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UN AÑO PARA RECUPERAR LA CONFIANZA

Quedan un año y una mayoría absoluta en el Parlamento, todo un capital político, para equilibrar los capítulos del balance de tres años de legislatura de Rajoy. No todo es economía

EL Gobierno de Mariano Rajoy está terminando el tercer año de su mandato y empezando la pendiente de un año electoral, 2015. El Partido Popular tiene que tomarse muy en serio los comicios municipales y autonómicos del mes de mayo para no llegar a noviembre con una pérdida masiva del poder local y regional. La preparación de estos exámenes exige del PP y del Gobierno que sean capaces de hacer autocrítica y de no reaccionar a la defensiva cuando oyen lo que no desearían oír en boca de quienes tanto o más que ellos quieren –ABC sin duda lo quiere– que las ideas liberales y conservadoras gobiernen nuestro país.

Es evidente que Rajoy y su Gobierno han sacado a España del precipicio económico en el que la dejó Rodríguez Zapatero entre 2008 y 2011. Y que la percepción de España en el exterior ha mejorado de modo sobresaliente: como modelo a la hora de afrontar la crisis económica y como potencia que ha recuperado peso e influencia en el mundo. El crecimiento económico y el empleo superan la media europea y aunque la mejora de las grandes cifras aún no ha calado en los principales sectores sociales, sin esa mejora de la macroeconomía nunca será posible la microeconomía. Perder de referencia la situación de España en noviembre de 2008 es apostar por repetir la historia de exigir al PP que saque al país de la crisis para que luego la izquierda, con sus mensajes de demagogia social, vuelva a provocarla.

En cambio, en la zona gris del balance del Gobierno está el pobre resultado de las reformas de gran calado en las que confiaba su electorado. La reforma administrativa ha sido mínima, la revisión del sistema educativo ha quedado a medias y los cambios en la justicia han consagrado su politización. En el capítulo más crítico del Gobierno debe anotarse la falta de convicción en la defensa del modelo social que ha caracterizado el programa del PP desde su fundación. De hecho, la ingeniería social del zapaterismo permanece casi intacta. La retirada del proyecto con el que se iba a reformar a fondo la aberrante ley del aborto ha sido la culminación de un proceso de desideologización del PP. También las vacilaciones en la reacción frente a graves episodios de corrupción o la falta de una estrategia visible de mayor contundencia frente al desafío secesionista completan el diagnóstico de un Gobierno que siente poco aprecio por la confrontación y se resguarda excesivamente en la tecnocracia.

Quedan un año –tiempo suficiente– y una mayoría absoluta en el Parlamento, todo un capital político, para equilibrar este balance, que según algunos cálculos eleva ya a tres millones la cifra de españoles que confiaron en el PP en 2011 y ahora dudan... si no han decidido ya cambiar su voto o recurrir a opciones populistas. No todo es economía para muchos millones de españoles.

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