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EL CONTRAPUNTO

RAJOY AHUYENTA A SUS VOTANTES

ISABEL SAN SEBASTIÁN

La clase media dio una mayoría absoluta al PP para que defendiera sus intereses, no una patente de corso para que se cebara en ella

EL sablazo fiscal a la venta de la vivienda familiar, convertida en un auténtico expolio, era lo que faltaba para el pleno al quince. Si el PSOE hubiese trazado un plan diabólico destinado a dejar a su rival sin votantes, no habría podido hacerlo mejor. Los de Rajoy están demostrando una habilidad prodigiosa para defraudar las expectativas de su propio electorado, actuar en contra de sus intereses (los del partido, pero sobre todo los de los colectivos sociales y profesionales que le auparon hasta el poder) y traicionar su palabra.

Primero fueron los terroristas y sus víctimas: Ausencias señaladas en las manifestaciones de la AVT, afirmaciones tan peregrinas como la efectuada por el hoy presidente del Gobierno en el sentido de que no se había «pagado un precio político por la paz», liberación de Bolinaga, coexistencia cordial con Bildu/Batasuna/Eta, etc.

Vino a continuación la primera subida de impuestos al trabajo, gravado ya para entonces en un porcentaje confiscatorio, con el manido argumento de la «herencia recibida». Como si el PP en la oposición no hubiese dispuesto de herramientas suficientes para conocer «grosso modo» lo que iba a encontrarse al llegar a la Moncloa, antes de comprometerse formalmente y por escrito a reducir la carga impositiva que pesa aún hoy sobre nuestras espaldas. Como si no hubiera sabido de antemano que el país estaba quebrado y lo de bajar los impuestos sólo era factible previo recorte drástico del gasto, eliminando prebendas, podando en serio la Administración y suprimiendo muchos de los pesebres en los que abreva su ganado. ¿Usted fue uno de los incautos que dieron por sentada esa intención? Se equivocó. Aquí el único gasto que ha bajado significativamente es el correspondiente a los intereses de la deuda, pese a que ésta no deja de crecer. Los sueldos de los funcionarios llevan años congelados, los de la mayoría de los asalariados mengua, pero los números son cada día que pasa más rojos. Y suma y sigue.

Estaba en el ADN (y en el programa) del partido liberal, del sucesor de la UCD, devolver a la Justicia la independencia que le hurtaran los socialistas en 1987. Lo reclamaban sus portavoces en mítines y tertulias. Lo defendieron sus paladines en campaña. Las asociaciones de jueces más próximas a la gaviota hacían de esa reivindicación bandera. Llegada la hora de la verdad, prevalecieron otras prioridades orientadas a taparse unos a otros las vergüenzas, y quienes habían confiado en poder hacer carrera judicial sin quitarse la venda de los ojos ni bordarse unas siglas en la toga, simplemente a base de capacidad y esfuerzo, se quedaron con dos palmos de narices. Alberto Ruiz Gallardón se ha ido a su casa, es verdad, aunque por otro motivo. Acaso por acumulación de agravios, toda vez que en él recaía igualmente el «donde dije digo digo Diego» pepero correspondiente a la Ley del Aborto, que sigue siendo un derecho, como quería Zapatero. Un derecho y un hecho impune, que siega vidas indefensas y repugna a la conciencia. Bueno, a ciertas conciencias coherentes y firmes en sus principios. Otras, es evidente, miran hacia otro lado y optan por el Ministerio...

Ya lo dijo lord Acton: El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente...» no sólo en el terreno moral. Las cloacas de España revientan, incapaces de tragar más porquería. Los paganos de esta orgía obscena, la sufrida clase media, harta de consignas y huérfana de ejemplo, está a punto de estallar. Le dio una mayoría absoluta al PP para que defendiera sus interses y, con ellos, los de la Nación; no una patente de corso para que se cebara en ella.

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