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PECADOS CAPITALES

PONGA UN RENZI EN SU VIDA

MAYTE ALCARAZ

El primer ministro italiano es el modelo de Díaz y Sánchez

En el PSOE resuena la amenaza, vade retro, de Felipe González: el partido se puede quedar en 40 diputados, convertirse en irrelevante y purgar durante varias legislaturas el páramo ideológico al que le llevaron el zapaterismo y su heredero directo, Pérez Rubalcaba. Los expresidentes no ayudan: el primero, González, porque cimbrea los pilares del partido cada vez que abre la boca; el segundo, Zapatero, porque es fútil a pesar de que enreda en comidas y cenáculos por ver si influye aunque sea en el color de las alfombras que coloque en Ferraz el nuevo secretario general. Acabado Hollande y con la izquierda moderada europea con fatiga de materiales si no abiertamente muerta, algunos socialistas buscan referentes en los que inspirar su estrategia. Por eso, el nuevo socialismo que defiende Susana Díaz y que quiere espejar en Pedro Sánchez está estudiando un modelo que, en su imaginario de socialismo a la deriva, es el paradigma del éxito político: Matteo Renzi. La candidatura del diputado madrileño, tras la que se esconde la todopoderosa presidenta de la Junta, se inspira en el discurso político del primer ministro italiano: un mensaje reformista, con perfiles propios e incluso antagonistas a los de la austeridad alemana; reducción del coste de la política coronado con la defensa de la ejemplaridad y la transparencia; la promesa de reconstruir España sobre parámetros más modernos y progresistas; distanciamiento del populismo, pero tomando de este mensajes de alto contenido social y, sobre todo, cambio de la ley electoral y de la Constitución para mejorar la calidad de la democracia.

La presidenta andaluza ha estudiado muy bien la estrategia del jefe del Gobierno italiano: Renzi ha conseguido vaciar de contenido al movimiento populista que, en versión italiana, representa Beppe Grillo. No se trata, han aprendido Díaz y Sánchez, de despreciar a Podemos, sino de robarle los eslóganes que tan bien digieren las sociedades en una profunda crisis económica y de valores como la italiana y la española. Se trata de usar la sensatez para conectar con los más vulnerables: ¿a quién en su sano juicio no le parecería bien reducir el coste de la burocracia política y de los carísimos aparatos de los partidos y de los Estados? Por eso Renzi se ha apropiado de esas banderas sometiendo al grupo de Grillo a tensiones internas al obligarles a retratarse sobre propuestas concretas que ellos demandaban.

Como correlato, el socialismo que quiere reformular Díaz evita la confrontación directa con los movimientos alternativos de la era Twitter haciendo suyas muchas de sus soluciones. La consigna es arrinconar a los indignados en el terreno de la oposición permanente y del enfado huero. Renzi obtuvo así el 40,8% de los votos en las europeas. Al PSOE lo vapuleó, entre otros, el grupo de los antisistema. Pero Italia no es España. Ni Renzi es Pedro Sánchez. Ni siquiera Susana Díaz. Ni el partido del primer ministro italiano se llama ya Partido Socialista.

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