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EL TACÓN DE SÓCRATES

¿Ascender entre pitos?

Seguramente le vino bien aquel día infernal ante el Murcia en un estadio semivacío y con ambiente de crispación

POR PACO MERINO

«El mundo parece un lugar totalmente distinto después de dos victorias seguidas»

Gordon Strachan

(ex jugador y entrenador escocés)

Seguramente le vino bien aquel día infernal ante el Murcia en un estadio semivacío y con ambiente de crispación en los aledaños del recinto por una manifestación de peñistas en contra de la directiva. Nadie podía saberlo entonces. Ni los que repudiaban a Carlos González en la puerta cero, ni los que recogían entradas regaladas, ni los socios que pagaron un suplemento por contemplar uno de los episodios más dantescos de la historia moderna del club. Quizá ni los más optimistas de una plantilla bajo sospecha. Puede que ni el propio presidente, paradigma del pensamiento positivo hasta en los panoramas más dramáticos. Al Córdoba se le vino el mundo encima aquel día. Fue el momento en el que se cayeron las caretas, se arrancaron los apretados corsés de los objetivos y se vaciaron (casi todas) las mentes intoxicadas. Hubo «reseteo», bajada al suelo y un brote de autoconsciencia general. Todos se juramentaron para dejar de hablar del ascenso por obligación, del abono gratis, del equipo «top» y de todo ese tipo de eslóganes que envenenaron al cordobesismo. Sólo se había ganado un partido en la serie de los últimos diez. Eran las vísperas de un encuentro en El Molinón y los puestos de descenso se sentían como el aliento de una jauría de perros hambrientos. Y llegó el cambio. Desde aquella tarde en Asturias, el Córdoba entró en una dimensión distinta.

Sin objetivo declarado, sin alineación definida y sin más crédito que el que le otorga una racha fantástica de resultados lejos de su casa, el Córdoba se ha plantado en las tres últimas jornadas metido en zona de «play off» y dependiendo de sí mismo para llegar a la jornada 42 siendo uno de los cuatro que pelearán por subir a Primera División. ¿Se lo pueden creer? Pues háganlo porque esto va de creérselo, de sentirse capaz, de actuar como si cada vez fuera la última función. El conjunto de «Chapi» Ferrer ha sorprendido a todo el mundo, incluso a sí mismo, para colocarse en una tesitura esperanzadora. Y con fundamento. Se lo ha ganado a bocados, huyendo de esa pelea de navajas traperas que se vive en el fondo de la clasificación. Ahora tiene algo que defender. Y si hablamos de defensa, amigo, el Córdoba tiene bastante que decir al respecto. Sólo un dato: en sus cuatro últimas salidas ha ganado los doce puntos en juego y únicamente ha encajado un gol. No hace falta decir que el resto de competidores directos (que siguen siendo bastantes) le miran con recelo, inquietos ante la posibilidad de cruzarse en las eliminatorias con una formación que ha fortalecido su sistema de juego y su coraza emocional.

Este grupo parece capaz de aguantarlo todo. Hasta una derrota en casa en el último segundo del tiempo añadido provocada por una pifia en un partido clave. Hasta los pitos de sus propios seguidores, perplejos después de disfrutar solo de un triunfo en El Arcángel en toda la segunda vuelta. Hasta las dudas que genera el atascamiento que padece en sus citas como anfitrión, donde no terminan de hacer efecto las fórmulas que le reportan alegrías cuando sale a campo ajeno. «No me gusta nada cómo juega el equipo, pero...». Lo escuché en una tertulia futbolera de los lunes, uno de esos foros en los que la indignación suele salpicar la mayoría de los análisis postpartido. Me vino a la cabeza la capacidad de movilización del cordobesismo en circunstancias infernales: para salir de Segunda B, para salvar el pellejo en la última jornada... Ahora, con la élite como una opción real, el personal se mantiene a la expectativa. El club rebaja cada vez más el precio de las localidades y no termina de conseguir el llenazo soñado. Raro pero real. El Córdoba puede ascender entre pitos.

Un vistazo a la clasificación es la principal vía de entusiasmo de un cordobesismo que contempla por la tele las hazañas de los suyos mientras al calor del hogar el asunto cambia. El reino se ha transformado en una barraca. ¿Y qué? ¿Lloramos por lo que no pudo ser? No parece lo más prudente lamentarse ahora por el gol que no marcó, el penalti que no se pitó o el cambio que se echó de menos. Al Córdoba le quedan tres partidos en el horizonte y dos de ellos serán en El Arcángel. El primero, el domingo próximo ante el Real Madrid Castilla. 25 de mayo. Cuatro de la tarde. Primer fin de semana de Feria. Elecciones al Parlamento Europeo. Resaca de una histórica e inédita final de la Copa de Europa entre el Real Madrid y el Atlético. Muchos acontecimientos en un día que el núcleo duro del cordobesismo querrá recordar como aquel en el que su equipo confirmó que va a por todo. Éste es el partido. Por los tres puntos y por la repercusión que pueden tener tras una jornada en la que se cruzan los que marchan arriba. Es el momento del Córdoba, el viajante exitoso que escucha reproches de los suyos. Con los seis de casa podría sellar una campaña histórica. Sin El Arcángel será imposible. Ustedes mismos.

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