El Arcángel elige su «nueve»
Ghilas entra por Havenaar y el público deja claras sus preferencias: el argelino ya es el preferido de la grada

L evantó el letrero luminoso el cuarto árbitro: el «24», rezaba en rojo. La frustración se apoderó del rostro de Havenaar, que se había vuelto a perder durante una hora sobre el 105 por 69 de El Arcángel. No se encontró nunca. Está en Córdoba, esa ciudad en la que hace calor incluso cuando llueve, como anoche. Un lugar en el que la gente trata de enseñarle un idioma raro y donde el japonés ha aprendido demasiado pronto a descifrar los sonidos del viento. Porque los pitidos, que ya se habían centrado en la espigada figura del delantero algunos minutos antes, arreciaron cuando Albert Ferrer decidió sustituirlo. Necesita goles o, al menos, un buen partido de forma urgente.
Hubo en la grada quienes decidieron dar al nipón una nueva oportunidad con sus tímidas palmas. Permitieron incluso hablar de división de opiniones. Quizá sólo apoyaban con su aplauso a un hombre que lo había vuelto a intentar todo, pero al que no le sale nada. Cuando sus compañeros buscan sus 197 centímetros, no los encuentran; cuando él se faja con los centrales, cualquier árbitro tiene claro hacia dónde señalar la falta; y a ras de suelo... Nada. Así que Havenaar tragó saliva, mezcló alfabetos para maldecir y se dirigió al banquillo al trote y con esa mueca de desesperación que sí resulta comprensible para todos.
Corría el minuto 59 y volvía a esperarlo en la banda Nabil Ghilas. El «14», mostró el colegiado auxiliar en su cartel. Se encontraron entonces sobre la cal los dos delanteros y, justo en ese instante, cambió la banda sonora que interpretaban a coro 17.023 improvisados músicos. Pero lo cierto era que se cruzaban mucho más que dos simples futbolistas. La decepción —consigo mismo y con el público— del que se iba y las ganas del que entraba. El desacierto y la confianza. El sufrimiento y la ilusión. Si no fuese por las rayas blancas y verdes de sus equipaciones, hubiese sido difícil apreciar que pertenecían al mismo equipo. Sus caras reflejaban realidades completamente opuestas.
¿Un par de buenas ocasiones frente al Almería valían anoche tantos aplausos? Resulta obvio que El Arcángel ya ha decidido. La masa ha hablado —quién sabe si con motivos suficientes— en la cuarta jornada. La grada ya tiene a su «9», su favorito. Ghilas le debe a Havenaar y a quien aireó la última salida nocturna de Xisco el beneplácito total de una afición. El internacional argelino dispondrá de un margen de error que querría para sí cualquier delantero. Nadará a favor de corriente, la misma que arrastra peligrosamente hacia las rocas a sus dos compañeros en el frente de ataque califal.
Mejoría física
El sobrepeso, la imposibilidad —según las palabras de su técnico— de jugar 90 minutos... Nada de eso importa. Tampoco había visto puerta aún, pero Ghilas saltó al campo con el aura de salvador. Lo reclamaban desde su asiento incluso los aficionados que asistían por primera vez al Reino. Y el jugador cedido por el Oporto no rehusó su responsabilidad. Demostró que disfruta de cada lance, de cada choque con los centrales.
Ya era él quien recibía esas faltas que justo antes caían del otro lado. Era él quien cedía la pelota de cabeza para los centrocampistas del Córdoba y, en definitiva, el que metía el miedo en el cuerpo al rival. Quizá Havenaar lo tenga en chino y Ghilas lo tenga todo demasiado fácil. Pero el «14» no parece dispuesto a desaprovechar la oportunidad que le han dado los fieles de El Arcángel. Para ellos ya es el «9».
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