Alcalde a tiempo completo (IV)

ESTOY convencido que cuando un país se encuentra en momentos difíciles, los ciudadanos estamos obligados a participar abiertamente en la cosa pública. El mayor error que podríamos cometer sería limitarnos a aceptar unas votaciones cada cuatro años, guardándonos la opinión que tenemos sobre las actuaciones u omisiones de quienes como gobierno u oposición tienen responsabilidades políticas. Lamentablemente esa actitud parece gustar a nuestros dirigentes. Cuando gobiernan cierran los despachos a las voces libres e independientes, buscando sólo las insonoras fotos y las palabras de aduladores y oportunistas ¡Así suceden las cosas que suceden! Sólo se enteran de nuestro desencanto el día después de las elecciones, cuando el daño es irreparable. Moralmente eso representa un pecado de omisión. Políticamente una falta de responsabilidad por culpa «in vigilando».

Digo esto al conocer las palabras de la secretaria general del PP-A, alcaldesa de Valverde del Camino y diputada autonómica, cuando al verse obligada a cumplir la sentencia del Tribunal Constitucional que establece la incompatibilidad de ambos cargos, afirma sin rubor que la renuncia «ha sido una decisión muy fácil de tomar» pues «ensalza el contacto con la gente» ¡Manda narices! ¡Ya ha tardado en valorar esa cercanía con los ciudadanos! Por eso digo que no me extrañan muchas de las cosas que suceden en España. Hace más de dos años, desde esta misma columna, por tres veces consecutivas y con el título de «Alcalde a tiempo completo», razonaba la conveniencia de que nuestro alcalde renunciara a su condición de diputado, dedicando todo su tiempo a Córdoba. Así cumpliría con sus obligaciones y tendría agenda para escuchar a los ciudadanos. Podría convocar reuniones periódicas con grupos pequeños de personas independientes, no escogidas políticamente, de diferentes edades y profesiones, tomando un café, sin prisas, para preguntarles su opinión sobre la seguridad, los impuestos, la limpieza, el tráfico, los colegios, los árboles, sus relaciones con las diferentes administraciones, el ocio y mil cosas más. Escucharlos y tomar nota de sus propuestas, de sus quejas y de sus inquietudes ¡Se enteraría de muchas cosas! ¿No es eso más conveniente para Córdoba que estar en Sevilla tres días a la semana? Ha tenido que ser el Tribunal Constitucional el que lo diga, para que nuestro alcalde valore más el contacto con los electores que el escaño en el Parlamento de Andalucía. Esto debe ser así cuando no he oído palabra alguna contradiciendo las de su secretaria general.

Dice el refranero que «el que tarde trilla, la lluvia le pilla». Ojala las tormentas políticas que se escuchan en la lejanía, se hagan esperar en Córdoba.