CATALUÑA, UNA INVERSIÓN DE TODOS
El discurso victimista de Artur Mas, promotor de un proceso secesionista cuya base es puramente financiera –luego maquillada con elementos identitarios–, no se sostiene ante una realidad económica que revela el continuado apoyo del Estado a las maltrechas cuentas regionales. La deriva secesionista que lidera el presidente de la Generalitat ahuyenta la inversión exterior en Cataluña, que cayó más de un 50 por ciento interanual en el primer trimestre del año, pero el auxilio público, a través de los más diversos mecanismos estatales, no se ha detenido. Al contrario, en los últimos meses se ha generado un flujo financiero que ha resultado vital, como en otras regiones afectadas por la crisis, para mantener la salud económica de Cataluña.
El desafío separatista contrasta con la firme lealtad institucional que ha demostrado el resto del Estado hacia Cataluña, a pesar del aberrante maniqueísmo que protagonizan sus dirigentes políticos. No en vano, esta región lidera la inversión en infraestructuras por parte del Gobierno, con unos 10.000 millones de euros tan solo en comunicaciones ferroviarias entre 2000 y 2012, casi triplicando la media nacional en 2013. Además, el Estado ha inyectado a la Generalitat más de 24.000 millones de euros en los dos últimos años para evitar su quiebra y pagar a sus proveedores, sin contar el rescate de las cajas catalanas, gracias a la solidaridad del resto de los españoles. En el caso de Catalunya Banc, entidad que enfila la recta final de su subasta, han sido 12.624 millones de euros los invertidos por el FROB en su saneamiento y reestructuración, cantidad que podría aumentar por los gastos que ocasione a sus futuros propietarios. El dinero de todos llega para tapar los agujeros de una gestión ruinosa, practicada por la clase política regional, y proteger a los ciudadanos. El dinero de todos es para todos. Sin exclusiones.
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