La huella histórica en Córdoba
El Rey, que ha asitido a grandes eventos de la historia de la ciudad, recibió ayer los elogios de las instituciones

Los 39 años de reinado de Juan Carlos I, que ayer firmó su abdicación al trono, han dado para que el Monarca exprese su afecto a la capital, a la que ha acompañado en los actos principales que han jalonado su historia reciente. Quienes ocupan hoy los principales cargos institucionales de Córdoba, como el alcalde o el subdelegado del Gobierno, o quienes los ostentaron en su día, como exregidores o exministros nacidos en la provincia, elogiaron la figura del Rey, que empezó a tener contacto con Córdoba cuando aún era el Príncipe. Así, en 1960, con 22 años de edad, vino por primera vez aquí.
Don Juan Carlos acababa de terminar sus estudios militares y le restaban aún nueve años de vértigo para ser designado sucesor de Franco como Rey y liderar la mayor transformación social y política que ha vivido este país. Fue un desplazamiento de carácter privado en el que contempló joyas monumentales como la Mezquita-Catedral o el Alcázar. También giró visita a la fábrica Cenemesa, hace mucho desaparecida como gran parte del tejido industrial de la capital.
La primera visita oficial fue el 10 de junio de 1970. Ya le acompañó su esposa, Doña Sofía. Aún como Príncipes, inauguraron el Parque Figueroa, barrio construido por la Caja Provincial de Ahorros.
Hubo que esperar al 3 de abril de 1976 para que protagonizara la que fue su visita más multitudinaria a Córdoba, en la que, entre otros actos, inauguró la Ciudad Sanitaria.
Las calles de Córdoba se abarrotaron y sus habitantes —con presencia de ciudadanos de la provincia, cuentan las crónicas— dieron innumerables muestras de cariño a quien representaba para los españoles la esperanza de un cambio radical en la nación. Coronado apenas unos meses antes y dentro de una gira por Andalucía, se dio junto a Doña Sofía un baño de multitudes en las Tendillas, entonces plaza de José Antonio. Antes, habían recorrido, por ejemplo, la calle Cruz Conde en un coche descapotable.
En las Tendillas, el Rey se dirigió a la ciudadanía, para lanzar elogios a la provincia: «Córdoba es armonía, y el alma de Córdoba es pausada, sabia y serena. En momentos de dificultades ha servido a su Rey con nobleza, lealtad y eficacia».
Inauguración del AVE
Pero Don Juan Carlos no se quedó ahí. Ya empezaba a mostrar su facilidad para conectar con la sociedad y hacerse eco de sus dificultades. Tras recordar que durante esos días habían estado visitando Andalucía, lanzó un mensaje claro: «Hemos conocido los problemas y vamos a urgir al Gobierno para que tengan adecuada solución lo antes que sea posible».
De hecho, el gobernador civil de la época, Pérez Beneyto, le entregó una cartera con las necesidades de Córdoba. Y debía ser gorda por las enormes carencias de la provincia. Entre ellas, estaba la construcción de la nueva estación de ferrocarril, que el Rey inauguraría 18 años después.
Pero antes de eso hubo otras presencias de Don Juan Carlos en Córdoba. Por ejemplo, en mayo de 1985 acudió mostrando una de las vertientes de su cargo, la de capitán general de los tres ejércitos, que había sido vital para cuatro años antes frenar el golpe de estado del 23-F. El Rey acudió a la base militar de Cerro Muriano. Lo hizo para visitar el nuevo emplazamiento de la, en aquel momento, recién constituida Brigada número XXI.
El Rey tampoco faltó a otra cita histórica de una ciudad, que se había subido al tren de la modernidad gracias a la llegada del AVE en 1992. Hubo que esperar hasta el diez de septiembre de 1994 para que se pudiera inaugurar la nueva estación de Córdoba. Y estuvo allí en medio de un caluroso verano. Caluroso en lo meteorológico y en lo emocional. En torno al inmueble se agolparon 8.000 cordobeses, según la Policía Local. Don Juan Carlos fue recibido entre aplausos y vítores que, cuenta la crónica de ABC, «se mantuvieron todo el acto».
El Rey, mostrando su campechanía y su habilidad para hacer descarrilar el protocolo, estrechó la mano de muchos cordobeses. Al acabar el acto oficial, se mostró especialmente agradecido, contaba nuestro periodico, por la recepción tan calurosa que tuvo.
Fue igualmente de la partida en Medina Azahara cuando el 3 de mayo de 2011 presidió la inauguración de una de las muestras más impresionantes que ha acogido la ciudad: «El esplendor de los Omeyas Cordobeses». Durante su intervención, destacó que del brillo de la dinastía Omeya en Al-Andalus «nos queda lo más grande y perdurable: la aventura del saber, las empresas del pensamiento y la cultura como motor del progreso y núcleo de lazos indestructibles entre los hombres».
Don Juan Carlos y Doña Sofía también acudieron esa misma jornada al Ayuntamiento de Córdoba. Era la primera ocasión en que lo pisaban y, a buen seguro, recordarían que su presencia allí fue objeto en su día de polémica. Y es que el que fue alcalde hasta 1986, Julio Anguita, se negó a participar en el XII Centenario de la construcción de la Mezquita-Catedral si el Rey no inauguraba en 1985 el edificio municipal de la calle Capitulares, cosa que no sucedió.
