El Córdoba deja vivo al Espanyol (0-0)

El Córdoba necesita más. Algo más. Quizá sea calidad, quizá sea suerte. Probablemente, ideas, experiencia o confianza. Deberá encontrar un poco de todo lo anterior para salir del pozo en el que se está instalando. Contra el Espanyol, comenzaba la segunda batalla -después de la de Almería- de su guerra por evitar el descenso. Fue mejor que el conjunto perico durante los 90 minutos, pero no tradujo en goles su esfuerzo.

Ferrer, que todavía no tiene claro cómo jugar, revolucionó de nuevo su once. Le dio la alternativa a Luso en Primera y acompañó al zaragozano con Ekeng en la medular. El resultado no se salió de la lógica: ambos imprimieron carácter al Córdoba, que sacrificaba al mismo tiempo imaginación. El africano fue el protagonista del primer tiempo, aunque, lejos de lo que se pudiese pensar, estaría más acertado en ataque que en defensa. Repartió bien el juego, se animó a romper líneas de presión con sus arrancadas e incluso probó fortuna con un disparo desde lejos; pero empañó su actuación al cometer un par de faltas tan desmedidas como peligrosas e inocentes.

Y si Ferrer protegió a su equipo, todavía más reservó Sergio González, por parte espanyolista. Con demasiados hombres por detrás del balón, el cuadro barcelonés se defendió bien y apenas concedió ocasiones a los blanquiverdes. Eso sí, en ataque, muy poco. Casi nada. Sólo las jugadas a balón parado, esa suerte que posiblemente termine por decidir qué tres equipos descienden en la jornada 38. En uno de esos saques laterales, reclamó penalti Colotto, que no logró fusilar en el segundo palo, incordiado por Íñigo López, en el minuto 21.

A partir de entonces, se niveló un duelo que había dominado el Córdoba desde el inicio. Sin llegadas claras, ambos contendientes asumieron que las pequeñas ventajas podrían decidir el marcador final. Un metro de terreno conquistado, una tarjeta forzada al rival... Nadie se puso nervioso. No valía la impaciencia, sino la perseverancia y la concentración para salir victorioso de la partida de ajedrez en la que se había convertido el encuentro.

Nada cambió el descanso. Mandaba el Córdoba, pero muy lejos de Kiko Casilla. Trató de hacer la guerra por su cuenta Cartabia, pero el marcaje sobre su figura ya no es el de las primeras jornadas. Aun así, se sacó un derechazo de crack en el minuto 60. No sirvió para superar al portero perico, pero sí para poner un poco más de queroseno en una grada que ya ardía por sus jugadores. Salva Sevilla sufrió en sus carnes y en sus oídos la presión de una caldera. Pocos en El Arcángel se han olvidado de su desplante.

El cansancio comenzó a pasar factura. Los marcajes se relajaron y Cartabia siguió a lo suyo: el desequilibrio. Una de sus diagonales se hizo imparable por los métodos legales para la zaga albiazul. Derribo en la frontal y oportunidad para el argentino de libre directo. El «10» califal superó con efecto la barrera, pero se encontró con una estirada providencial de Casilla.

Cartabia es la solución. Sus compañeros vuelcan, de forma voluntaria o inconsciente, el campo hacia el argentino cuando el tiempo apremia. A falta de un cuarto de hora para la conclusión, ejecutó una jugada de estrategia desde el perfil diestro. Pantic cabeceó a las redes el envío preciso del argentino e hizo estallar al estadio; no sin la colaboración del colegiado y su linier, que tardaron lo indecible en anular por fuera de juego el gol del serbio.

Moría el partido y seguía colista el Córdoba, al que no le bastaba un punto que provocaba sensaciones mucho más dulces en el otro bando. Y pudo ser peor, porque Colotto, tras un centro a balón parado -cómo no-, obligó a intervenir a Juan Carlos para evitar el 0-1. Volaron los minutos finales y se fueron con ellos dos puntos de El Arcángel. El Córdoba seguirá su guerra el viernes, frente al Getafe. Y ya ha descubierto que los empates no saben bien cuando se marcha último en la clasificación.