EL PULSO DEL PLANETA
El «bicitaxi» toma París

Es un invento que se impone al metro y al taxi convencional. No es más barato que el vehículo de alquiler, pero sí más ecológico
Con el agravamiento de la crisis económica y los índices de polución por las nubes, París ha descubierto el encanto no siempre económico del «vélo- taxi» –o sea, «bicitaxi»–, cuyo apogeo original, en la Francofonía, data de los gloriosos años de un Saigón colonial, donde militares y colonos se hacía transportar por vietnamitas sometidos al yugo imperial parisino.
Tántos años después, los turistas asiáticos pueden pagarse los servicios de un «vélotaxista» parisino, que los conducirá por las calles de la Ciudad de la Luz en un «bicitaxi» a un precio calculado con mucha frecuencia al «ojímetro».
Una gloriosa mañana de abril, a la salida de la misa de 12, en la catedral de Notre-Dame, trajeado de oscuro y corbata gris, acompañado de mi esposa, traejada con pulcra elegancia, me dirigí a un hercúleo francés nacido en Malí. «¿Cuánto me cobraría por llevarnos al Museo de Orsay, dando un paseo bordeando el Sena?». Tras un vertiginoso cálculo a su «ojímetro» personal, el «vélotaxista» me dio su tarifa: «Puedo llevarlos por 40 euros».
A pesar de mi engañosa apariencia de persona vagamente pudiente y encorbatada, pensé que era un precio de estafa. Una semana más tarde, solo, sin afeitar, con pantalones de pana murciana, arrastrándome a la salida de una expo consagrada a Antonin Artaud y Van Gogh, en el Museo de Orsay, solicité otro precio a un «vélotaxista» francés, nacido en Lyon, estudiante en una escuela de comercio, para hacer el mismo trayecto: «Puedo llevarlo por 25 euros».
Ni más ni menos que quince euros de diferencia, entre dos «vélotaxistas», para hacer el mismo recorrido. Sospecho que se trata de una experiencia muy común, tras la explosión de un mercado que ha tomado muy diversas fisonomías.
Hace apenas cinco años, el «vélotaxi» era una originalidad invisible en París. En los últimos doce meses han florecido media docena de compañías especializadas, y ha crecido de manera espectacular el «vélotaxista» independiente, autónomo, que funciona como micro empresa personal.
Negocio sobre ruedas
Lyon se convirtió el año pasado en la primera capital francesa del «vélotaxi». Y Perpignan ha decidido consagrar 2015 como «año verde», recurriendo de manera masiva a este curioso medio de transporte público. En París, los autónomos y las pequeñas empresas del sector sostienen una dura batalla comercial.
Varias pequeñas empresas han comenzado a fabricar sus propios «bicitaxis», proponiendo a una clientela muy variada, no solo turística, unos servicios muy variados: turismo puro, mensajería, turismo cultural, turismo ecológico. Y han comenzado a construirse modelos de bicicletas especialmente concebidas para este sector en aparente expansión.
Otras pequeñas empresas proponen el «bicitaxi» a la carta, a domicilio. Y los servicios pueden negociarse al trayecto, a la hora, según tarifas «estudiadas especialmente en cada caso».
El Arco del Triunfo, la catedral de Notre-Dame, las inmediaciones de los grandes museos (Louvre, Orsay, Pompidou, la plaza de la Concorde), son los lugares privilegiados donde estacionan y se disputan la clientela turística una nube de pequeños y grandes empresarios de un sector donde los autónomos juegan la carta de la calidad. Edouard, un estudiante de Economía, me comenta: «Mi vélotaxi es mío. Trabajo las horas que quiero, cuando me viene bien. Hablo inglés y español. Puedo ofrecer a mis clientes un servicio de calidad, a un precio muy competitivo».
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