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Universidad

El lago investigado de Las Tendillas

Una tesis aborda qué hay de verdad en la leyenda del acuífero que existe bajo la plaza

El lago investigado de Las Tendillas VALERIO MERINO

RAFAEL RUIZ

Todo el mundo en Córdoba ha escuchado hablar, alguna vez, del mitológico lago de las Tendillas. Una cueva legendaria donde se puede ir en barca entre estalagtitas y estalagmitas. Con entradas secretas que los vecinos ponen a buen recaudo. Una investigadora de la Universidad de Córdoba, la doctora Guadalupe Pizarro, ha enfocado la leyenda desde un punto de vista científico en sus tesis «El abastecimiento de agua a Córdoba. Historia y Arqueología», una vasta investigación sobre los procesos por los que los cordobeses de todas las épocas han calmado su sed.

La presencia de bolsas de agua como la que, dice la leyenda, se encuentra bajo las Tendillas forma parte de ese trabajo. Y es que la Córdoba fundacional romana se creó donde se creó tanto por la ubicación del Guadalquivir como por la posibilidad de explotar acuíferos abundantes que procedían de la Sierra alimentados por arroyos que hoy son parte del callejero.

«En lo que hemos podido observar», dice la tesis, «la ciudad fundacional se emplazó sobre un auténtico acuífero libre aluvial cuyas aguas se explotaron con distintos fines a lo largo de la historia, bien tomándolas de los pozos domésticos horadando desde la superficie, bien derivándola a puntos más alejados del supuesto lago». La idea es sugerente. El lago de las Tendillas, además de una popular leyenda, es una clave en la ubicación misma de Córdoba. Un punto cercano entre la superficie y la capa freática donde obtener agua abundante y limpia.

La arqueología ha permitido documentar aljibes, alcubillas, arcas y conducciones que tenían la finalidad «de optimizar», dice el trabajo, ese acuífero. Es más, existe constancia directa de las cavidades que ha generado el agua al filtrarse por el subsuelo. Una mezcla de gravas del cuaternario y de margas impermeables, que es lo que se encuentra en la parte de la ciudad que se extiende entre la actual plaza de las Tendillas y de la de Jerónimo Páez (o del Arqueológico).

La presencia del lago de las Tendillas, como leyenda, puede datar de los años 20 del siglo pasado aunque las realidades objetivas forman parte de la historia de la ciudad. Todos los caminos llevan a la calle Juan de Mena o, en su defecto, a la actual iglesia de la Compañía. Y a un contexto. La forma en la que la Córdoba musulmana abastecía de agua a sus habitantes mezclando pozos privados con canalizaciones.

En muchos casos, se produjo una reutilización de infraestructuras hidráulicas romanas que, a su vez, han  estado en uso hasta hace muy pocas décadas. Aguas que, en esa etapa, se transportaban hasta las casas por medio de azacanes y que eran de mayor calidad que las que se obtenían de los pozos. El trabajo de investigación asegura que la bolsa de agua de las Tendillas (otra hipótesis es que sea la de la Fuenseca) pudo ser uno de los manantiales más importantes de la Córdoba de la época con el nombre de ‘Ayn Farqad «que era de las más hermosas de la ciudad» y dedicada a un asceta del siglo VIII. Se presume que tuvo hasta fuente ornamental,

La casa del agua (en realidad, hay varias con ese nombre) de la calle Juan de Mena, hoy un edificio de viviendas, pudo tener uso ya en esa época como origen del venero que partía del interior del recinto amurallado de la Medina y discurría hacia la zona Sur, explica el trabajo de la investigadora de la Universidad de Córdoba. El caudal hasta la calle de la Feria, donde existía una suerte de depósito.

En el siglo XIII, Fernando III el Santo no solamente donó edificios a la Iglesia. También aguas a las congregaciones que fundaban templos en la nueva etapa de una ciudad a cristianizar. El venero de Santo Domingo (el nombre original de la plaza de la Compañía) está ampliamente documentado, arranca en la zona de las Tendillas y se relaciona con el mítico lago. Lo que se puede rechazar, dice la tesis, es que el manantial nazca bajo el altar mismo del templo como se ha escrito. Bajo la parroquia existe una cripta.

Sí se sabe que existe o existió una conducción que llega hasta el subsuelo de la sede de la Real Academia, donde estuvo el Cabildo o Ayuntamiento viejo hasta 1594 «porque el consistorio también se beneficiaba del reparto de las aguas», explica la tesis. Restos arqueológicos así lo han documetado. Por efecto de la ley de la gravedad, el caudal bajaba hasta una alcubilla de reparto en la calle de la Feria donde existían tres conducciones de distribución. Una para la Iglesia de San Pedro el Real (hoy San Francisco, donde ya había una fuente similar a la actual), otra hasta San Pablo (también producto de las donaciones de Fernando III) y una tercera a la fuente de la calle de la Feria. Desde 1796, atar bestias a esa fuente o provocarle daños tiene pena de cuatro ducados.

La bodega de la casa del agua de Juan de Mena fascina desde hace décadas. Sobre todo, desde que se produjo la visita de los investigadores Manuel Salcines, Manuel Ocaña, el ingeniero Juan Chastang y el periodista Sebastián Cuevas en 1981. Con 93 años, Chastang asegura que profundizaron hasta donde fue seguro y que nunca se indagó más por falta de presupuesto aunque no hay más misterio que el de la geología y el de una ciudad con la capa freática en estado superficial.

La investigadora de la UCO da fe del estado de la entrada al misterioso manantial, cuyo acceso se suponía sellado, desde la casa donde el PSOE quemó los ficheros de militantes la noche del 23 de febrero. El sótano un lugar húmedo, con tres vanos de escaleras dotadas de un sistema para transportar el agua de la lluvia. «Sus aguas están quietas, no parecen discurrir hacia ningún punto». afirma la tesis, que intenta poner luz, raciocionio e investigación científica en la leyenda del lago de las Tendillas .

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