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TRIBUNA ABIERTA

Sin pasión, sin deseos, sin ilusión

Aquellas ciudades han desarrollado sus sistemas generales que Córdoba todavía tiene sin completar

Sin pasión, sin deseos, sin ilusión

Por GRUPO EPIQUEYA

ANALIZAR el desarrollo urbanístico durante los últimos veinte años de Granada, Málaga, Almería, incluso Huelva deja a Córdoba en mal lugar a pesar del Plan Renfe y el del río.

Aquellas ciudades han desarrollado sus sistemas generales que Córdoba todavía tiene sin completar. No se sabe cuándo se enlazará el puente mocho de Andalucía con la solución «Porcelanosa», y ha quedado en el olvido el cierre del anillo de circunvalación por su arco norte.

Nuestra ciudad no ha sido «aniquilada» pero ha sido postergada en los planes de inversión de la Junta de Andalucía y en los del Gobierno central durante los últimos cuatro lustros.

Recientemente se ha iniciado una cierta atención a la variante que desahogará las salidas de los polígonos de la Torrecilla y Amargacena, pero nada se sabe respecto al segmento septentrional del anillo de circunvalación de la ciudad.

La historia reciente nos dice que a Córdoba parece que quieren dejarla recluida dentro de sus murallas. Sin voz en Sevilla ante el Gobierno andaluz, sin habla en el Parlamento de Andalucía, sin aliados, porque las facciones políticas locales no se conciertan para hacer de Córdoba una gran ciudad. Su destino ha sido el de una urbe callada, discreta, sola, aislada. Ya no lejana gracias a la conexión AVE; inaccesible por aire pese a tener un lugar en el que aterrizar.

Como siempre, Córdoba, nudo de comunicaciones de toda Andalucía y con el centro de España, relegada, postergada, olvidada y vejada por los gobernantes, tanto del Ejecutivo central, como del autonómico. De éste parece casi lógico, pues pertenecen a facciones políticas antagonistas, pero lo del central no tiene explicación alguna, y mientras, quienes sufrimos y soportamos la incuria de ambos, somos los cordobeses quienes, al pagar todos los impuestos lo mismo que el resto de los españoles, también tenemos el derecho de gozar de iguales beneficios.

Algún día surgirán políticos que dejen de obedecer a los mandos de sus facciones y vendrán tribunos que comprometan sus esfuerzos para cambiar el destino de la ciudad que siglos pasados fuera el de ciudad universal. Llegarán nuevos ediles, quienes desobedeciendo a sus jefes políticos, inicien un combate para sobrevivir y avanzar y no como quienes desde gobierno y oposición tradicionalmente han abierto entre ellos una lucha que nos aleja de todo tipo de esperanza y nos conduce a la desesperación. Cada formación política, las pasadas lo mismo que las actuales, se atrincheraron en sus barricadas para una guerra irracional en lugar de concertar la definición y ejecución de proyectos de naturaleza compleja y de complicada financiación.

Se jubilarán y vivirán en Córdoba y jamás podrán enorgullecerse, cuando retrospectivamente observen sus vidas, de haber coordinado sus esfuerzos en beneficio de esta ciudad. Sentirán haberse quemado en inútiles luchas más perjudiciales para los ciudadanos que para ellos.

Sus desencuentros han sido y son señales en Madrid y Sevilla de que nuestros ediles no sabían ni saben a dónde van, encerrados en sus inútiles diatribas y debates diseñados para no avanzar. Esa es la razón por la cual ni en Madrid ni en Sevilla se presta atención a esta camada de miedosos que se deja conducir fácilmente hacia donde las banderas políticas señalan para crear batallas de autodestrucción.

Córdoba no aprende a pesar de lo vieja que es, aunque la senectud implique sabiduría. En la reciente democracia, tan deseada, ha pagado un duro retroceso por la vanidad y orgullo de algunos de sus políticos y por el desprecio a proyectos bien diseñados que, como el soterramiento del ferrocarril, fue desmochado en la antigua cárcel y en los silos, dejando el hiriente viaducto de la antigua Asland para luego tener que invertir en los túneles de Chinales y de Avenida de América.

El orgullo y la vanidad de muchos de sus ediles nos ha llevado al erial de Miraflores.

Vanidad y desprecio a la razón de algunos políticos locales han sido y son causantes de los males de Córdoba. Ciudad sin pasión, salvo la futbolera; sin deseos, salvo el de mantenerse en Primera División; sin ilusión, salvo la de conservar activo el edificio que está junto a la Torre de la Calahorra.

Ciudad ante terceros adormecida, que por su continuada paralización está al borde del derrumbe.

¿Cuáles son los nombres desde que estamos en democracia que han capitaneado este naufragio definitivo? ¿Quiénes se dice que teniendo poder en el Gobierno andaluz retrasan la conexión por tren de la conurbación ribereña? ¿Le queda algún futuro a Córdoba?

Con los políticos que nos han gobernado y rigen, ninguno se ha preocupado verdaderamente por el bienestar real de sus ciudadanos ni del engrandecimiento de la ciudad, pues desde que accedieron al poder se han sumido en un amodorramiento sempiterno que sumerge a Córdoba en una ciudad inerte y con poca esperanza de salir de su letargo.

Sería muy largo de contar cómo, cuando aún no teníamos democracia, los regidores de Córdoba se opusieron a instalaciones de empresas en la ciudad, ampliaciones de edificios, ya construidos, remodelaciones de factorías y un larguísimo etcétera.

Parece que sobre Córdoba, grande ya desde los romanos, éstos tuvieron la perspicacia suficiente para darse cuenta de su potencial y por ello la nombraron la capital de la Bética, excelsa con los musulmanes, y una de las ciudades más importantes de Castilla durante los siglos XV y XVI, ha caído una maldición, o a sus autoridades, tras ser elegidos para gobernar, le han inoculado un virus que le hace parecer un muñeco sin vida.

Somos testigos de nuestros silencios, blandidos como armas defensivas ante las peleas que generan entre sí, como gallos de pelea, los ediles de la ciudad. Ésta que tuvo hace muchos siglos su esplendor romano, su Abderramán III y recientemente su Antonio Cruz Conde pregunta a los que ganaron las elecciones o estuvieron como compañeros de oposición si fueron capaces de aprovechar victorias y derrotas para engrandecer a Córdoba. ¿Por qué ni unos ni otros tuvieron redaños para de asegurar alianzas con los poderes de Madrid y Sevilla?

Esta ciudad sólo arrastra en su río restos de enfrentamientos como si aquí únicamente existieran bandos irreconciliables.

¿Qué tiene que ver con sus ideologías la necesidad que tenemos de disponer de la total circunvalación o contar con el jaramagal de Miraflores...?

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