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Músico y productorFernando Vacas

«Llevo mezclando agua y aceite toda mi vida»

Usted repasa su currículo y parece mentira que este productor musical viva a un suspiro de la plaza de la Corredera. Allí tiene su factoría. Un estudio de grabación donde se cocina mucho arte y algunos milagros

«Llevo mezclando agua y aceite toda mi vida» FOTOS: RAFAEL CARMONA

ARIS MORENO

ESTE músico y agitador inagotable se ha propuesto mezclar el agua y el aceite. O sea: el flamenco y el rock psicodélico. No hace mucho rompía los vinilos de Manolo Caracol cuando su padre se daba media vuelta. Es lo que suele ocurrir si naces en una familia flamenca y suena una soleá por la mañana, un martinete a mediodía y una bulería por la noche. Hoy, muchos años después, parece querer redimirse con su Ópera Flamenca, un proyecto transgresor que dará que hablar. Fernando Vacas no es un productor cualquiera. Es dueño de una hoja de servicios extensa y fértil, donde figuran criaturas artísticas de la talla de Flow, Raimundo Amador, María de Medeiros, Prin La La, Howe Gelb, La Negra, Russian Red o Víctor Coyote. Y lo que es más sorprendente: no vive en Nueva York ni trabaja en Londres: su puesto de mando está ubicado a tres minutos de la plaza de la Corredera.

—Empecemos por el final: ¿su Ópera Flamenca qué es: un delirio por bulerías o un experimento psicodélico?

—Es una experiencia sensorial donde intento unir dos mundos que son opuestos: el flamenco jondo y el sonido de la guitarra neoyorquina de los setenta. Parece imposible. Como mezclar agua y aceite.

—O sea, usted mezcla agua y aceite.

—Llevo mezclando agua y aceite toda mi vida. Pero antes no lo sabía.

Lo que sí sabía cuando era un niño y vivía en el Campo de la Verdad es que en su casa había 4.000 discos, gran parte de los cuales eran de flamenco. El cante jondo gobernaba su infancia y sus padres le tenían reservado un futuro en el arte caló. Por esa razón le compraron una guitarra flamenca y lo metieron en una academia. Resultó, en cambio, que era zurdo y el maestro le dijo que la guitarra estaba reservada a diestros. Aquel revés reforzó su convicción de que el flamenco no era lo suyo y abrazó, ya sin reparos, la música alternativa.

Vean lo que dice al respecto: «Yo he odiado el flamenco, los toros y el fútbol. Mi familia era muy flamenca. Todo era flamenco. Mi hermano iba a ser torero y mi hermana bailaora. Había que escuchar flamenco por huevos y a mí me gustaban los Smiths». Más claro agua. Lo demás ya lo conocen. Fundó el sello Eureka, montó la banda Flow y forjó una fructífera trayectoria de colaboraciones de primer nivel para un joven de provincias. Nos recibe en su casa. Una vivienda en el casco histórico con patio central y dos plantas. Abajo ha montado un pequeño estudio de alta calidad. Por aquí han desfilado decenas de músicos del más variado pelaje. Desde Raimundo Amador a Lin Cortés, Víctor Coyote, el Panki o Howe Gelb. Ahí es nada.

—Si los gitanos devolvían el disco de la «Leyenda del Tiempo» de Camarón porque era una blasfemia al flamenco, ¿qué harán con tu trabajo?

—Puede que pase lo mismo o puede que no. Lo que hace 20 años se veía como una barbaridad ahora tiene sentido. Yo antes mezclaba paté con mermelada y la gente se extrañaba. Ahora te vas a un gurmet y te lo ponen. Este no es un disco para flamencos.

—¿Qué le dice Raimundo Amador?

—Que soy un Conan «hippie». Que soy una persona muy flamenca. Que soy su hermano. Él está presionado desde pequeño para tocar la guitarra flamenca pero conoció a Jimi Hendrix y dijo: «Este es mi rollo».

—¿Su Ópera Flamenca es otra vuelta de tuerca del «Omega» de Morente?

—Por lo poco que sé sí. Aún no lo he llegado a escuchar. Se lo juro.

—Lo tendrá que jurar ante notario.

—Ante notario lo juro. Me lo he comprado pero prometí no escucharlo hasta haber terminado mi Ópera Flamenca.

—¿Si no hay transgresión no hay arte?

—Hay arte sin transgresión. Para mí, lo que existe es la mutación o la transcendencia. La naturaleza es el estado más perfecto del arte.

