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política

Susana Díaz cumple su primer año en la Junta con la corrupción a cuestas

La presidenta cumple el miércoles un año en la Junta, 365 días en los que las cosas han ido mejor para ella que para Andalucía

Susana Díaz cumple su primer año en la Junta con la corrupción a cuestas francis silva

manuel contreras

«Frente a quienes comparecen ante la sociedad sosteniendo que se está haciendo lo único que se puede hacer, frente a quienes dicen que nada distinto o alternativo puede llevarse a cabo, frente a quienes consideran que gobernar es limitarse a gestionar las imposiciones de terceros, el proyecto que hoy les presento se basa, precisamente, en no resignarse y en cambiar las cosas». Con este discurso reformista Susana Díaz asumió el 3 de septiembre de 2013 la Presidencia de la Junta. Un año después, la dirigente se ha erigido en una referencia capital del socialismo español, aunque apenas ha promovido cambios estructurales en Andalucía más allá de algunas medidas para desmarcarse de la corrupción y la sistemática confrontación con el Gobierno de Rajoy. Las cosas en estos 365 días han ido muy bien para Díaz, convertida en líder nacional, pero Andalucía apenas ha visto cambiar en algo su comprometida situación. Esta es la crónica del año I después de Susana.

Desmarcarse del pasado

La primera obsesión de Susana Díaz fue marcar distancia con el pasado más inmediato para ponerse a salvo de los lodos de la corrupción. Conformó un Gobierno con pureza de sangre y tanto Manuel Chaves como José Antonio Griñán desaparecieron de la vida pública. Utilizó técnicas de mercadotecnia y acuñó un eslógan casi de cuña publicitaria, «un tiempo nuevo», para definir su mandato como un amanecer tras una noche con pesadillas en forma de procesos judiciales. La presidenta ha alardeado de medidas de transparencia y ha modificado algunos protocolos administrativos que fomentaban el favoritismo en las concesiones, aunque la proliferación de escándalos eclipsa cualquier avance en este sentido. Por otra parte, el partido sigue sin tener un catecismo claro respecto a los implicados en las tramas de corrupción y ha actuado de forma subjetiva, ya que se ha mostrado contundente con unos y comprensivo con otros.

Posicionarse en el PSOE

Ha sido la segunda gran preocupación de la presidenta en este primer año de mandato, y en este ámbito ha cosechado un rotundo éxito. Cuando llegó al palacio de San Telmo apenas era conocida fuera de su Sevilla natal y ni siquiera mandaba en el PSOE andaluz; doce meses después es la voz más influyente en el PSOE federal, probablemente incluso por encima de la del propio secretario general. Díaz manejó con habilidad su irrupción en la política nacional en un momento de déficit de liderazgo en el partido, y solo su reticencia a someterse a unas primarias evitó que sustituyese a Pérez Rubalcaba. La impresión extendida es, en cualquier caso, que la presidenta acabará en Ferraz en cuanto que los astros se alineen.

Pacificar el partido

Parece que fue hace mucho más tiempo, pero es necesario recordar que cuando Díaz sustituyó a Griñán el PSOE andaluz era un gallinero, con provincias levantadas en armas contra la dirección regional. Susana Díaz asumió la secretaría general del PSOE en noviembre y apenas necesitó unos días para poner la casa en orden: supo integrar a las corrientes más críticas y ajustar los equilibrios para cohesionar al partido. Hoy en día el PSOE andaluz es una piña entorno a la presidenta, como se pudo comprobar con el apoyo masivo a Pedro Sánchez en las primarias.

Tensión con los socios

A la presidenta no se la ve cómoda con los socios de IUCA. Más allá de la crisis de la Corrala Utopía, en la que llegó a arrebatar por unas horas las competencias de vivienda a la Consejería de Fomento, la presidenta ha expresado con frecuencia unos lamentos genéricos —«no me lo están poniendo fácil»— que apuntan a un malestar casi permanente con sus vecinos del consejo de Gobierno. La recién iniciada negociación por los presupuestos de 2015 están mostrando en estos días la falta de sintonía entre dos formaciones preocupadas en amortizar electoralmente su presencia en el Ejecutivo andaluz, después de que las relaciones hayan sido más o menos cordiales desde que se recondujo la crisis de la Corrala, el pasado mes de abril. En las próximas semanas veremos si esta vez se rompe la cuerda del todo.

Pasividad legislativa

Basta un repaso de los consejos de Gobierno para comprobar que el primer año de Susana Díaz ha sido mucho más lucido de puertas hacia afuera que hacia adentro. La hiperactividad política de la presidenta no se traslada a su acción de gobierno, ya que todavía no ha visto la luz ninguno de los 31 compromisos legislativos previstos en el pacto de Gobierno. Al Parlamento apenas han llegado más iniciativas que la Ley de Transparencia y la Ley de Memoria, que es improbable que lleguen a ser aprobadas en este mandato. La medida de más calado aprobada por el Gobierno, la normativa para impedir los desahucios con las expropiaciones a los bancos, fue paralizada por los tribunales. Toda la actividad del Gobierno se reduce a constantes recursos contra las reformas de Rajoy, que es quien parece marcar la agenda del pacto de PSOE-IU.

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