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córdoba, EN CLAVE DE FUTURO

Nuestro hombre en Jartum

Luis Miguel Bueno Padilla atesora una amplia experiencia diplomática pese a su juventud

Nuestro hombre en Jartum V. MERINO

R. AGUILAR

Los diplomáticos lloran. Algunas veces. A moco tendido. Son gente de mundo, ilustrada, interesante, de ésa que parece hecha con una pasta de distinción por los modales que gastan, por esa manera de decir las cosas más serias con una sonrisa a un tiempo simpática y de firmeza. Pero a veces se les escapa una lágrima. O varias. Le pasó a Luis Miguel Bueno Padilla en algún lugar de Sudán, que ha sido una de sus últimas escalas antes de asentarse en Bruselas, en el cogollo de las instituciones europeas.

«De repente me puse a pensar en el Patio de los Naranjos, me pudo la melancolía y...», confiesa este cordobés de 35 años que se incorporó a la carrera diplomática en 2006 después de ganarse una plaza en una dura oposición. «Qué le vamos a hacer, me venció la añoranza, que es uno de los sentimientos que más me invaden cuando estoy fuera de mi ciudad junto con el orgullo y el afecto», añade este exalumno de las Teresianas y de la Universidad de Córdoba (UCO), en la que se licenció en Derecho.

«Me encanta Córdoba»

«Nacer en una ciudad es fruto del azar: lo que sucede es que a mí me encanta Córdoba», resume. Cuando habla, lo que parece de verdad es que le fascina el mundo. Así en general y con todas sus particularidades. Luis Miguel viaja, unas veces por obligación y otras por devoción, y se fija en las cosas. Y luego las escribe con la precisión de un cronista atento de pluma fácil: acaba de dar a la imprenta un libro que hay que leer y que lleva el título de «Un telegrama desde Jartum: peripecias de un joven diplomático en Sudán». La lectura es deliciosa.

Los guiños a su ciudad natal no faltan, algunos con mucha gracia. En uno de los pasajes, Bueno rememora un encuentro con el Representante Especial del Secretario General de la ONU en Sudán, conocido por las siglas SRSG. «Los hispanohablantes le llaman El Aserejé” y no puedo sino sentirme orgulloso.La célebre y brillante formación musical de las “Ketchup”, le digo a mis interlocutores, es originaria de mi ciudad natal», relata el diplomático.

¿Y

El diplomático ejerce de embajador de su patria chica cada vez que la ocasión lo merece. «Defiendo el nombre de Córdoba allá por donde voy, aunque a veces es difícil, porque hay gente que piensa que los andaluces están todo el día de fiesta, en los toros, y yo les hago ver los valores que tenemos, como por ejemplo la acogida que les hemos dado a los inmigrantes desde siempre aunque aquí no sobren las oportunidades laborales».

El lado bueno de la crisis

«Y también es complicado defender a España cuando alguien te saca los casos de corrupción que saltan a los medios de comunicación internacionales, y entonces yo explico que nuestra democracia es joven e imperfecta, pero que funciona porque hay gente que paga sus debilidades en la cárcel. Y a renglón seguido digo que la crisis económica ha tenido un lado positivo, y es que ha supuesto un despertar cívico sin precedentes». El diplomático —el primer miembro de su familia, oriunda de Ciudad Jardín, que hace carrera como tal— da para un libro tan interesante como el que él acaba de escribir. Y que hay que leer sí o sí.

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