RECORTE SOCIAL, DERROCHE SOBERANISTA
Pocas veces se podrá ver tan claramente como en la actual Cataluña la vinculación entre separatismo, quiebra y corrupción
PARA los catalanes, la independencia de Cataluña entraña el riesgo de quedar en manos de una clase política nacionalista no sólo muy complaciente con la corrupción de fondos públicos, sino también muy incompetente en la gestión de los intereses ciudadanos. Ahora bien, a estas alturas pocos catalanes podrán decir que no están informados de los riesgos que corren separándose de España. Riesgos que no son sólo económicos, sino también sociales y culturales, políticos y democráticos, porque sin esa España que tanto denuestan los promotores de la consulta separatista del 9 de noviembre difícilmente se hará justicia con los casos de corrupción que están asolando la imagen de Cataluña. Sólo es un ejemplo. Pero es evidente que las cuentas económicas representan un argumento de peso para una sociedad adoctrinada en el mito de la buena gestión de su gobierno autonómico. Pues bien, según el informe que ofrecemos en ABC a nuestros lectores, Artur Mas ha impuesto a la sanidad pública catalana un recorte acumulado hasta hoy de casi 1.600 millones de euros, con despidos de profesionales y cierre de centros hospitalarios.
Si esta hubiera sido la pauta constante de la Generalitat en todos los capítulos de sus presupuestos todavía habría podido entenderse como un sacrificio más dentro de una política de austeridad. Pero resulta que, mientras la sanidad pública de Cataluña entraba en quiebra, su Gobierno autonómico se dedicó –y sigue haciéndolo– a gastar hasta 400 millones de euros en el proceso separatista. La misma prodigalidad ha aplicado el Gobierno de Mas a las entidades defensoras del monolingüismo en Cataluña. De esta confusión inmoral de prioridades sólo son responsables Artur Mas, Convergencia i Unió y los socios separatistas que lo apoyan. Nunca recibió el Honorable Mas indicación alguna del Gobierno central de que mutilara hasta ese extremo el presupuesto de la sanidad pública. Por el contrario, el Estado central, es decir, el conjunto de los contribuyentes españoles, ha ayudado generosa y sistemáticamente a la Generalitat a taponar sus hemorragias financieras, con una solidaridad que bien pudo haberse condicionado a un cese inmediato del proceso separatista, y no se hizo así.
El nacionalismo amenaza a Cataluña con tres ruinas: la política, la económica y la ética. Es difícil saber cuál está más avanzada que las demás, aunque lo importante y dramático es que pocas veces se podrá ver tan claramente como en la actual Cataluña la vinculación entre separatismo, quiebra y corrupción.
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