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Tal día como hoy

Los días finales de Rafael Escuredo

Se cumplen treinta años de la primera dimisión de un presidente de la Junta obligado por su partido, el PSOE

Los días finales de Rafael Escuredo sanvicente

félix machuca

Tal día como hoy de 1984, Rafael Escuredo presentaba su forzada dimisión como primer presidente del Ejecutivo andaluz. Entre 1979 y 1982 (fecha en la que Felipe González gana en octubre las elecciones generales) aquel joven abogado de pelo ensortijado, discurso fácil y trato directísimo y popular, se recorre Andalucía en un Supermirafiori prestado por la Diputación, chófer incluido. Y en ese camino iniciático descubre paisaje y paisanaje. Y posiblemente se hace andalucista. Unos dicen que el actor se creyó su propio personaje. Otros dicen que descubrió una tierra que necesitaba dos herramientas para salir de su postración: la socialdemocracia escuredista y la bandera que le arrebató, políticamente, al andalucismo. Ambas herramientas movilizaron a una comunidad que lo seguía como si Escuredo fuera un gurú.

Pero ese respaldo masivo de la gente no impidió que la política felipista de Madrid lo devorara. ¿Causas? Treinta años después aún hay bocas selladas por la prudencia. En el entorno de Rafael Escuredo se barajan «celos y recelos» nacidos y alimentados en los pasillos privados del primer gobierno felipista. No veían con buenos ojos que aquí abajo hubiera nacido un líder carismático que, por ejemplo, en los estudios de estimación de la TVE de la época, daba más y mejor que Felipe González.

Los celos por cuota de pantalla, no obstante, no explican un descabalgamiento político. En Madrid no acababan de ver claro la deriva populista de Escuredo, esa fusión entre la socialdemocracia y el andalucismo que, de hecho, lo había colocado a la altura política de los líderes nacionalistas del momento. Pero sin el resabio excluyente de posteriores derivas soberanistas. Un partido, entonces, tan jacobino como el PSOE, no podía permitirse ciertos viajes suelto de manos.

Llega el día en que Madrid le envía a Escuredo la cabeza cortada de un caballo para meterla en su cama. Fue el episodio del chalé de Simón Verde. La caballería ligera del periodismo progresista de la época envió a sus sicarios hasta Sevilla para desprestigiar la imagen de Escuredo. Le montaron un reportaje donde se salpicaba el modo ventajista que, supuestamente, le había otorgado Dragados y Construcciones al presidente para levantarse un chalé de tipo medio en Simón Verde.

Pero eso era lo de menos. Lo más relevante fue que Madrid había enchufado la máquina de picar carne. En aquel invierno del 84, el presidente, en un último intento a la desesperada por salvar una situación irreversible, se entrevista en Madrid con Alfonso Guerra. Dicen que fue un encuentro duro, descarnado. Pero lo suficientemente claro como para que Rafael Escuredo saliera del despacho del «vicetodo» convencido de que su proyecto y él estaban muertos.

Al día siguiente, por petición expresa del aún presidente, se reúne la ejecutiva regional que lo había abandonado y donde Escuredo iba a presentar su dimisión. En esa ejecutiva, Pepe Rodríguez de la Borbolla, le plantea que reconsidere su postura. Esto que escribo a continuación no puedo asegurar si es realidad o leyenda urbana. Pero se comenta que, en ese cónclave regional, cuando «Pepote» le dice a Escuredo que se plantee su dimisión, el sacrificado líder andaluz, con una de sus salidas marca de la casa, contestó: «Pues mira, a lo mejor lo hago y me quedo». Siguieron unos minutos gélidos en los que, el todavía presidente, llegaría a comentar que estuvieron a punto de entrar los camilleros… No fue así.

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