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EL PULSO DEL PLANETA

China quiere poner coto a la «arquitectura rara»

PABLO M. DÍEZ

El presidente Xi Jinping alerta ante la proliferación de edificios extravagantes que ha traído la burbuja inmobiliaria del desarrollismo

Con la burbuja inmobiliaria más inflada que nunca, el desarrollismo chino está poblando el país de construcciones cada vez más singulares. Hoteles con forma de herradura, fábricas de licor dentro de botellas gigantes, rascacielos fálicos, torres de televisión que recuerdan a unos calzoncillos, auditorios que parecen un huevo y plantas de energía con apariencia de flor... Financiada por los yuanes a espuertas de los nuevos ricos chinos, la imaginación de los arquitectos ha sido tan fecunda que el presidente del país, Xi Jinping, acaba de advertir que ya está bien de tanta «arquitectura rara». Sus palabras, pronunciadas en un reciente encuentro con escritores y artistas, han abierto el debate sobre la estética extravagante que se está imponiendo en China, un paraíso para los arquitectos.

Aunque hay gustos para todos los colores, una clasificación del diario de Singapur «Strait Times» sitúa al Hotel Tianzi de Langfang, en la provincia de Hebei, como el más extraño de China. Construido en el año 2000 con un altura de 40 metros, su fachada representa las figuras de los dioses de la felicidad (Fu), la prosperidad (Lu) y la longevidad (Shou). A tal alarde de arquitectura «kitsch» se accede por el pie de esta última divinidad, que sostiene un melocotón donde su ubica una suite.

No menos peculiar es la sede en la región de Sichuan de Wuliangye, uno de los más populares licores chinos («bai jiu»). Como no podía ser de otra manera, el edificio es una botella de casi 70 metros cuya fachada luce la etiqueta de la marca.

Todavía en construcción, el rascacielos de 32 plantas donde su ubicará la redacción del «Diario del Pueblo» en Pekín, presupuestado 193 millones de euros, es objeto de mofa en internet por su forma fálica. En declaraciones al periódico de Hong Kong «South China Morning Post», su arquitecto, Zhou Qi, achaca las burlas a motivos políticos porque el «Diario del Pueblo» es el altavoz del Partido Comunista. Aunque añade que el resultado final no se asemejará a un pene, los otros parecidos tampoco son demasiado atractivos: un pingüino, una plancha o una licuadora.

Llevando un paso más allá la función del edificio a su estructura, en Wuhan se está levantando un instituto de energías renovables donde sus laboratorios tendrán forma de hojas y rodearán una torre que parece una flor.

En Cantón (Guangzhou), un edificio circular apodado el «Donut» forma un ocho, el número de la suerte en China, al reflejarse en el río a cuya orilla ha sido construido.

Con otro diseño simbólico, el hotel de siete estrellas Pangu de Pekín representa a un dragón y la Mansión Fangyuan de Shenyang se inspira en una antigua moneda de cobre china, con su fachada circular y un cuadrado justo en el centro.

Olvidando el «feng shui» y la simpleza funcional de la arquitectura contemporánea preconizada por genios como Frank Lloyd Wright o Mies van der Rohe, todos estos edificios son los ejemplos menos afortunados de la nueva China. El reverso esperpéntico de obras emblemáticas como «los calzones» de la torre de la televisión CCTV o «el huevo» del Auditorio Nacional. Imaginación no falta, ni para los motes ni para la arquitectura.

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