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PERDONEN LAS MOLESTIAS

VORACIDAD RECAUDATORIA

ARIS MORENO

Los dos equipos del mercado político compran el producto en los mismos almacenes. Este año le ha tocado a las cámaras de la Ribera

LA voracidad recaudatoria es un producto típico de temporada. Lo mismo lo compra el equipo A que el equipo B dependiendo de si está en el banquillo o sobre el terreno de juego. En verano, el artículo se vende que es un primor. Ya sea por infracciones de tráfico o por incremento de la presión fiscal, usted, señor concejal, se acerca al mercadillo del barrio y se trae cuarto y mitad de voracidad recaudatoria. Se lo quitan de las manos.

Este año le ha tocado el turno a las cámaras de vigilancia de la Ribera. Un sistema perfectamente diseñado para hacer caja, por lo visto. Concretamente cuatro millones de euros en un solo año, según datos facilitados por el equipo B. Una bicoca. Un chollo económico sin salir de casa. La regulación del tráfico en esta zona sensible del casco histórico de Córdoba es lo de menos. Apenas un subterfugio para llenar las arcas municipales.

Hoy ha sido el equipo B quien ha comprado el producto de la voracidad racaudatoria. Antes de ayer fue el equipo A. Si repasa las hemerotecas lo verá con claridad. En 2006, por ejemplo, el equipo A acusó al equipo B de voracidad fiscal en el cobro de las multas de tráfico. Pero claro: entonces el equipo A estaba en la oposición y el equipo B ocupaba la parte noble de Capitulares. O sea, ponía las multas. Y no es lo mismo.

Los equipos cambian de lugar y la voracidad recaudatoria permanece. El producto propiamente dicho, queremos decir. Tenga en cuenta que a ningún contribuyente le agrada tener que pagar un euro por las infracciones que comete, aunque se haya llevado por delante a una abuelita en un paso de cebra. De ahí que el artículo de marras se venda como rosquillas en la portada de los periódicos.

Sucede, entonces, que hoy es voracidad recaudatoria lo que ayer era un razonable mecanismo de control de la circulación. Por ahí, los responsables de comunicación muestran una capacidad mutante increíble. El equipo A manifiesta, pongamos por caso, lo siguiente: «A quien incumple hay que sancionarlo. Si no, esto sería un caos». El argumento resulta impecable. Rotundo. De una lógica aplastante si no fuera porque hace apenas unos años el mismo equipo dijo exactamente lo contrario.

Justo lo que hoy, mire usted por donde, afirma el equipo B. Que el sistema de vigilancia por cámaras está inspirado por una evidente voracidad recaudatoria municipal. El mismo producto que antes de ayer representaba un dispositivo inmejorable para ordenar el cotarro automovilístico en el casco histórico. Y así va la cosa. Hoy por ti, mañana por mí. Dos equipos de gestión política que hoy compran un artículo cualquiera y mañana su contrario sin que se les mueva un solo músculo de la cara.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que los dos equipos del mercado adquieren el género mediático en los mismos almacenes. Usan la misma frase, repiten los mismos argumentos, se sirven de los mismos tiempos y hasta se calzan el mismo traje para hacernos creer que lo que hoy es voracidad recaudatoria mañana será sentido de Estado.

Otra cosa bien distinta es que nos detengamos en el dato de las 18.720 multas impuestas en la Ribera durante un año. Más de 51 infracciones cada día, si no hemos hecho mal las cuentas. Una voracidad recaudatoria como un templo, oiga.

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