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Condenan a un subteniente por cazar en un polvorín del Ejército

Usaba gafas de visión nocturna y carros oficiales; su capitán, penado por permitirlo

P. GARCÍA-BAQUERO

La Sala Quinta de lo Militar del Tribunal Supremo ha ratificado las condenas a un subteniente y a un capitán del Ejercito, de un año y dos meses de prisión al primero y diez meses de cárcel al segundo, por cazar conejos y otros animales en un polvorín militar de El Vacar. El Alto Tribunal ha desestimado los recursos de casación interpuestos por los militares encausados, uno de los cuales llegó a usar gafas de visión nocturna y vehículos todoterreno «Aníbal» del propio Ejército.

Los delitos por los que el Tribunal Militar condenó al subteniente por cazar con equipo de combate, y a su capitán por permitir la conducta del primero, son, respectivamente, exceso arbitrario en el ejercicio del mando e incumplimiento de los deberes inherentes al mando.

El capitán, como jefe del Acuartelamiento El Vacar —el polvorín está en el término municipal de Villaviciosa de Córdoba—, estableció un plan de seguridad que fijaba un área del recinto como zona prohibida porque incluía almacenamiento de explosivos y municiones, vehículos de carga y descarga y otros elementos. Así mismo, establecía recorridos fijos para las patrullas de vigilancia y otros aleatorios.

Entre los años 2008 y 2010 ambos militares estuvieron destinados en dicho acuartelamiento y fueron responsables de ejercer como oficiales al mando del plan de seguridad.

Y fue durante esos años, aprovechando su turno como oficial a cargo del plan de vigilancia, cuando el subteniente practicó la caza, en ocasiones incluso en áreas de la denominada zona prohibida, donde estaba el polvorín. El subteniente se ponía las gafas de visión nocturna, se subía en un vehículo todoterreno «Aníbal» y aprovechaba que conocía dónde no había cámaras y sensores para cazar allí conejos y otros animales.

En compañía de civiles

«Esta actividad», dice la sentencia, «era desarrollada por el procesado unas veces solo y otras en compañía de personal civil, concretamente del entonces adjudicatario de diversos contratos para el mantenimiento del polvorín, de su hermano y de sus hijos, así como de otras personas no identificadas».

El subteniente, que aprovechaba para sus actividades cinegéticas los turnos en los que estaba al cargo de la vigilancia del acuartelamiento, ordenaba que las patrullas de vigilancia que debían recorrer el cuartel no transitaran por las zonas donde iba a cazar y que retirasen de ellas a los perros guardianes. Además, exigía que no se anotase la entrada de los civiles que le acompañaban en el registro de visitas.

La mayor parte de los soldados destinados bajo el mando del subteniente conocían sus actividades porque habían visto escopetas y cartuchos o incluso porque al escuchar disparos y acudir a su origen, se encontraron con su superior. Así, en una ocasión, cuando dos soldados acudieron al ruido de disparos a la zona de caza el subteniente les dijo «que se marcharan, que le estaban espantando a los bichos».

Condenan a un subteniente por cazar en un polvorín del Ejército

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