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El regate de Suárez y el gol de Bacca

Emery ha logrado implantar su sello propio: solidaridad entre los jugadores y gran eficacia de los hombres de ataque

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ

Si hay un equipo en Primera que tiene un estilo reconocible y domina a la perfección los conceptos que necesita, éste es el Sevilla. Después de algo más de un año y medio al frente del equipo nervionense, Unai Emery ha conseguido implantar su filosofía en la plantilla, que la ha asumido como propia. El triunfo en la última edición de la Liga Europa cargó de motivos y autoridad al técnico para continuar por una senda que ya le ha llevado al éxito.

Equilibrio defensivo, solidaridad, orden... Nada de lo anterior se puede negociar en el once titular del entrenador guipuzcoano. En su 4-2-3-1, todos los jugadores tienen que trabajar para que la idea colectiva cobre sentido y, lo que es más importante, todos conocen y cumplen escrupulosamente su función en el campo. El talento más puro, el que se asocia a la libertad, queda en manos de muy pocos. Normalmente, de un sólo futbolista: Denis Suárez. El enganche gallego entra en contacto con la pelota siempre que puede. Pide siempre el pase fácil a Krychowiak e Iborra, sus escuderos en el centro del campo, y él mismo se encarga de convertir un ataque previsible en una jugada peligrosa o, al menos, elegante con apenas un par de movimientos.

Aleix Vidal y Vitolo aprovechan con velocidad esa marcha más que Suárez imprime al fútbol hispalense. Tienen mucha movilidad, buen regate y capacidad para hacer goles. Además, los laterales Coke (derecha) y Trémoulinas (izquierda) suelen ayudarles con sus subidas a generar superioridad y desequilibrar así por sus bandas. Pero todo ese fútbol de ataque confluye en el área, y allí siempre está Carlos Bacca, el gol del Sevilla. El colombiano supone un peligro constante para cualquier defensa. Con la portería entre ceja y ceja, necesita muy poco espacio para armar un buen disparo, tanto con la izquierda como con la derecha. Sujetar a este delantero resulta una tarea complicadísima, especialmente, si sus compañeros en ataque gozan de tiempo para pensar y pueden nutrir su juego con pases interiores.

Al Sevilla le bastan, por tanto, tres o cuatro hombres para hacer daño al rival. El resto de jugadores se dedican a hacer kilómetros y a derrochar testosterona; pero también a mantenerse fieles a un rigor táctico envidiable. Los centrales, completos en casi todos los aspectos del juego, transmiten seguridad. Y los pivotes son la versión actual de los legionarios que en otros equipos y momentos respaldaron e hicieron aún más grandes a Riquelme o a Valerón, en Boca Juniors o Deportivo, respectivamente. Dos luchan para que otro invente. La regla es simple, pero muy efectiva.

El jueves, pese a reservar a la mayoría de sus teóricos titulares, el cuadro hispalense demostró una solvencia máxima para derrotar al Feyenord por 2-0 en la Liga Europa. Dos centros de Deulofeu a balón parado y dos remates casi calcados de los mediocentros Krychowiak y Mbia recordaron que las jugadas de estrategia siguen siendo un arma muy a tener en cuenta, como siempre, en los conjuntos entrenados por Emery.

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