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TOCO Y ME VOY

¿Quién se lo quiere creer ahora?

El Córdoba recupera su carácter competitivo y se deja la piel en el intento, pero vuelve a dejar en el aire todos sus argumentos ante la falta de gol

POR PACO MERINO

ALBERT Ferrer, el entrenador antes conocido como «Chapi», sigue sin poder poner una crucecita en el casillero de victorias de su expediente como entrenador de Primera División. «El equipo tiene que creérselo», ha venido repitiendo en cada uno de los partidos que su Cordoba ha ido desgranando hasta ahora. «Somos de Primera» no deja de ser la leyenda de una camiseta hasta que no se demuestra realmente esa condición. A los demás y a uno mismo. Por ahí iba el discurso de Ferrer, que lleva en Córdoba el tiempo suficiente para saber cómo se disparan los biorritmos del personal si los resultados no aparecen. Sea como sea, porque aquí rara vez ha habido debates sobre cuestiones estéticas. Si Ferrer cuenta que admira el estilo de Cruyff y pretende que el Córdoba haga algo parecido, pues lo dice y no pasa nada. Pero nada de nada. Ahora anda «cogiéndole el truquillo». Va sumando detalles, armándose sobre la marcha. El equipo fue ayer, ante el Espanyol, como esa canción de Loquillo que sonó varias veces en la megafonía y que se ha convertido en una de las habituales en la banda sonora de los partidos: «Feo, fuerte y formal».

Nadie va a exigirle al ex del Barcelona el cumplimiento de esa declaración de intenciones ni a pedirle cuentas porque la realidad de la Liga obligue a usar otras vías, seguramente menos vistosas, para echarse a la boca un puñado de puntos. Lo de ser el único equipo de Primera División que no gana un partido es un detalle muy feo. Era algo que duele a la vista. Se podía mirar para otro lado, y de hecho así se hizo durante estas semanas de clemencia pactada, de todo va bien y no pasa nada, de tolerancia de todo y señalamiento como si fuera un apestado de que se atreviera a señalar alguna tara de un equipo que, como todos, es imperfecto. Pero, claro, a unos se les nota más que a otros. Esto va de solapar las carencias y aprovechar las del que está enfrente. Y para eso hace falta querer. Y querer mucho.

El Córdoba quiso ayer. Lo quiso con todas sus fuerzas. Las que tiene ahora. Ferrer exprimió un poco más el grupo haciendo debutar al pasajero número 23, un Luso Delgado que se estrenó en Primera y lo hizo con el brazalete de capitán. El aragonés se fajó al lado de Patrick Ekeng en un doble pivote de corte fajador. Aunque ayer todos lucieron su perfil más obrero. Hasta Fede Cartabia, al que cosen en patadas en cada partido porque ya saben de qué corte va el 10 blanquiverde, se dejó ver en tareas de achique y estorbo. Un buen paso. Pero no es suficiente en una Primera División que no perdona deslices y en la que muy pronto te pueden poner un cartelito difícil de quitar. El Córdoba es ahora —sigue siendo— ese simpático recién llegado al que intuyes que le cogerás cariño si lo llegas a conocer. De momento, le dan collejas y le hacen burlas. El equipo se mantiene digno mientras se fabrica una imagen que aún no tiene. El Córdoba es todavía un boceto, una intención, un experimento con muy buenas intenciones. Ante el Espanyol no ganó el partido, pero sí una buena ración de confianza. Así lo vieron todos. O casi. Es colista de Primera, pero su afición lo quiere mucho. Por algo será.

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