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... MIENTRAS EL PSOE VUELVE A EQUIVOCARSE

PEDRO Sánchez no ha disimulado su alivio por poner punto final al apoyo que venía dando al Gobierno con los recursos ante el TC. Celebrado el 9-N, el PSOE quiere desmarcarse del Ejecutivo y aparecer como la solución paternalista que pondrá de acuerdo a los dos bandos enfrentados. Pero nuevamente Sánchez se equivoca. Primero, porque la respuesta judicial al nacionalismo sigue siendo necesaria, incluida la vía penal contra quienes han prevaricado, malversado y desobedecido. Es un despropósito que el aspirante socialista a La Moncloa haga suyo el discurso nacionalista de que la política se sobrepone a la ley. Por supuesto que al Estado también se le defiende con querellas y no se conmueven los cimientos de la democracia. Cada vez que se aplica la ley a los separatistas, surge un coro de profetas del caos. La Ley de Partidos es un buen ejemplo de que, frente a los negros augurios, la aplicación de la ley fue una virtud, y no una enfermedad, de la democracia y del Estado de Derecho.

Y en segundo lugar, la propuesta socialista de reforma constitucional no tiene valor político alguno después del 9-N, si es que lo tuvo antes. El nacionalismo ha demostrado que su objetivo no es cambiar la Constitución, sino derogarla en Cataluña, y la insistencia socialista en reformarla para hacer frente al desafío es un error histórico, porque implica descargar la responsabilidad del problema en el texto constitucional, y no en la deslealtad nacionalista. En un asunto de Estado, el PSOE vuelve a estar en el sitio equivocado.

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