Fue la excepción que confirmó la regla, ya que la Corona ha tenido una sólida relación con gobiernos locales de distinto signo. De hecho, en 1981, con Anguita de alcalde, recibió la Medalla de Oro de la Ciudad. La última visita oficial a la capital data de 2006, cuando tuvo lugar la entrega de las Medallas a las Bellas Artes. Además, el Monarca recibió en la Zarzuela muy recientemente al alcalde, José Antonio Nieto, junto al resto de regidores de las ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Precisamente, el primer edil fue el que abrió en Córdoba el carrusel de reconocimientos institucionales. A las 12.30 horas —incluso antes, de la comparecencia del Monarca—, Nieto realizó una declaración institucional. El regidor trasladó a Don Juan Carlos «el agradecimiento» por su labor durante su largo reinado y su «esfuerzo permanente por consolidar la democracia en España», que llegó al país «en gran medida por su compromiso».
El primer edil ha incidido en el constante trabajo del Rey por mejorar la calidad de vida de los españoles. Ahora bien, no todo es «tristeza» en la jornada, ya que el relevo se afronta con la confianza de que con Felipe VI comenzará un nuevo reinado del que «esperamos los mismos éxitos que ha tenido Don Juan Carlos».
El alcalde rememoró las distintas visitas realizadas por el Monarca y por Don Felipe a la ciudad y aprovechó para señalar que a este último se le solicitará que acuda a la mayor brevedad posible, dentro de las posibilidades de su agenda, a la ciudad ya como nuevo Monarca.
En las filas de la oposición municipal, su líder, Rafael Gómez (UCOR), aseguró que «todos los españoles estamos orgullosos del Rey que hemos tenido». «Ojalá, Don Felipe dé la talla de su padre», concluyó.
Cambiar de institución no variaba el mensaje. La presidenta de Diputación, María Luisa Ceballos, destacó el papel del Rey en España, dada su «contribución a la transformación política e institucional de nuestra nación», pero también su labor internacional por el país. «Ha sido nuestro mejor referente diplomático», insistió. Además, mostró su plena confianza en el sucesor, pues es el heredero «más preparado de nuestra historia».
En la Subdelegación del Gobierno, Juan José Primo Jurado, se movió en una línea similar. Mostró su «gratitud» al Monarca por el trabajo realizado en estas cuatro décadas por «el bienestar de todos los españoles». «Su conducta ha sido ejemplar también en la abdicación, explicando que hace falta un cambio de generación», añadió. Y deseó a Felipe VI los «mismos aciertos» que su padre ha tenido «al servicio de los españoles».
Más allá de los mensajes institucionales, la exministra de Cultura Carmen Calvo bajó al perfil humano de Don Juan Carlos. Así, le recordó como un maestro de los detalles.
Por ejemplo, cuando ella salió del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2007 el Rey la llamó por teléfono. «Lo dejamos varios ministros más, pero sé que solo me telefoneó a mí para darme las gracias por mi servicio a España, y eso lo tengo grabado como un gesto que me acompaña siempre», recuerda la también exconsejera de Cultura de la Junta de Andalucía.
En los viajes que compartió con Sus Majestades, la exministra egabrense aprendió de los Reyes que «son muy trabajadores: quieren estar en todos sitios, cumplir con todos, por lo que agotaban a quienes los acompañábamos».
Y acabó sorprendida de «la gran memoria de Don Juan Carlos, que viajara donde viajara era capaz de recordar nombres de personas a las que conoció hace años».
El Caballo Rojo
La exalcaldesa Rosa Aguilar comparte la opinión de que el Rey destaca por su carácter afable. «Lo han demostrado, y me refiero también a Doña Sofía, por la buena relación que han mantenido siempre con Córdoba, a la que han colocado en el sitio que le correspondía cuando han tenido la ocasión», señala la hoy parlamentaria del PSOE.
Para el anecdotario quedan los afectos de Don Juan Carlos expresados hacia personalidades locales como Pepe García Marín, propietario de El Caballo Rojo. Si alguien puede alardear realmente de haber procurado un servicio prolongado al Rey desde Córdoba, ése es él. A pesar de ello, por humildad, prefiere mantenerlo en un discreto segundo plano. «Le dimos nuestro servicio alguna que otra vez en monterías que se organizaban en la provincia de Jaén, pero no se puede considerar una amistad, sino mero contacto profesional», recuerda este pionero de la hostelería cordobesa.
A pesar de ello, en tiempos, Pepe el de El Caballo Rojo, llegó a señalar que a Don Juan Carlos le agradaba sobremanera el salmorejo y el rabo de toro y que un día un cortesano le quiso hacer el favor de presentarle al Rey y que éste le respondió socarrón: «A éste señor lo llevo yo aguantando muchos años». En otros restaurantes de la capital, como Bodegas Campos, se recuerda haber atendido a «la familia real varias ocasiones».
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