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Aún sin solución

La vegetación vuelve a cercar al Guadalquivir

Nueve meses después de la última limpieza, el cauce se desborda de plantas

La vegetación vuelve a cercar al Guadalquivir valerio merino

Luis Miranda

La vegetación frondosa vuelve al Guadalquivir. Cuando apenas han pasado nueve meses de la actuación que permitió la limpieza en el cauce del río a su paso por Córdoba, el tiempo ha tardado muy poco en invalidar la actuación y en dejar un paisaje muy parecido. Tres fueron los ámbitos en los que actuaron dos administraciones distintas y ambos vuelven a tener una vegetación profusa que desde determinados puntos ni siquiera permite la visión del curso fluvial.

Así, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir se encargó del tramo que va desde el puente de la autovía A-4 hasta el de Miraflores y también de la zona que va desde Miraflores hasta el Puente Romano.

La primera actuó sobre el principal meandro del Guadalquivir a su paso por Córdoba, una zona particularmente extensa, mientras que la segunda se fijó en una zona fundamental para el desarrollo urbano de la ciudad en los últimos años, ya que el Paseo de la Ribera, tras la última peatonalización, se ha convertido en una zona revalorizada y con mucha actividad ciudadana y comercial.

La actuación de la CHG supuso una inversión de 1,8 millones y comenzó en octubre del año pasado. Fueron en total dos kilómetros, entre el puente de la autovía A-4 y el Puente Romano. El organismo dedicó los trabajos a limpiar los arrastres y residuos urbanos que se habían acumulado, además de limpiar las pilas y las estructuras de los puentes. Era algo necesario después de lo que había sucedido en el verano de 2013, cuando el incendio de la vegetación causó daños en los pilares del puente del Arenal.

Para entonces, la vegetación en el Guadalquivir era muy superior a lo que se conocía en los últimos años, y así lo entendió también la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que asumía los daños causados por las altas precipitaciones de los últimos inviernos y sus correspondientes aumentos del cauce del río. Además, se desbrozó una buena parte de la vegetación, algo que se realizó de forma selectiva, para mantener las especies, pero también para evitar el aspecto descuidado que tenía el río. Sauces, álamos blancos, fresnos, moreras y olmos son los árboles que se mantuvieron, que eran la mayoría. Por el contrario, se eliminaron algunas especies exóticas, que eran un 20% del total, y que perjudicaban a las autóctonas.

Preguntada por ABC, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir no aclaró si la actuación que llevó a cabo el pasado otoño tendrá continuidad y seguimiento en el tiempo, o por el contrario tuvo carácter puntual y no se volverá a hacer hasta que la situación vuelva a ser complicada. Por el momento, un paseo por la zona en la que se actuó revela que la vegetación vuelve a ser frondosa. Así pasa en los alrededores del Balcón del Guadalquivir, donde llega hasta la Ribera y llega a tapar la vista de la ciudad, pero también la propia percepción del río desde algunos lugares. Así, juntos a zonas con grandes claros, desde otras partes de la zona urbana es difícil distinguir el río. No sólo los grandes árboles, habituales junto a los ríos, que se han respetado, sino también en los matorrales y en la pequeña vegetación, que ha vuelto a surgir. 

Más delicada y sensible es la tercera zona de actuación, que correspondió a la Junta de Andalucía, y que hizo correr más ríos de tinta. Es la que se centraba en la zona comprendida entre el Puente de San Rafael y el Puente Romano, los conocidos como Sotos de la Albolafia. Se trata de una zona declarada Monumento Natural por la biodiversidad y por el singular ecosistema que se había instalado allí desde hace unas décadas, con numerosas especies singulares de aves. La Consejería de Medio Ambiente realizó una llamativa actuación que consistió en quemar parte de la vegetación que se consideraba exógena, y que permitió en parte la recuperación de un paisaje que la ciudad había perdido en los últimos años.

Así, los trabajos permitieron que la noria de la Albolafia fuera visible, cuando había permanecido oculta por la vegetación en la última década. No era un asunto menor, porque forma parte de uno de los dos escudos tradicionales de la ciudad, y los trabajos de limpieza que emprendió la Junta de Andalucía hicieron posible que se pudiera ver de nuevo. Sin embargo, y pese a las protestas por la actuación, el aspecto que presenta la zona vuelve a ser en parte parecido. La vegetación oculta por determinados lugares la visión de la zona más monumental de Córdoba, con la Mezquita-Catedral al frente.

Tampoco la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha aclarado si actuará o la vegetación se volverá a multiplicar hasta la próxima intervención. Las divergencias sobre la forma de actuar en las márgenes de los ríos se multiplican en los Sotos de la Albolafia. Por una parte, los ecologistas y las asociaciones preocupadas por el medio ambiente recuerdan que las vegas de los cauces son fértiles, gracias a la humedad y a los sedimentos que trae el río, por lo que es común que florezcan todo tipo de especies y árboles, y que en ellos crezca además la fauna. Por otro lado, la vegetación frondosa de hoy es ajena a la estampa tradicional de esta zona. Al desaparecer la actividad del hombre y la actuación de los animales, la vegetación creció y dio lugar a los Sotos de la Albolafia tal y como los conocemos hoy, con su ecosistema propio. Lo mismo ha pasado en el resto del cauce, ya que desde los años 90 hasta ahora se han construido cinco puentes más en el casco urbano de Córdoba, con los consiguientes sedimentos y repercusiones en el curso de un Guadalquivir, que se ha transformado más que nunca.

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