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LA ESCANDALOSA IMPUNIDAD DE MAS

Artur Mas ha puesto a la Generalitat en un estado de rebeldía anticonstitucional y se ha colocado a sí mismo fuera de cualquier posible recuperación para la transacción democrática

LA reacción furibunda y desmedida de Artur Mas a la nueva impugnación presentada por el Gobierno de Mariano Rajoy ante el Tribunal Constitucional es la prueba definitiva de que el líder nacionalista está inhabilitado para el diálogo político y la dirección del autogobierno catalán. Artur Mas se atrevió ayer a calificar al Gobierno central de «ridículo» e «hipócrita», tachó su decisión de acudir al Tribunal Constitucional como un «abuso de poder» y lo acusó de manipular al Alto Tribunal. Por si fuera poco, anunció que había dado órdenes al servicio jurídico de la Generalitat para emprender acciones legales contra el Gobierno de la Nación. Con esta pérdida absoluta de la dignidad y las formas, Artur Mas demuestra que empieza a ser hora de aplicar al desafío soberanista otras medidas constitucionales, en paralelo a los recursos ante el TC, cuyo efecto suspensivo sobre las disposiciones y los actos soberanistas no disuade al Gobierno catalán de seguir usando los poderes autonómicos contra el Estado y la legalidad constitucional.

Tiene razón en parte Artur Mas cuando afirma que los jueces no pueden resolver el problema que el nacionalismo catalán está planteando. Es cierto, pero no como él lo interpreta. También las instituciones del Estado, principalmente el Gobierno y el Senado, pueden y deben dar un nuevo enfoque a la reacción constitucional a semejante reto rupturista. Porque Mas no se conforma con retar chulescamente al Estado, sino que persevera en la decisión de celebrar una consulta ilegal. Cabe preguntarse a cuántos españoles permitiría la Fiscalía General del Estado una exhibición pública de ilegalidad e impunidad como la que están llevando a cabo, diariamente, Artur Mas y su coro separatista.

El Gobierno remitió ayer al TC su recurso contra el «plan B» de la consulta del 9-N, con el sustento legal que le dio el Consejo de Estado y con la expectativa razonable de que será admitido y, por tanto, provocará la suspensión de la campaña oficiosa por la consulta separatista. Pero ya no es suficiente. Artur Mas ha puesto a la Generalitat en un estado de rebeldía anticonstitucional y se ha colocado a sí mismo fuera de cualquier posible recuperación para la transacción democrática. Puertas adentro de Cataluña, el «astuto» Mas está alimentando a los sectores más extremistas del separatismo –ya lanzados a la conquista del poder autonómico, según la última encuesta de la Generalitat– una vez que Convergencia y Unió lo ha despojado de cualquier sentido constitucional, ese poder autonómico que el Estado debe recuperar cuanto antes para la lealtad constitucional, con medidas decisivas, proporcionadas y firmes.

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