicaciones de Bretón, prueban que el acusado miente. Primero, por el lugar y la forma en la que aparcó el coche, cuya puerta trasera, por la que se supone que sacó al pequeño José, topaba con una señal de tráfico. Además, las llamadas registradas en su iPhone ponen de manifiesto que José se comunicó con su hermano por última vez antes de la desaparición a las 18.08. A las 18.17 volvió a llamarlo para avisarle de lo sucedido. No obstante, tendría que haber precisado de, como mínimo, 13 minutos para llegar, perderlos y estar un rato buscándolos.

Testigos del parque

A lo largo de la vista también han declarado varias personas que estuvieron en el Parque Cruz Conde la tarde del 8 de octubre de 2011. Ninguna vio ni a los niños ni al numeroso grupo de gente entre el que, tal y como mantiene Bretón, se perdieron sus vástagos.

Por otro lado, si bien no supone un resquebrajo de su versión, sí que constituye un indicio a tener en cuenta: Los amigos de José lo describieron como un hombre controlador y escrupuloso, un padre muy pendiente de sus hijos. Ninguno se cree que perdiera a los menores en el parque ni que se sentara en la barra de ejercicios donde dice que se apoyó un rato. Ninguno.

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