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ESPAÑA DEMANDA UN PACTO ANTICORRUPCIÓN

Todas las fuerzas tienen que involucrarse en la tarea de depurar la función pública, y Rajoy, como máximo responsable político, debe ser el principal impulsor de este proceso regenerador

FELIPE VI reiteró ayer la importancia de mantener e impulsar un modo de convivencia basado en la «honradez» y en «hacer honor a la palabra dada», durante su visita al municipio asturiano de Boal, declarado este año Pueblo Ejemplar, en línea con el discurso que pronunció la víspera en los Premios Príncipe de Asturias, donde enfatizó que «la sociedad necesita referencias morales a las que admirar», así como principios éticos cuya preservación y respeto es crucial. El mensaje no puede ser más certero y oportuno en los tiempos que corren, ya que la corrupción no solo es uno de los principales problemas de España, sino que se ha convertido en una amenaza para la estabilidad política del país, debido al fuerte descrédito que ha sufrido en los últimos años parte de las instituciones públicas, empezando por los partidos. El desapego y desconfianza que muestra la ciudadanía hacia la política como consecuencia de los numerosos escándalos de corrupción es muy preocupante, ya que la solidez del sistema democrático y del Estado de Derecho descansa, en última instancia, en la ejemplaridad y el buen funcionamiento de sus órganos y representantes.

Por ello, ahora más que nunca, urge que el PP y el PSOE, junto con el resto de fuerzas políticas, así como la patronal y los sindicatos, hagan creíble su propósito de regeneración y saneamiento democráticos mediante la consecución de un gran pacto de Estado capaz de combatir la corrupción de forma eficaz y contundente, ante el aluvión de casos que ha surgido en los últimos tiempos. El descubrimiento de las tarjetas opacas en Caja Madrid, el fraude de los ERE y de los cursos de formación en Andalucía, las andanzas de Bárcenas en torno a la Tesorería del PP o la trama corrupta del clan Pujol en Cataluña son tan solo algunos ejemplos. ABC lleva años alertando sobre la necesidad de implementar una profunda regeneración política, pero es ahora cuando populares y socialistas están trabajando para acercar posturas con el fin de alcanzar un acuerdo global contra la corrupción.

Aunque el consenso es esencial en esta materia, no es suficiente. En primer lugar, el pacto urge porque después de enero será muy difícil aprobar reformas de calado, debido a la proximidad de las autonómicas y municipales de mayo, pero debe ser firme, rotundo y pragmático a la hora de prevenir y castigar esta lacra. Aquí no caben más medias tintas ni proyectos vacíos cargados de buenas intenciones, cuya aplicación es nula en la práctica, puesto que España se juega mucho en este campo. Más que nunca, el que la hace debe pagarla. No en vano, la corrupción es el principal ariete que emplea el populismo para cargar contra el sistema y, así, ganar votos con el fin último de derribar los fundamentos del actual sistema representativo. Todas las fuerzas tienen que involucrarse en la crucial tarea de depurar la función pública, y Mariano Rajoy, como máximo responsable político, debe ser el principal impulsor de este proceso regenerador.

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