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Cultura

Luis de Góngora, contra el inquisidor

Publican las actas del proceso del poeta contra Alonso Jiménez de Reinoso

Luis de Góngora, contra el inquisidor abc

Alfredo Valenzuela (EFE)

La investigadora Amelia de Paz , que hace dos años halló un autógrafo de Góngora en el Archivo Histórico Nacional , ha publicado el proceso en el que en 1597 Luis de Góngora declaró contra el inquisidor de Córdoba acusándolo de amancebamiento, un caso que arroja luz sobre la figura del poeta.

«La imagen de Góngora está hoy completamente distorsionada ; hace falta recomponerla con información veraz; su biografía es una suma de chascarrillos y conjeturas; el último que se ocupó de sacar datos de primera mano fue Dámaso Alonso hace medio siglo, y no se puede vivir de las rentas eternamente», señala Amelia de Paz a Efe.

La figura del poeta está tan distorsionada que «la enemistad entre Góngora y Quevedo es uno de los bulos más pertinaces de la literatura española», según la investigadora que ha escrito varios trabajos «desmontando ese mito y las tergiversaciones en que se funda».

De Paz asegura que « Quevedo es un personaje absolutamente irrelevante en la vida de Góngora ; Góngora en cambio significó mucho para Quevedo, que era veinte años más joven que él y lo tuvo por un modelo inalcanzable en lo poético, como les sucedió a la mayoría de los poetas de entonces ante el prodigio de las ' Soledades '».

«Todo de oídas» es el título que la investigadora ha puesto al extracto de 250 páginas que ha efectuado de todo el proceso, conservado en unos mil folios , al que ha solo ha añadido un breve prólogo y un más breve aún epílogo , para formar un libro del que el profesor Francisco Rico ha dicho que es  «de obligada lectura en universidades y lupanares».

De Paz, que ahora prosigue su investigación sobre la vida del poeta en archivos de Córdoba, ha elegido ese título porque estas páginas recogen la transcripción literal del proceso, a base de las declaraciones orales de los testigos , y ese, dice, «es uno de los encantos del libro, oír, casi de viva voz, la lengua de finales del XVI».

También porque todo el proceso se basa en un rumor y «la mayoría de los testigos 'ha oído decir' tal o cual cosa», de modo que el juez inquisidor que lleva el proceso va poniendo notas a las declaraciones que le pasa su secretario y, en determinado momento, al margen de una de ellas, anota de su puño y letra : «Todo es de oídas».

El proceso contra Alonso Jiménez de Reinoso, que además de inquisidor de Córdoba era clérigo , acusado de amancebamiento, fue largo y reunió declaraciones de casi 120 testigos de Córdoba, Écija, Sevilla y Granada, a favor y en contra del imputado.

Góngora testificó en contra -el autógrafo gongorino que De Paz dio a conocer en 2012 era un memorial manuscrito contra Reinoso que el poeta entregó el día que lo llamaron a declarar- pero, según la investigadora, «no queda ahí la cosa: todo apunta a que él, junto con un alguacil de la Inquisición llamado Luis de Acebedo, fue el promotor de la investigación contra Reinoso».

El poeta y el inquisidor habían sido «excelentes amigos», pero Góngora achacó a Reinoso la destitución de su padre como juez de bienes de la Inquisición en Córdoba , cargo que, como otros tantos, era hereditario en la época y al que el poeta podía haber aspirado legítimamente .

Según De Paz, «Góngora pensó que Reinoso, con sus turbios manejos, había sido el inductor de la relegación de su padre, y decidió devolver el golpe; conocía bien a Reinoso; eran compañeros en el cabildo de la Catedral ; sabía sus debilidades».

«Góngora se alió con otros que también tenían causas contra Reinoso, que era hombre de carácter, y juntos levantaron contra él la polvareda del concubinato; no les fue difícil propagar el rumor, porque dominaban los circuitos en Córdoba y Reinoso era un forastero; y fue Góngora en persona, tocando teclas en Madrid , quien consiguió que a Reinoso lo investigara la Inquisición; en definitiva, fue una venganza» , afirma De Paz.

Los cordobeses agraviados lograron echar de su ciudad a Reinoso, quien recibió lo que el lenguaje coloquial denomina hoy «una patada hacia arriba» ya que acabó de inquisidor en Valladolid, entonces plaza de más importancia que Córdoba.

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