LLUVIA ÁCIDA

ZEK

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A Schz se le está pidiendo que acceda ya a una declaración de intenciones que supondría la autodescalificación de su partido como candidato a gobernar

EN el gulag convivían presos políticos y comunes, los «zek», con su jerarquía mafiosa. Cuando unos «zek» planeaban una fuga que los obligaría a caminar durante muchas jornadas por una extensión invernal desprovista de alimentos, la costumbre era invitar a un preso político a unirse a la evasión. Se lo llevaban con ellos como despensa viva, para comérselo por el camino. Esto mismo es un poco lo que el PP pretende hacer con el PSOE cuando lo tienta prematuramente para sumarse a un proyecto de gran coalición que resuelva el estado de ingobernabilidad previsto en el próximo parlamento, cuyos equilibrios tradicionales aún pueden alterarse por la irrupción de Podemos, suponiendo que esta formación aguante hasta las elecciones sin descuadernarse por culpa de una mala profesionalización.

El PP plantea un pacto en el cual del PSOE sólo interesan sus nutrientes. Es decir, que uno de los partidos más importantes de la Transición y el ciclo democrático corre el riesgo de convertirse en una mera prótesis de poder, en unos cachitos de carne, como vocales amputadas, asadas en la hoguera de otro.

Esto no sería posible si el PSOE se tuviera fe y se mantuviera apegado a su tradición y a su personalidad en lugar de hacer experimentos que lo desnaturalizan y lo hacen inconsistente. Los socialistas están desconcertados por la pérdida de una supremacía en la izquierda, no ya la de los votos potenciales, sino sobre todo de la supremacía moral que la socialdemocracia tantas veces, en su apogeo, interpretó en clave narcisista. Esta endeblez que al mirar a su izquierda se vuelve timorata, ahora recibe por su derecha, para obligarla a someterse, la inmensa coacción de la emergencia nacional. En la cual ya contribuye hasta el empresariado que grazna como lo hicieron los gansos del Capitolio cuando eran otros los bárbaros que escalaban los muros del sistema. Galia Comata, o Melenuda por coletuda, llamaban los romanos a sus Podemos, recibidos en los porches por los patricios con más dignidad ante lo terminal que la que se aprecia en las tertulias.

Desde el comienzo de la legislatura, el PP ha usado como coartada el mito transversal de la Transición para declarar irresponsables fruslerías democráticas como la oposición o la opinión crítica. Es algo de lo que te acusaban ciertos ministros en las conversaciones privadas. A punto de arrancar el año electoral, y dada por imposible la renovación de la mayoría absoluta, esta misma coacción aspira ahora a nada menos que eliminar el antagonismo electoral de la socialdemocracia. Para estos zafarranchos sirve el miedo a Podemos. A Schz se le está pidiendo que acceda ya a una declaración de intenciones que supondría la autodescalificación de su partido como candidato a gobernar y a poseer un discurso propio. Demasiada presión para un líder que no sabe ni gestionar la identidad heredada sin mutilarla en la errática lucha por el monopolio de la izquierda.

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