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EntrevistaHugo O’DonnellHistoriador militar y académico

«Nada distorsiona más el pasado que el nacionalismo»

Abrirá este jueves un simposio sobre Blas de Lezo y su tiempo, pero algunas de sus opiniones sobre la recuperación de esta figura resultan polémicas

JESÚS GARCÍA CALERO

El historiador y académico Hugo O’Donnell y Duque de Estrada abrirá el simposio sobre Blas de Lezo y la Armada Eepañola en tiempos de los Borbones que se celebrará el próximo jueves y viernes en el CEU. Después de la inauguración de la estatua del héroe de Cartagena de Indias, que rechazó la invasión inglesa en 1741, este encuentro viene a profundizar en el conocimiento de su figura y su época.

—Parece que recordar a Lezo ha herido a algunos nacionalistas ¿Cuál es su opinión de esta recuperación?

—Es necesario hacerlo de forma que trascienda del consumo interno y resulte aceptable al honrado de fuera. La mayor efectividad se consigue por la objetividad a la que se llega a través de la ciencia, la investigación y el análisis que resisten toda crítica razonable. El respeto propio y ajeno así lo exigen y, dentro de esos parámetros, recordar las gestas propias no debe molestar a nadie, pero tiene su contrapartida, no debe ofendernos que otros hagan lo propio.

—¿Nos faltan referentes para estar orgullosos de la historia de España sin herir sensibilidades o es que la estudiamos mal?

—Parece que los utilizamos con cuentagotas, unas veces con oportunidad y otras con oportunismo. No es el mejor uso de nuestra Historia, que es un todo que debemos aceptar y conocer, en lo bueno y lo menos bueno, para conocernos. Situarse en una posición o actitud ideológica determinada ante un hecho histórico es incompatible con la actividad científica. Para entender el pasado no hay nada más distorsionador que el nacionalismo.

—¿Hay un cambio de percepción? ¿Con qué debemos tener cuidado?

—Nada me inclina a pensarlo; antes al contrario: la Historia parece, de poco tiempo a esta parte, un bien de consumo más y tiende a venderse como tal. Muchos difunden a su manera, pero pocos educan, algunos deforman y falsean pretendiendo hacerla más atractiva de acuerdo con nuevos cánones. Pero ¿hay algo más imaginativo y ameno que la propia Historia? Hay un dato positivo: se detecta un hambre creciente de conocer al menos los hechos más relevantes de nuestro pasado, pero se corre el riego de que el vacío se llene con lo primero que pase por delante. La clave es un primer conocimiento que lleve al placer de obtener un conocimiento más completo.

—Apliquemos esta idea a Blas de Lezo. ¿Se ha recuperado bien su figura?

—Se ha dado en ocasiones una falsa imagen de valentón folletinesco de ese Lezo tan cortés como valiente, cuyo porte y facciones nos ha legado su retrato. Como entre nosotros no parece haber héroe sin villano, o al menos, antihéroe, los medios han llevado a nuestros días sus disputas con su superior, el virrey Eslava, en su beneficio, sin más, y se ha perdido la oportunidad de que un equipo de investigación analizase en profundidad ésta y otras cuestiones pendientes. No hay mejor legado de la conmemoración de un evento que un trabajo de esta índole, del que seguiremos careciendo. Y hemos ocultado los méritos de otros para resaltar los del protagonista. Y hay eslóganes tan poco afortunados como el de que la gesta fue la mayor derrota naval de Inglaterra o de que gracias a Lezo se sigue hablando en español en América.

—¿Por qué cree que Lezo es más venerado en Colombia que en España?

—Ignoraba esa circunstancia, pero no me extraña. Es un pueblo que se identifica con su pasado. ¿Qué hubiera sido de Cartagena sin las milicias neogranadinas que la defendieron? Otra ocasión perdida: una celebración conjunta.

—¿Qué le parece que en Cataluña se critique la recuperación de Blas de Lezo por su participación en el bombardeo de la Barcelona Austracista?

—No fue la de Joan Tardá la única intervención desafortunada con motivo de la proposición no de ley sobre la reivindicación y difusión de la figura y valores del marino español Blas de Lezo, hubo otras poco respetuosas con los hechos. Bien pudo haber bombardeado don Blas, incluso «asaltado» (J. Tardá dixit), Barcelona, porque la guerra era eso, pero no fue así: aunque llevó a cabo diversas misiones y operaciones relacionadas con el bloqueo marítimo en 1713, no consta entre ellas ningún «bombardeo» de Barcelona, base de la protesta contra la reciente erección de la estatua. Se lo puedo asegurar como feliz poseedor del circunstanciado parte de operaciones de Manuel López Pintado, mi octavo abuelo, su superior en la ocasión.

—En España ¿somos más dados a recordar derrotas heroicas como Trafalgar o la Gran Armada que a celebrar episodios victoriosos, que están más olvidados, como Lepanto?

—No estoy de acuerdo con esa aseveración. La prioridad y la profundidad del tratamiento la debe marcar la importancia y trascendencia de los hechos. Los tres eventos fueron muy recordados y tratados en su momento. Por lo que respecta a la «Armada Invencible», la aportación española a la conmemoración de su V Centenario en Londres, determinó en buena medida un giro radical en la historiografía inglesa posterior, que ha desmontado en su práctica totalidad los mitos nacionales basados en una «leyenda negra» particular. Ejemplar muestra de una colaboración desapasionada. Sin embargo, denostar al enemigo ha sido más habitual entre nosotros; el elogio del enemigo ha sido siempre práctica de los ingleses, hasta en la Guerra de las Malvinas.

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