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La delantera blanca explota en Riazor

Paseo del Madrid en La Coruña; hat-trick de Cristiano, dobletes de Bale y Chicharito y gol de un James brillante; demasiado blando el Depor de Víctor

La delantera del Madrid es puro Tyson. Solo hace falta que el tren inferior del equipo no sea el de Pajares en «Yo hice a Roque III». Ayer pasó por La Coruña como Los Ángeles del infierno por una gasolinera. Tampoco Riazor es lo que era. Suena esa banda sonora de rock insurgente de todo el norte español, pero el equipo de Víctor Fernández no responde al ambiente. Tiene jugadores bonitos (del tipo crack frustrado), que juegan que da gusto verlos. Medunjanin es un Guti sin la primera zancada, Fariñas es un diablo y Domínguez y Cuenca parecían jugar a lo que Pastore. Un equipo de estilo capitalino que ante el Madrid no hizo gala del orgullo local, que diría Auserón.

El Madrid llevó el balón a ras de suelo. Al principio quizás con un fútbol algo cuestionable. Un 4-3-3 claro que Ancelotti ya solo modificará ante los grandes, y con cierto exceso de centralidad, poca banda, algo de desequilibrio (Modric miraba a los de arriba de un modo curioso). En el Madrid la línea la tira la delantera, pesa desde arriba. Cristiano y Bale muy en punta. De vez en cuando se descolgaba alguno para iniciar la jugada. Detrás, los centrocampistas y James, que es otra cosa. El primer paso de James, con el que empieza a correr, es salsa y luego todo su trote es festivo, alegre. No corre profesionalmente sino brincando con alguna expectativa (las expectativas son casi como el dinero). El Madrid avanzaba con él y con las conjeturas de Benzema, que estuvo muy bien. Por fino y por productivo, porque participó en dos goles. El primero no, el primero fue un pase blando de Arbeloa, que estuvo mejor, y que cazó Cristiano fardando de esternocleidomastoideo. Pero el segundo fue una jugada definitoria de este Madrid. James abandona la media y se incrusta en la delantera. Se queda el Madrid en dos líneas de futbolín. Benzema lo ve, se va al extremo y su hueco lo ocupa James, que la lleva hasta la escuadra como aquella vez Raúl en Gijón. Unos minutos estuvo, tras el golazo, siendo el centro perfecto del equipo. El tercero vino por una contra de Benzema. Lux (¡Sálvame de Lux!) confundió a sus centrales y a él lo burló el francés. El balón, suelto, lo aprovechó Cristiano, de nueve nueve.

Tres-cero a la mitad: poco juego en Bale y Kroos de Bundesbank, implacable en el control de cualquier exceso inflacionario.

Tras el descanso, hubo un asomo de pájara en el Madrid. Medunjadin hizo un birlibirloque en el área y el árbitro, un poco de segundas, pitó penalti. Vibró Riazor un cuarto de hora, pero el Madrid se recompuso. Fuera Benzema, dentro Illarra y Bale a la izquierda, donde empezó a aparecer. Primero a pase de Marcelo, después de Isco, que había entrado por Modric. Empieza a dar que pensar (matizar a veces parece un pero) que Cristiano no haga esas diagonales suyas y el galés se guste más tirando de tobillo en área chica. Este Madrid no espera tanto atrás. Clava al rival con las chinchetas tácticas de sus puntas.

Illarramendi tuvo unos minutos reseñables. Acompaña, corre el partido como si fuera un toro, al mismo ritmo y a cierta distancia prudente, sin tomar demasiado riesgo. Robó algún balón, la dio bien y estuvo elegante, útil.

El gol de Cristiano fue curioso. James había estado chupón y Cristiano le fulminó con una mirada, así que a la siguiente se fue el colombiano directo a robar y le devolvió al portugués el balón convertido en medio gol. «Perdón». Estas cosas tiene James. Luego salio Chicharito y marcó con los dos revólveres. Isco brillante otra vez (y van todas) en el interior zurdo. Con ocho goles pitó el árbitro. Un niño salió entonces disparado hacia Íker Casillas.

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