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Los O’Hara, los Pujol y lo que el abuelo Narciso se llevó

Desde Ramiro Pujol i Rosa, el bisabuelo que se arruinó, no hay un miembro de la saga al que el fisco o la Justicia no le hayan cogido por la pechera. Así es como el clan se «deja la piel» por Cataluña

CORRÍA 1916 y Ramiro Pujol i Rosa, escopeta al hombro, atravesaba la plaza del pueblo ampurdanés de Darnius completamente arruinado y con cinco hijos después de que el negocio de vender tapones de corcho a los bodegueros de Champagne se hubiese ido al garete tras la invasión alemana de Francia. Con Europa en guerra, no estaban los tiempos para burbujas. Por entonces, unas 1.150 personas vivían en Darnius, entre ellas los padres de José María Gironella, que nacería allí el último día del año siguiente. Camino de Premià de Mar, el pequeño Florencio Pujol i Brugat (10 años) quizá apartó la mirada de la espalda de Ramiro, se giró y observó cómo Darnius se alejaba. «Esto a mí no me pasa»...

Y lo cumplió. El bisabuelo Ramiro fue el último Pujol que las pasó canutas por no tener dinero o por perderlo. A partir de su hijo Florencio, a todas las generaciones de la saga les unen la abundancia de billetes y los problemas judiciales o fiscales por la dudosa procedencia o almacenamiento de esos recursos que la familia ha tratado de ocultar de la molesta mirada del fisco. Gente... «discreta» estos Pujol, sometida a una difícil tarea, pues intentar tapar semejante dineral es como querer ocultar un elefante con una toalla de baño. Veamos.

Cuarenta y tres años después de salir del pueblo, en la página 3.898 del BOE del 9 de marzo de 1959, el régimen de Franco publicaba la primera lista oficial de evasores fiscales de la que se tiene memoria. Y en ella estaba Florencio Pujol i Brugat, junto a su socio David Tennenbaum, entregados ambos en cuerpo y alma al contrabando de divisas, según la Brigada de Delitos Económicos, y con el dinero en el paraíso suizo. A partir de entonces, y por esa rama de la estirpe pujolesca, no ha habido uno al que Hacienda no le haya cogido por la pechera. Eso en el terreno fiscal, porque en el penal la lista también es lustrosa, sobre todo en la unidad familiar formada por Jordi Pujol i Soley (el nieto de Ramiro) y Marta Ferrusola y Lladós, en la que todos sus miembros, todos, o están investigados por Hacienda o por los tribunales. Los juzgados centrales 1 y 5 de la Audiencia Nacional, el 9 y el 31 de Primera Instancia de Barcelona, la Agencia Tributaria, la Unidad de Delincuencia Económica de la Policía Nacional y hasta un juzgado de Liechtstentein husmean por sus asuntos. Cómo será la cosa para que hasta a un juez del Fürstlicher Landricher de Liechtstentein –¡con lo que habrá visto esa gente!– le llame la atención e investigue al ex-Honorable hijo de Florencio por hacer, presuntamente, lo mismo que hacía su padre hace casi medio siglo, que es lo mismo que, también supuestamente, hacen ahora sus hijos Jordi y Oleguer Pujol i Ferrusola.

En año y medio se cumplirá un siglo desde que el pequeño Florencio Pujol i Brugat se arrancase –a lo Escarlata O’Hara en «Lo que el viento se llevó»– en su crepúsculo anaranjado y triste de Darnius. ¿Recuerdan?: «A Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme y cuando haya terminado esto nunca volveré a saber lo que es el hambre. Ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, que robar... A Dios pongo por testigo de que no volveré a pasar hambre». Se hincaba de hinojos la señorita Escarlata y sonaba triunfal la música de Max Steiner...

Pues eso, pero en catalán.

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