—¿Para qué transgredimos?

—Para trascender. Queremos cambiar, romper con lo anterior. Julio Romero de Torres transgredió y en su época no era entendido. Él se inventó el Photoshop. Cogía el cuerpo de una chica, la cara de otra, se la llevaba a otra parte de la ciudad y le cambiaba el cielo. Eso es Photoshop, ¿no?

—Usted ha dicho: «Hay que saltar al vacío sin red». ¿Cuántas castañas se ha pegado ya?

—No me he pegado ninguna pero tampoco he tenido una recompensa de pastel de castaña. Arriesgando en una ciudad como Córdoba es difícil trascender. Esto no es Nueva York. Es más fácil a nivel creativo porque tenemos una tranquilidad y una frecuencia que nos puede llevar a la más absoluta oscuridad o la más absoluta luminosidad.

—¿Y qué pastel de castaña espera?

—Uno que lo puedan disfrutar mis nietos, que se pueda escuchar y se pueda compartir con los demás.

—Enumeramos: Flow, Prin la la, María de Medeiros, Raimundo Amador, Leopoldo María Panero, Howe Gelb, La Negra, Víctor Coyote, Russian Red. ¿Lo suyo qué es: hiperactividad o déficit de atención?

—Falta de atención desde pequeño. Efectivamente. Y también hiperactividad. Éramos seis hermanos y mi padre no me prestaba atención. Quise sobresalir y reivindicarme como persona. Me dije: sé que no soy nadie pero por lo menos voy a hacer lo que me da la gana.

—Y su padre ya se fija en usted.

—El otro día me lo encontré por la calle y me dijo: «Me he enterado que tocas la guitarra». Mi relación con él fue muy difícil. Creía en su hija bailaora y en su hijo torero, pero su hijo rockero no entraba en sus esquemas.

—Y la Ópera Flamenca la ha hecho para que al fin lo reconozca.

—No. Si tengo una idea, he aprendido a no sacar la guadaña y sí a vomitarla.

—¿Qué hace un hombre orquesta como usted en un pueblo como éste?

—Crear. Creo aquí y mi modelo de vida es viajar y nutrirme de experiencias. Córdoba es magnética y está cargada de energía. Es una de las ciudades más increíbles que hay en la Tierra.

—Tan increíble que no creemos en ella.

—Exactamente. Es la puta más cara del burdel y te trata a veces como lo que es.

—¿Le tienta el exilio?

—Me tienta si hay buen viento o buen barco. En patera no cruzo el Atlántico. No tengo prisa. Este estudio es mi corazón y aquí me he hecho fuerte. Todo lo que puedo darle a la ciudad se lo daré.

—¿Para ser cordobés hay que autoflagelarse?

—No. Hay que ir de vez en cuando con sombrero.

—Díganos tres razones para no emigrar de la Corredera.

—El clima, la magia y la gente.

—De su cosecha es la siguiente frase: «Somos siempre los mismos payasos en el mismo circo».

—Claramente. Usted me lleva haciendo entrevistas muchos años, el fotógrafo me lleva haciendo fotos muchos años y yo sigo hablando de lo mismo muchos años.

—¿Y espera nuevos payasos o un circo nuevo?

—Siempre echo de menos nuevos payasos.

—¿En qué nuevos disparates trabaja?

—En una obra de arte sonoro que estamos terminando con Prin La La y va a tener más relación con el arte que con la música.

—No para.

—No paro de hacer el amor todo el rato.

—¿Hacer el amor?

—Hacer el amor no es solo acostarte con tu novia.

—¿Usted también prevé el fin del bipartidismo?

—Por supuesto. No soy antisistema pero el mundo lo cambian los individuos. Un Bob Dylan, un John Lennon, un Einstein. Luego siempre hay parásitos que se apropian de sus ideas en su propio beneficio. Este sistema se puede mejorar.

—¿Y qué hacemos con la casta?

—¿La caspa? Desde los Reyes Católicos tenemos unas relaciones de poder que se siguen conservando. Para desgracia de algunos con la era de la información ya sabemos qué ha pasado siempre. No es un partido ni otro: son relaciones de casta que han existido toda la vida.

—No le quiero dar el día pero usted no tiene entrada en Wikipedia.

—Mejor. Cuando tenga algo importante que decir quizás me saquen. No tengo Facebook ni Twitter. No tengo tiempo para eso.

—Quien no está en el mundo digital no existe.

—Pues entonces todavía no existo.

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