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LA FERIA DE LAS VANIDADES

PUJOL SE ESCRIBE CON PER

FRANCISCO ROBLES

Al final el viejo no era tan nacionalista. En lugar de cerrar las fronteras, las abrió para que su dinero se refugiara en paraísos fiscales

EL catalán, un vaso de agua clara. El perfecto endecasílabo le sirvió a Pemán para titular un valiente artículo en defensa de la lengua catalana. Sí, a Pemán. Y durante los años del franquismo, que era cuando todo esto tenía mérito. Cuando la burguesía catalana se hacía de oro gracias a los beneficios económicos que el régimen le otorgaba a Cataluña para mantener unidos los pueblos y las tierras de España. Fábricas al otro lado del Ebro, y maletas de cartón amarradas con un cinturón al sur del río que sirvió para marcar los mismos privilegios que se han venido manteniendo y desarrollando durante la democracia. El catalán, un vaso de agua clara. Los acentos en su sitio. En cuarta, sexta y octava, además de la obligatoria décima sílaba. Realzando cada palabra con su acentuación rítmica: catalán, vaso, agua, clara. Todas las vocales acentuadas con la abierta y clarísima «a». Pemán en estado de gracia gaditana. Pemán con P mayúscula.

El Séneca que creara Pemán tal vez adivinaría, al ver a su padre literario escribiendo aquel artículo, lo que vendría después. Ni vaso, ni agua clara. El nacionalismo convirtió la lengua catalana en un depósito de odios turbios. Y la bandera se quedaría en un guardapolvo destinado a tapar las vergüenzas de los que convirtieron aquel nacionalismo de antaño en el negocio de hogaño. Así de sencillo es todo. Así de simple. Los sentimientos cotizan en bolsa. Y en Andorra. O en Suiza. Los paraísos no son los «paísos» catalanes, sino los fiscales. Todo se había montado para ganar dinero. El famoso tres por ciento que le espetó Maragall a CiU. El mismo porcentaje que se tapó con la manta del «seny», de ese pretencioso sentido común que los nacionalistas catalanes se arrogan frente al frentismo de Madrid, la capital de la crispación.

Todo ha sido una inmensa tapadera. Un engaño para que pudieran enriquecerse a costa del agravio. De vez en cuando salían a la palestra Durán i Lleida, que son dos. Uno va de payés y el otro vive en el Palace. Uno dimite y el otro se queda. Uno va de democristiano tolerante por la vida y el otro nos insulta a los andaluces llamándonos borrachos, adictos al PER que nos gastamos en las tabernas de esta región africana que mantienen ellos con sus impuestos. Durán i Llérida, como los llamaría Lopera, tendrían que venir un día de éstos a Andalucía para explicarnos el otro PER. El PER de la Cataluña corrupta. El PER que se escribe con la P mayúscula y repartida de la familia Pujol. ¿España ens roba? No, queridos amigos que habláis esa bellísima lengua que Pemán definió como un vaso de agua clara. El que nos roba es otro. Vuestro patriarca. El honorable. El intocable. Por eso hay que darle la vuelta a las siglas. PER significará, a partir de ahora, algo distinto. PER: Pujol ens roba.

Al final el viejo no era tan nacionalista. En lugar de cerrar las fronteras, las abrió para que su dinero se refugiara en paraísos fiscales. ¡Ay, el Edén catalán que ya no existe! Quiere pedir perdón porque lo han cogido con el carrito de los helados, pero aquí no se trata de perdonar a nadie, sino de hacer justicia. Y Pujol lo sabe. Por eso quiere comerse el marrón glacé él solito. Porque es un padre ejemplar. Al final lo importante es la familia. O la «famiglia», que dicen en Sicilia.

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