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DESDE MI RINCÓN

Prohibir para recaudar

Han llenado nuestras aceras de «lugares públicos» donde previo pago de las correspondientes tasas se puede fumar

JOSÉ LUQUE VELASCO

Lo he referido alguna vez. En mayo del 68 los universitarios acogimos el eslogan francés «prohibido prohibir». No han pasado tantos años y parte de aquellos estudiantes o sus clones políticos, líderes de la España democrática, nos sorprenden día a día con las más rocambolescas prohibiciones. Como se dice en nuestra tierra, están legislando una «jartura» de caprichosas restricciones u obligaciones que no hay quien las comprenda ni cumpla. La causa de tanta prohibición puede estar en el número de organismos y políticos que a falta de ideas para solucionar los problemas, generan leyes, reglamentos, ordenanzas y otras disposiciones, con las que pretenden justificar su sueldo, al tiempo que sancionando y multando a los incumplidores mantienen el negocio que ellos y para ellos han montado.

Prohibieron fumar en «lugares públicos» y han llenado nuestras aceras de «lugares públicos» donde previo pago de las correspondientes tasas se puede fumar. Impiden ocupar determinados espacios en nuestras playas, cediéndolos a los «hamaqueros» tras exigirles el correspondiente canon. Llenan nuestras carreteras y calles de prohibiciones y cámaras «ponemultas» saqueando un poco más nuestros bolsillos. Nos obligan a ir amarrados en los coches y llenarlos de armatostes homologados si queremos llevar a los pequeños. Nuestros vehículos no pueden circular si no hemos pasado por el «fielato» de la ITV. Ponen trabas a los «chuiringuitos» playeros.

En Sevilla se impide, entre otras muchas cosas, tomar una copa de pie, jugar al dominó o a los dados en la puerta de nuestras casas. El alcalde de Mijas ordena el cierre de unas 500 piscinas de urbanizaciones privadas, obligando a extrañas, inútiles y faraónicas obras de acondicionamiento, so pretexto de Ley autonómica, con el correspondiente daño para el turismo y el beneficio para las arcas municipales.

Podría seguir detallando prohibiciones hasta llenar un libro. Basten estas para demostrar que aquellos que pedían «prohibir las prohibiciones», les importaba un bledo que las quitaran o las dejaran. Lo que querían era coger ellos las riendas y los boletines oficiales, para prohibir cuanto les viniera en gana, garantizándose su provechoso enganche al sistema. Esa es la percepción que tenemos muchos de los que vivimos aquellos tiempos.

¡Prohibir! ¡prohibir! ¡prohibir! Es la novedad. ¿No es eso lo que se hace en democracias (¿?) tan avanzadas y progresistas (¿?) como la venezolana, cubana o boliviana? ¿Terminaremos prohibiendo en España que se pueda hacer crítica de lo que hacen los gobiernos? Los complejos y la falta de convencimiento ideológico de algunos y el oscuro e inconfesable interés de otros, pueden estar llevando a España a un lugar que creíamos olvidado.

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