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DESDE MI RINCÓN

Mayorías matemáticas

Estoy convencido de que la reforma de la Ley electoral es conveniente, pero hagámosla sin prisas y entre todos

JOSÉ LUQUE VELASCO

EN España se habla de cambiar la Ley electoral e incluso de dar un repaso a la Constitución. Con lo primero se busca que la opción más votada en las elecciones municipales sea la que presida los Ayuntamientos. Con la reforma constitucional se pretende pacificar las ambiciones de algunas Comunidades que quieren «ser diferentes». Cuando escribo esta columna tengo los resultados del referéndum de Escocia delante. Los españoles deberíamos reflexionar profundamente sobre aquellas proposiciones de cambio que plantean los políticos y que en muchos casos, de llevarlas a cabo como ha sucedido en Escocia, generarían mayor división entre españoles y pérdidas de tiempo y dinero.

En 2011 el Partido Nacional Escocés —PNE— ganó por «aparente» mayoría las elecciones al Parlamento. En la creencia de que una mayoría de ciudadanos respaldaba su política secesionista, el PNE convoca un referéndum de independencia. Su líder demuestra con esa decisión que puede ser un buen líder de partido pero está lejos de ser un buen matemático. En esas elecciones más de la mitad de la ciudadanía escocesa, por una u otra causa, no estaba representada en el Parlamento. Por ello, el ganador no tenía, ni soñando, la mayoría de la soberanía ciudadana. Pero ¿quién le dice eso a quien estando al frente de un gobierno o un ayuntamiento se cree el centro del mundo? El día después de unas elecciones, el aparente ganador por mayoría legal, hace suyos los votos en blanco, los nulos, las abstenciones y los que han ido a parar a partidos sin representación ¡Así pasan las cosas que pasan! Sin embargo, a la convocatoria del referéndum han acudido a votar el 85 por ciento de los electores escoceses. No se trataba de votar a uno u otro partido. Lo que estaba en juego era el futuro de Escocia y eso es algo muy diferente. El resultado demuestra que esa mayoría de representación que creía tener el líder independentista Alex Salmond era irreal. La experiencia escocesa debería hacernos reflexionar a los españoles ante los cambios propuestos por los políticos ¡Cambios sí! pero con sentido común y para mejor. Cuando está en juego nuestra convivencia, los cambios deben contar con la voluntad de una mayoría indiscutible de españoles. No se puede despreciar la de aquellos que con su voto en blanco manifiestan no tener opciones de partido válidas. Ni la de aquellos que desilusionados con el sistema no se molestan ni en participar. Todos esos ciudadanos también son españoles y contribuyentes.

Decía Juncal que «las prisas para los delincuentes y los malos toreros». Estoy convencido que la reforma de la Ley electoral es conveniente y necesaria. Pero hagámosla sin prisas y entre todos. Hagamos aquellas reformas que satisfagan e ilusionen a una mayoría matemática de españoles.

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