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TOCO Y ME VOY

Hace falta algo más para romper la lógica

POR PACO MERINO

En El Arcángel se viven tiempos de extraña belleza. La despedida al equipo resultó conmovedora. Los jugadores salieron al centro del campo para recoger el testimonio de gratitud de una afición que entiende por lo que están pasando. Cuatro jornadas sin ganar. Primera derrota en casa ante el Sevilla, que no es un adversario cualquiera. ¿Y qué? La gente no ha perdido la fe en el equipo, aunque sí parece que no le van a pasar ni una a alguna de sus piezas. La afición no ha pitado ni un solo segundo al Córdoba, pero sí ha perdido la paciencia —muy prematuramente— con jugadores que estaban —y siguen estando— llamados a cumplir una función de relevancia capital: marcar goles.

A Xisco, el punta referencial en los últimos años, lo tienen crucificado desde hace tiempo. El balear, del que dicen que anda renqueante por unos problemas musculares, ya no está ni en el banquillo. Esta semana circuló por las redes un vídeo suyo andando por ahí a horas impropias. En fin, que su índice de popularidad no está precisamente en su punto más alto. Tampoco el de Mike Havenaar, el fichaje más impactante del verano, que ante el Sevilla fue sustituido y escuchó cuando se dirigía al banquillo una banda sonora horrorosa: silbidos y una buena andanada de calificativos malsonantes a propósito de su idoneidad como jugador del Córdoba. El chico es muy alto y se le ve mucho. Algunos se acuerdan de Gustavo Balsas o de Eial Strahman, también puntas aparatosos y más bien tirando a estáticos. Vienen con la etiqueta de finalizadores. Pero, claro, para terminar algo hay que empezarlo. Y al japonés no le llega demasiado juego que rascar. Hubo, curiosamente, más centros desde la banda cuando él ya no estaba y le había suplido Nabil Ghilas. El argelino, al contrario que su compañero, ha caído de pie en El Arcángel. Parece que la camiseta le va a estallar de un momento a otro, pero el tipo se mueve y en Almería tiró dos veces a puerta en los minutos que estuvo en la cancha. Eso, a día de hoy, es motivo suficiente como para que la afición le construya un altar. El Córdoba tiene un asunto que resolver con el «nueve». Hay un buen puñado de creadores, pero se echa de menos a alguien que ponga su sello a la suerte suprema del fútbol: el gol.

Mientras tanto, el cordobesismo ya juega varios partidos en uno. Ya se ha zambullido en el torbellino de la Primera División, donde tú escribes tu destino sabiendo que entra dentro de lo posible que la firma se la pongan en cualquier otro lugar. El personal hablaba del Eibar y sus dos victorias en las cuatro primeras jornadas. ¡El Eibar, santo Dios! Y el Almería ganando en Anoeta a la Real. Y el Granada en el nuevo San Mamés al Athletic. De eso se habla antes de los partidos del Córdoba en Primera. También del golazo de Chicharito y los ocho que le cascó el Real Madrid al Dépor en Riazor. «Nosotros les dimos más guerra. No sentenciaron hasta el final», analizaba alguno a modo de paliativo un seguidor veterano de los blanquiverdes. Contra el Sevilla hubo pelea, pero los guantazos se los llevó todos el Córdoba. Era lógico, pero contra eso es lo que hay que luchar. Y es posible que el equipo, como dice Ferrer, esté en el buen camino. Pero tiene algo importante que resolver.

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