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EL TACÓN DE SÓCRATES

El ascenso interminable

«Será esta noche ideal que ya nunca se olvida. Podré reír y cantar y bailar disfrutando la vida. Olvidaré la tristeza y el mal y las penas del mundo»

POR PACO MERINO

«Será esta noche ideal que ya nunca se olvida. Podré reír y cantar y bailar disfrutando la vida. Olvidaré la tristeza y el mal y las penas del mundo. Y escucharé los violines cantar en la noche sin rumbo»

«Mi gran noche», Raphael

Tampoco fue ésta, pero qué más da. El Córdoba sigue buscando su gran noche, el instante que dé sentido a todos los sudores derramados, arengas escuchadas y expectativas creadas. Ese momento reconfortante en el que gire la llave y oiga cómo el motor se pone en marcha sin chirriar. Sentir que todo va bien o al menos que no va tan mal. Un triunfo. Tres puntos y a casa. El Córdoba es el único equipo de Primera División —el Mallorca, en Segunda, le iguala el récord— que todavía no ha ganado un solo partido. Va el último pero no lo parece. Los futbolistas pasan por la zona mixta con la cabeza alzada y sueltan los tópicos de rigor sin parecer peleles resignados. Son hombres derrotados con un brillo de rebeldía en sus ojos. A Albert Ferrer no hay quien le saque de su carril. Mira hacia arriba —por detrás ya no queda nadie— y toca todas las teclas a su alcance para relanzar a los suyos. Ya ha alineado a 24 de los 26 disponibles. «Estamos más cerca», insiste el catalán. No demuestra ni un síntoma de abatimiento. Puede que le salga bien o mal, pero parece muy seguro de lo que hace. Que los protagonistas sean conscientes de la situación sin caer en el victimismo y los complejos es fundamental. Y esa entereza de ánimo tiene gran parte de su explicación en el abrazo de la afición, que ya era «de Primera» antes de subir y que ahora no está haciendo más que comportarse como había imaginado durante décadas. Como es debido.

El equipo no vence, pero su hinchada vive instalada en una fiesta. Ya sea porque aún duran los efectos del subidón del ascenso, porque es lo que siempre vieron hacer a otros por la tele o por espantar el miedo, lo cierto es que el cordobesismo ha irrumpido en Primera con una puesta en escena impactante. La gente recoge los confettis que un día cayeron al suelo y vuelve a lanzarlos al viento. Ha conseguido perpetuar una sensación más allá de la realidad. Lo del último partido ante el Espanyol resultó conmovedor. El Córdoba empezó el choque como colista de la Liga y lo terminó en el mismo lugar. Si resultó apasionante el recibimiento —el himno a capela sonó por toda la ribera del Guadalquivir—, la despedida fue sencillamente sobrecogedora. Después de engarzar su sexta jornada sin victorias, tras un empate a cero y un desempeño más vistoso que eficaz, los jugadores se fueron al centro del campo empujados por los seguidores, que no paraban de aplaudirles. «Si esto es ahora, cuando ganen partidos...», comentaban periodistas catalanes en la zona de prensa. La afición del Córdoba es su marca más reconocible en el retorno a Primera. Más allá de cualquier nombre propio en el campo, El Arcángel —el papel de sus moradores— está siendo la seña de identidad para un club desconocido en la élite durante la edad moderna del fútbol profesional español. Hablamos, no olviden el dato, de la masa de seguidores de un equipo que lleva más de cuatro decenios sin aparecer por la máxima categoría.

La actitud del cordobesismo con respecto a su equipo cobra aún más valor si se echa un vistazo a los números. Desde el pasado 13 de abril, con un 3-1 al Alcorcón, el Córdoba solamente ha vencido en uno de los nueve partidos oficiales que ha disputado al calor del hogar. Fue un 2-0 al filial del Real Madrid, que ahora anda por la Segunda B. Ha encadenado cuatro encuentros de Segunda, dos de play off de ascenso y tres de Primera, con un balance de una victoria, seis empates y dos derrotas. Ha llenado virtualmente el estadio en sus últimas seis comparecencias y en ninguna pudo celebrar el éxito completo. Hubo fiestón por todo lo alto ante el Mallorca (0-0), cuando el equipo logró el pase al play off, en el que despachó al Murcia (0-0) y a la UD Las Palmas (0-0). En Primera, el personal se emocionó con el debut ante el Celta (1-1) y el remolino nostálgico frente al Sevilla (1-3), antes de cumplir ante el Espanyol (0-0) el último capítulo. El cordobesismo sabe cuál es su papel este año: defender a su criatura ante las agresiones de los demás y bailar sin perder la sonrisa encima de un alambre sin red debajo. El Arcángel juega. Dicen que la afición no gana partidos, pero es mentira. Lo van a ver.

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